¡Ay, Dios mío! Esta historia te parte el alma, puracha. Se trata de Ana Miranda, una señora de Siquirres que lleva ocho largos años luchando por su hijo, Jason Alberto Rosales Miranda, quien sufrió un accidente brutal que le costó perder casi el 70% de su cerebro. Un conductor, sin conciencia, se saltó el carril y le cambió la vida a esta familia para siempre.
La cosa pasó allá por marzo del 2017, cuando Jason venía tranquilo camino al trabajo. De repente, ¡bam!, un choque tremendo. El tipo salió corriendo como si nada, dejándolo tirado, así como así. Recibió un traumazo craneoencefálico bien cabrón, que le dejó secuelas pesadísimas: parálisis cerebral, ataques de esquizofrenia, convulsiones... ¡Una maraña de problemas!
Y eso no es todo, máster. Según cuenta Ana, Jason también tiene hidrocefalia, y llevan siete años esperando una cirugía en el Calderón Guardia para reconstruirle parte del cráneo. "Imagínate, la operación es pa' ponerle la parte que le falta, que está toda hundida. Es una reconstrucción craneal, pura papa", dice con la voz quebrada. Le da unas ganas de abrazar a la señora, de verdad.
Pero antes de este golpe de mala suerte, Jason era pura alegría, un muchacho full de sueños y energía. Era ciclista y atleta, ¡qué carga! Participaba en los Juegos Nacionales representando a Siquirres. Dicen que corría como un guepardo, rápido y decidido. Ahora, la vida lo tiene agarrado con dos manos, totalmente dependiente de su mamá.
Y ahí radica la verdadera torta. Ana se dedica a cuidarlo las 24 horas del día, los 365 días del año. No puede ni pensar en buscar brete, porque Jason necesita atención constante. Vive con su madre, una abuelita ya de 80 años, pero entre las dos apenas le alcanzan. El dinero, como es lógico, es un problema gordo.
"La gente me pregunta por qué no trabajo, pero ¿qué hago?, Jason necesita que esté encima suyo a cada rato. No le puedo pedir a mi mami que lo cuide solo, sería una irresponsabilidad enorme. Él necesita que lo atiendan, que le den comida, que lo bañen... es dependencia total, diay.", explica Ana, con honestidad y resignación. En sus ojos se ve el cansancio, pero también una fortaleza admirable.
Lo que Ana pide no es limosna, sino una manito amiga para cubrir gastos básicos: la fórmula especial que tiene que darle para alimentar a Jason, fruta, leche, verduras... pues casi no come sólido. También necesita pañales, una pila de pañales. "No quiero dar lástima a nadie, simplemente necesito ayuda pa’ poder sostenerlo, que no le falte nada. Estoy en una situación que no le deseo a nadie, de verdad”, suplica.
Esta historia te toca la fibra sensible, ¿verdad? Me pregunto, ¿qué haríamos nosotros en el lugar de Ana? ¿Cómo enfrentaríamos una prueba tan dura? ¿Es suficiente lo que hacemos como sociedad para apoyar a familias en situaciones vulnerables como esta? Si quieren echarle una mano, pueden hacer un depósito a través de SINPE Móvil al número 8309-7146. ¡Vamos, vamos, que esto es por un muchacho que merece vivir con dignidad!
La cosa pasó allá por marzo del 2017, cuando Jason venía tranquilo camino al trabajo. De repente, ¡bam!, un choque tremendo. El tipo salió corriendo como si nada, dejándolo tirado, así como así. Recibió un traumazo craneoencefálico bien cabrón, que le dejó secuelas pesadísimas: parálisis cerebral, ataques de esquizofrenia, convulsiones... ¡Una maraña de problemas!
Y eso no es todo, máster. Según cuenta Ana, Jason también tiene hidrocefalia, y llevan siete años esperando una cirugía en el Calderón Guardia para reconstruirle parte del cráneo. "Imagínate, la operación es pa' ponerle la parte que le falta, que está toda hundida. Es una reconstrucción craneal, pura papa", dice con la voz quebrada. Le da unas ganas de abrazar a la señora, de verdad.
Pero antes de este golpe de mala suerte, Jason era pura alegría, un muchacho full de sueños y energía. Era ciclista y atleta, ¡qué carga! Participaba en los Juegos Nacionales representando a Siquirres. Dicen que corría como un guepardo, rápido y decidido. Ahora, la vida lo tiene agarrado con dos manos, totalmente dependiente de su mamá.
Y ahí radica la verdadera torta. Ana se dedica a cuidarlo las 24 horas del día, los 365 días del año. No puede ni pensar en buscar brete, porque Jason necesita atención constante. Vive con su madre, una abuelita ya de 80 años, pero entre las dos apenas le alcanzan. El dinero, como es lógico, es un problema gordo.
"La gente me pregunta por qué no trabajo, pero ¿qué hago?, Jason necesita que esté encima suyo a cada rato. No le puedo pedir a mi mami que lo cuide solo, sería una irresponsabilidad enorme. Él necesita que lo atiendan, que le den comida, que lo bañen... es dependencia total, diay.", explica Ana, con honestidad y resignación. En sus ojos se ve el cansancio, pero también una fortaleza admirable.
Lo que Ana pide no es limosna, sino una manito amiga para cubrir gastos básicos: la fórmula especial que tiene que darle para alimentar a Jason, fruta, leche, verduras... pues casi no come sólido. También necesita pañales, una pila de pañales. "No quiero dar lástima a nadie, simplemente necesito ayuda pa’ poder sostenerlo, que no le falte nada. Estoy en una situación que no le deseo a nadie, de verdad”, suplica.
Esta historia te toca la fibra sensible, ¿verdad? Me pregunto, ¿qué haríamos nosotros en el lugar de Ana? ¿Cómo enfrentaríamos una prueba tan dura? ¿Es suficiente lo que hacemos como sociedad para apoyar a familias en situaciones vulnerables como esta? Si quieren echarle una mano, pueden hacer un depósito a través de SINPE Móvil al número 8309-7146. ¡Vamos, vamos, que esto es por un muchacho que merece vivir con dignidad!