Mi mejor amante

Una etapa de mi vida que recuerdo con mucha felicidad es aquella cuando me convertí en el amante de madrastra, Verónica me había criado desde los 5 años cuando mi madre biológica nos abandono a mi padre y a mi, esta demás decir que Verónica fue una excelente madre sustituta siempre al pendiente de mi crianza, por desgracia ella no pudo tener hijos propios y volcó en mi su instinto maternal.

El año que entre a la universidad mi padre salió a trabajar a otra ciudad para poder solventar los gastos de casa y de mis estudios, al principio regresaba cada dos meses pero sus ausencias se fueron haciendo cada vez más largas.

En el año en que Verónica y yo nos hicimos amantes el tenía más de un año que no volvía por casa, yo ya era un hombre de 22 años y ella una mujer que aunque madura con sus 46 años estaba de muy buen ver.

Esa noche de verano el calor era insoportable y como acostumbrabamos nos metimos en la cama solo con ropa interior para poder soportar, como era de esperar ninguno de los dos podíamos conciliar el sueño por lo que nos pusimos a platicar, así frente a frente y en ropa interior hablando de nuestros miedos y gustos la tensión fue en aumento, fue Verónica la que acercó sus labios a los míos y pude sentir su aliento, la excitación rápido se convirtió en erección la cual no paso desapercibida para Verónica.

Esto no está bien decía mientras nos besábamos y nos acariciabamos, mis manos no sabían si tocas sus tetas o su culo al tiempo que mi verga intentaba abrirse paso entre mi boxer y su panti.

Con el deseo a flor de piel nos decicimos de la poca ropa que nos quedaba y sus grandes pechos con unos pezones bien erectos se mostraron ante mi, el espectáculo que estaba viendo hizo que mi verga ya de por sí erecta se pusiera más dura.

Veronica al darse cuenta inmediatamente se ensartó en ella y empezó a cabalgar me con furia, mentiría si dijera que estuvimos mucho tiempo así, veronica gemía, acompañando su gemido con un llanto ahogado, a mi eso me puso como burro y me vine dentro de ella.

Al día siguiente vinieron las culpas y las explicaciones, tratábamos de encontrar algo que nos excusara de lo que habíamos hecho, sin embargo lo único real es que nos deseábamos, a la semana siguiente volvimos a tener sexo, vez tras vez nos íbamos atreviendo a más, ya nuestros encuentros no eran casuales, cuando yo llegaba a casa ella estaba arreglada para mí, la mujer que había descuidado su aspecto había desaparecido.

Cuatro meses después de nuestro encuentro al llegar de la universidad me encontré a Verónica enfundada en un vestido rojo entallado que remarcaba sus curvas , me había preparado la cena y abiertamente me dijo que quería tener una velada conmigo.

Después de cenar y beber, Verónica se acercó a mi que estaba sentado en la silla del comedor y se arrodilló, saco mi miembro del pantalón y empezó a lamerlo con una mezcla de cariño y deseo, yo estaba súper encendido, mi verga palpitaba y amenazaba con dejar escapar su líquido, Verónica me miró con ojos de deseo y me dijo que aún no era tiempo, se levantó y subió su vestido al tiempo que decía, hoy quiero algo diferente.

Me dio la espalda y abrió sus nalgas al tiempo que dirigía con sus manos ansiosas mi verga a su culo, mi verga estaba durísima y al sentir su apretado culo empecé a empujar, Verónica gemía de placer y dolor pero no dejaba de intentar sentarse en mi verga, poco a poco mi verga fue taladrando su culo y empezó un vaivén lleno de deseo, yo me sentía en la gloria al tiempo que Verónica decía que ese hoyo era solo mío, que nunca se lo había dado a nadie ni a mi padre, eso me puso al mil y no pude contenerme más, dejandole el culo lleno de mi leche.

Dos meses después de ese encuentro mi padre regreso a casa por un breve periodo antes de irse de nuevo, Veronica y yo seguimos siendo amantes, a la fecha aún cuando ya cada quien tiene su relación, cuando tenemos oportunidad recordamos esos encuentros sin que nadie sospeche nada.