¡Ay, papá Dios! La noticia sacudió hasta el rancho más tranquilo: el monseñor Javier Román, figura clave de la iglesia católica en Costa Rica y presidente de la Conferencia Episcopal, tuvo que lidiar con un infartito tremendo. Se manchó la noche del sábado pasado con una emergencia de esas que te dejan tieso, pero por fortuna, parece que salió avante en la clínica.
Para ponerle contexto al asunto, el monseñor Román no es precisamente cualquier capuchino; lleva años siendo el timonel de la iglesia acá en el país. Su voz ha sido fundamental en debates sociales, desde temas de educación hasta asuntos medioambientales que nos tocan la fibra sensible a todos los ticos. Además, es el representante de la iglesia ante el gobierno, así que su salud es un tema que preocupa a muchísima gente, más allá de los creyentes.
Lo que pasó fue que, durante la noche del sábado, sufrió un infarto agudo. No vamos a entrar en tecnicismos médicos, pero digamos que tuvieron que meterlo raudamente a quirófano para destrabarle unos conductos, como dicen los doctores. La operación, por lo que se sabe, fue complicada, pero los médicos hicieron maravillas y lograron estabilizarlo. Ahora mismo está en cuidados intensivos, bajo estricta vigilancia, como se dice, con la mira puesta en cada latido.
La Conferencia Episcopal soltó un comunicado donde informaban sobre la situación del monseñor, recalcando que se encuentra “estable” y que el proceso de recuperación va “de modo positivo”. Eso ya le da un respiro a la comunidad religiosa, porque al principio el ambiente estaba bien pesado. También aprovecharon para agradecer todas las muestras de cariño y apoyo que han recibido, tanto de personas conocidas como de simples devotos que se preocuparon por su salud.
Y hablando de cariño, la familia del monseñor está pasando por un momento difícil, obviamente. Imagínate ver a un padre, un abuelo, un hermano, en la cama del hospital luchando contra un problema así. Pero al parecer, están tomando la situación con mucha calma y fortaleza, confiando en que pronto van a poder abrazarlo de nuevo. En sus redes sociales, incluso, compartieron algunas oraciones y mensajes de esperanza, contagiando a muchos con su positividad.
Más allá de lo religioso, este incidente también plantea preguntas sobre la salud pública en Costa Rica. ¿Cómo es posible que un hombre de su edad y posición tenga que pasar por una experiencia así? ¿Estamos haciendo lo suficiente para prevenir enfermedades cardiovasculares? Estas son interrogantes que deberían hacernos reflexionar y tomar medidas, tanto a nivel individual como colectivo. Porque a fin de cuentas, todos estamos expuestos a sufrir algún percance de salud inesperado.
Algunos analistas políticos, entretanto, señalan que la ausencia temporal del monseñor podría afectar algunos proyectos de ley que estaban en discusión en la Asamblea Legislativa, especialmente aquellos relacionados con valores y ética. La iglesia siempre ha tenido una voz importante en estos temas, y su presencia ayuda a mantener un debate constructivo y responsable. Veremos cómo se desarrolla la situación, pero sin duda, su recuperación es crucial para la estabilidad social y política del país. ¡Qué lata tener que hablar de estas cosas!
Ahora, digámoslo claro: la salud del monseñor Román es de suma importancia para todos nosotros, independientemente de nuestras creencias. Una figura tan influyente merece nuestro apoyo y nuestras mejores energías. Y hablando de eso... ¿ustedes creen que la iglesia debería involucrarse más activamente en la promoción de hábitos saludables y programas de prevención de enfermedades en las comunidades?
Para ponerle contexto al asunto, el monseñor Román no es precisamente cualquier capuchino; lleva años siendo el timonel de la iglesia acá en el país. Su voz ha sido fundamental en debates sociales, desde temas de educación hasta asuntos medioambientales que nos tocan la fibra sensible a todos los ticos. Además, es el representante de la iglesia ante el gobierno, así que su salud es un tema que preocupa a muchísima gente, más allá de los creyentes.
Lo que pasó fue que, durante la noche del sábado, sufrió un infarto agudo. No vamos a entrar en tecnicismos médicos, pero digamos que tuvieron que meterlo raudamente a quirófano para destrabarle unos conductos, como dicen los doctores. La operación, por lo que se sabe, fue complicada, pero los médicos hicieron maravillas y lograron estabilizarlo. Ahora mismo está en cuidados intensivos, bajo estricta vigilancia, como se dice, con la mira puesta en cada latido.
La Conferencia Episcopal soltó un comunicado donde informaban sobre la situación del monseñor, recalcando que se encuentra “estable” y que el proceso de recuperación va “de modo positivo”. Eso ya le da un respiro a la comunidad religiosa, porque al principio el ambiente estaba bien pesado. También aprovecharon para agradecer todas las muestras de cariño y apoyo que han recibido, tanto de personas conocidas como de simples devotos que se preocuparon por su salud.
Y hablando de cariño, la familia del monseñor está pasando por un momento difícil, obviamente. Imagínate ver a un padre, un abuelo, un hermano, en la cama del hospital luchando contra un problema así. Pero al parecer, están tomando la situación con mucha calma y fortaleza, confiando en que pronto van a poder abrazarlo de nuevo. En sus redes sociales, incluso, compartieron algunas oraciones y mensajes de esperanza, contagiando a muchos con su positividad.
Más allá de lo religioso, este incidente también plantea preguntas sobre la salud pública en Costa Rica. ¿Cómo es posible que un hombre de su edad y posición tenga que pasar por una experiencia así? ¿Estamos haciendo lo suficiente para prevenir enfermedades cardiovasculares? Estas son interrogantes que deberían hacernos reflexionar y tomar medidas, tanto a nivel individual como colectivo. Porque a fin de cuentas, todos estamos expuestos a sufrir algún percance de salud inesperado.
Algunos analistas políticos, entretanto, señalan que la ausencia temporal del monseñor podría afectar algunos proyectos de ley que estaban en discusión en la Asamblea Legislativa, especialmente aquellos relacionados con valores y ética. La iglesia siempre ha tenido una voz importante en estos temas, y su presencia ayuda a mantener un debate constructivo y responsable. Veremos cómo se desarrolla la situación, pero sin duda, su recuperación es crucial para la estabilidad social y política del país. ¡Qué lata tener que hablar de estas cosas!
Ahora, digámoslo claro: la salud del monseñor Román es de suma importancia para todos nosotros, independientemente de nuestras creencias. Una figura tan influyente merece nuestro apoyo y nuestras mejores energías. Y hablando de eso... ¿ustedes creen que la iglesia debería involucrarse más activamente en la promoción de hábitos saludables y programas de prevención de enfermedades en las comunidades?
