¡Ay, Dios mío! Parece que nos estamos agarrando más palazos de lo normal, mi gente. Un nuevo reporte del INEC nos acaba de soltar una bomba: algunas zonas del país están experimentando tasas de mortalidad que dan bastante qué pensar. Garabito, en Puntarenas, y toda la provincia de Limón lideran la lista, con números que ni el abuelo Don Chepe se cree.
Según el estudio, ambos lugares están sacando adelante una tasa de 7,7 fallecimientos por cada mil habitantes, lo cual supera ampliamente el promedio nacional que está rondando los 5,8 por mil. Esto significa que, si hay mil personas viviendo ahí, casi ocho están dejando este mundo de forma temprana, ¿qué les pasa, diay?
Pero eso no es todo, porque también aparecen en el radar Dota y Cañas con cifras preocupantes, alrededor de 7,3 y 7,0 respectivamente. Mientras tanto, en otros lados, como Montes de Oca, Puerto Jiménez y Río Cuarto, la cosa va más tranquila, con tasas de mortalidad mucho más bajas, alrededor de 4,1 a 4,6 por mil. ¡Un cambio de ambiente total!
Si miramos a nivel provincial, Alajuela y Puntarenas también andan un poco arriba de la media, con 6,4 y 6,5 fallecimientos por cada mil habitantes, mientras que Cartago y Heredia parecen estar llevando una vida más relajada, con 5,3 y 5,5 respectivamente. Una verdadera geografía de la esperanza… o de la preocupación, depende cómo se vea la vara.
Y ojo, porque el informe también revela que las muertes por causas externas —homicidios, accidentes, suicidios, cosas así— están pegando duro en San José (con 245 casos), Alajuela (201) y Puntarenas (174). Pareciera que las ciudades y la costa se han convertido en imanes para estos malos momentos, combinando densidad de población, tráfico loco y, lamentablemente, problemas de convivencia.
Cuando hablamos de edades, la cosa se pone aún más compleja. Los bebés menores de un año están sufriendo por complicaciones relacionadas con el parto; los niños entre 1 y 12 años caen enfermos por virus nerviosos; los adolescentes y jóvenes (hasta los 35) sufren por homicidios y lesiones; los adultos entre 36 y 64 años luchan contra tumores en el estómago y otros órganos; y los adultos mayores terminan sucumbiendo a problemas cardíacos. ¡Una cadena trágica!
La psicóloga Jennifer León, de la UCR, nos explica que estas situaciones tienen raíces sociales bien profundas. Según ella, la desigualdad económica, el desempleo y la falta de oportunidades crean un caldo de cultivo perfecto para la tensión, la frustración y el sentimiento de abandono. Sumándole la presencia del crimen organizado y la dificultad de encontrar trabajos decentes, tenemos una receta para el desastre, sin duda alguna. Además, dice que cuando las familias y las comunidades se rompen, el panorama empeora aún más.
Ahora viene la pregunta crucial, mi pana: ¿Qué podemos hacer nosotros, como sociedad, para cambiar esta realidad? ¿Cómo apoyamos a las comunidades afectadas por la violencia y la pérdida? ¿Es suficiente lo que está haciendo el gobierno, o necesitamos medidas más contundentes para atacar las causas profundas de este problema? ¡Anímate a compartir tu opinión en el foro!
	
		
			
		
		
	
				
			Según el estudio, ambos lugares están sacando adelante una tasa de 7,7 fallecimientos por cada mil habitantes, lo cual supera ampliamente el promedio nacional que está rondando los 5,8 por mil. Esto significa que, si hay mil personas viviendo ahí, casi ocho están dejando este mundo de forma temprana, ¿qué les pasa, diay?
Pero eso no es todo, porque también aparecen en el radar Dota y Cañas con cifras preocupantes, alrededor de 7,3 y 7,0 respectivamente. Mientras tanto, en otros lados, como Montes de Oca, Puerto Jiménez y Río Cuarto, la cosa va más tranquila, con tasas de mortalidad mucho más bajas, alrededor de 4,1 a 4,6 por mil. ¡Un cambio de ambiente total!
Si miramos a nivel provincial, Alajuela y Puntarenas también andan un poco arriba de la media, con 6,4 y 6,5 fallecimientos por cada mil habitantes, mientras que Cartago y Heredia parecen estar llevando una vida más relajada, con 5,3 y 5,5 respectivamente. Una verdadera geografía de la esperanza… o de la preocupación, depende cómo se vea la vara.
Y ojo, porque el informe también revela que las muertes por causas externas —homicidios, accidentes, suicidios, cosas así— están pegando duro en San José (con 245 casos), Alajuela (201) y Puntarenas (174). Pareciera que las ciudades y la costa se han convertido en imanes para estos malos momentos, combinando densidad de población, tráfico loco y, lamentablemente, problemas de convivencia.
Cuando hablamos de edades, la cosa se pone aún más compleja. Los bebés menores de un año están sufriendo por complicaciones relacionadas con el parto; los niños entre 1 y 12 años caen enfermos por virus nerviosos; los adolescentes y jóvenes (hasta los 35) sufren por homicidios y lesiones; los adultos entre 36 y 64 años luchan contra tumores en el estómago y otros órganos; y los adultos mayores terminan sucumbiendo a problemas cardíacos. ¡Una cadena trágica!
La psicóloga Jennifer León, de la UCR, nos explica que estas situaciones tienen raíces sociales bien profundas. Según ella, la desigualdad económica, el desempleo y la falta de oportunidades crean un caldo de cultivo perfecto para la tensión, la frustración y el sentimiento de abandono. Sumándole la presencia del crimen organizado y la dificultad de encontrar trabajos decentes, tenemos una receta para el desastre, sin duda alguna. Además, dice que cuando las familias y las comunidades se rompen, el panorama empeora aún más.
Ahora viene la pregunta crucial, mi pana: ¿Qué podemos hacer nosotros, como sociedad, para cambiar esta realidad? ¿Cómo apoyamos a las comunidades afectadas por la violencia y la pérdida? ¿Es suficiente lo que está haciendo el gobierno, o necesitamos medidas más contundentes para atacar las causas profundas de este problema? ¡Anímate a compartir tu opinión en el foro!