¡Ay, Dios mío! Resulta que el asunto de las cárceles sigue siendo un brete monumental aquí en Costa Rica. Esta vez, la cosa va por un lado diferente, y no precisamente para bien. Parece que las nuevas medidas de alta contención, pensadas para ponerle candado a las bandas criminales, podrían estar haciendo exactamente lo contrario: fortaleciéndolas. ¡Qué torta!
Todo esto salió a relucir en una comparecencia ante la Comisión de Seguridad y Narcotráfico, donde el Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura (MNPT) soltó la bomba. Según sus representantes, juntar a los cabecillas de las organizaciones criminales en el sistema de alta contención de La Reforma, lejos de desmantelar esas estructuras, las está consolidando. Imagínate, ¡los jefes de banda tomándose un cafecito mientras planean sus próximos negocios ilícitos dentro de la cárcel!
Esteban Vargas, del MNPT, fue claro: “Desde nuestra perspectiva, los regímenes de alta contención, en sí mismos, no desarticulan las organizaciones criminales, sino que generan condiciones para que se consoliden o reproduzcan”. Esto no es precisamente lo que uno espera cuando se invierte tanto dinero y esfuerzo en mejorar la seguridad carcelaria, ¿verdad?
Y ahí no queda la cosa. Los expertos también advirtieron sobre la falta de programas de resocialización en estas áreas de máxima seguridad. ¿El resultado? Escenarios de reincidencia, dice la evidencia internacional. Aparentemente, aislar a los presos sin ofrecerles oportunidades de rehabilitación los hace aún más dependientes de las redes delictivas internas. ¡Un círculo vicioso que nos lleva directo al precipicio!
Además, parece que los líderes de grupo aprovechan estos espacios para conocerse, negociar entre ellos e incluso reclutar nuevos miembros para sus bandas. En resumen, la cárcel se convierte en un centro neurálgico para las actividades criminales, ¡y nosotros pagamos la factura! Ya ni me hable de cómo algunos pueden estar organizando envíos desde adentro.
Estas medidas, implementadas por el Ministerio de Justicia y Paz, incluyen restricciones drásticas como la disminución de visitas familiares, menos tiempo para llamadas telefónicas y limitaciones en las encomiendas. Todo esto afecta a cerca de dos mil reclusos. Pero, según los expertos, este tipo de restricciones, especialmente cuando son prolongadas y sin programas de apoyo, podrían considerarse tratos crueles e inhumanos. ¡Más sale caro hacer cosas así y terminar en problemas internacionales!
Por supuesto, la legisladora Pilar Cisneros defendió las medidas argumentando que eran necesarias para poner orden en las cárceles, donde aparentemente reinaba el caos. Dijo que la mezcla de reos de diferentes niveles de peligrosidad era un problema grave. También criticó a los expertos por sugerir que se estaban violando los derechos de los privados de libertad, ya que muchos de ellos participan en programas educativos y laborales. “Poner orden tampoco es alcahuetear a la gente,” afirmó Cisneros. ¡Pero eso de ‘poner orden’ a veces significa meter la pata hasta el fondo!
En fin, este tema nos deja pensando: ¿Estamos realmente abordando el problema de la delincuencia desde la raíz o simplemente estamos parcheando las cosas a medias? ¿Será que enfocarnos en medidas punitivas extremas, sin invertir en programas de resocialización y prevención, solo está condenando a nuestros jóvenes a un futuro oscuro y perpetuando el ciclo de violencia? ¿Creen ustedes que las cárceles deberían ser lugares de castigo o de oportunidad para la redención y la reinserción social? Compartan sus ideas en el foro… ¡Me interesa saber qué piensan!
Todo esto salió a relucir en una comparecencia ante la Comisión de Seguridad y Narcotráfico, donde el Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura (MNPT) soltó la bomba. Según sus representantes, juntar a los cabecillas de las organizaciones criminales en el sistema de alta contención de La Reforma, lejos de desmantelar esas estructuras, las está consolidando. Imagínate, ¡los jefes de banda tomándose un cafecito mientras planean sus próximos negocios ilícitos dentro de la cárcel!
Esteban Vargas, del MNPT, fue claro: “Desde nuestra perspectiva, los regímenes de alta contención, en sí mismos, no desarticulan las organizaciones criminales, sino que generan condiciones para que se consoliden o reproduzcan”. Esto no es precisamente lo que uno espera cuando se invierte tanto dinero y esfuerzo en mejorar la seguridad carcelaria, ¿verdad?
Y ahí no queda la cosa. Los expertos también advirtieron sobre la falta de programas de resocialización en estas áreas de máxima seguridad. ¿El resultado? Escenarios de reincidencia, dice la evidencia internacional. Aparentemente, aislar a los presos sin ofrecerles oportunidades de rehabilitación los hace aún más dependientes de las redes delictivas internas. ¡Un círculo vicioso que nos lleva directo al precipicio!
Además, parece que los líderes de grupo aprovechan estos espacios para conocerse, negociar entre ellos e incluso reclutar nuevos miembros para sus bandas. En resumen, la cárcel se convierte en un centro neurálgico para las actividades criminales, ¡y nosotros pagamos la factura! Ya ni me hable de cómo algunos pueden estar organizando envíos desde adentro.
Estas medidas, implementadas por el Ministerio de Justicia y Paz, incluyen restricciones drásticas como la disminución de visitas familiares, menos tiempo para llamadas telefónicas y limitaciones en las encomiendas. Todo esto afecta a cerca de dos mil reclusos. Pero, según los expertos, este tipo de restricciones, especialmente cuando son prolongadas y sin programas de apoyo, podrían considerarse tratos crueles e inhumanos. ¡Más sale caro hacer cosas así y terminar en problemas internacionales!
Por supuesto, la legisladora Pilar Cisneros defendió las medidas argumentando que eran necesarias para poner orden en las cárceles, donde aparentemente reinaba el caos. Dijo que la mezcla de reos de diferentes niveles de peligrosidad era un problema grave. También criticó a los expertos por sugerir que se estaban violando los derechos de los privados de libertad, ya que muchos de ellos participan en programas educativos y laborales. “Poner orden tampoco es alcahuetear a la gente,” afirmó Cisneros. ¡Pero eso de ‘poner orden’ a veces significa meter la pata hasta el fondo!
En fin, este tema nos deja pensando: ¿Estamos realmente abordando el problema de la delincuencia desde la raíz o simplemente estamos parcheando las cosas a medias? ¿Será que enfocarnos en medidas punitivas extremas, sin invertir en programas de resocialización y prevención, solo está condenando a nuestros jóvenes a un futuro oscuro y perpetuando el ciclo de violencia? ¿Creen ustedes que las cárceles deberían ser lugares de castigo o de oportunidad para la redención y la reinserción social? Compartan sus ideas en el foro… ¡Me interesa saber qué piensan!
