¡Duro, duro! La cosa está que arde entre Colombia y Estados Unidos. Resulta que después de que le retirasen la visa al presidente Gustavo Petro, varios ministros colombianos decidieron hacerle juego y renunciar a sus propios pasaportes estadounidenses. Un movidito que ha sacudido el panorama político en Bogotá y ha puesto a temblar a algunos analistas. Quién se imaginaba que esto iba a tomar estas proporciones, diay.
Todo comenzó cuando Washington acusó al presidente Petro de lanzar indirectas peligrosas durante su participación en la Asamblea General de la ONU. Según el gobierno gringo, Petro incitó a soldados estadounidenses a ignorar órdenes y además promovió la violencia en medio de protestas pro palestinas. Lo de la visa era solo cuestión de tiempo, pero nadie pensó que la reacción sería tan contundente por parte del gabinete. Pura torta, te digo yo.
La canciller Rosa Villavicencio fue la primera en dar el banderazo. Declaró con toda la frente en alto que preferiría mil veces trabajar por su pueblo sin necesidad de un visado gringo. Le siguió el ministro de Hacienda, Germán Ávila, quien también se despidió del documento. Ambos respaldan al presidente Petro, y parece que están dispuestos a sacrificar privilegios personales en defensa de su líder. ¡Qué nivel de lealtad, mae!
Pero eso no es todo; también Edwin Palma, ministro de Minas, y Angie Rodríguez, consejera presidencial, recibieron la notificación formal de que sus visas habían sido canceladas. Esto demuestra que el alcance de la medida va más allá del presidente y apunta a todo el círculo cercano al gobierno colombiano. La presión de Washington es evidente, y el mensaje es claro: no tolerarán críticas ni disensiones hacia sus políticas.
En redes sociales, el propio Petro no tardó en reaccionar. Publicó un mensaje en X, donde expresó su orgullo por no depender de los Estados Unidos. Dijo textualmente: “Nos llena de orgullo no tener la visa de un país, cuyo gobierno apoya un genocidio”. Una declaración bastante dura, que seguramente avivará aún más la polémica. Definitivamente, Petro no se anda con rodeos, ¿eh?
Las reacciones en Colombia han sido diversas. Algunos sectores políticos han criticado la decisión de los ministros, argumentando que es un acto innecesario que perjudica las relaciones bilaterales. Otros, en cambio, aplauden la postura de Petro y sus colaboradores, considerándolo un gesto de soberanía nacional. Como diría mi abuela, "Cada quien con su maicena". El brete ahora es ver cómo seguirá evolucionando esta crisis diplomática.
Desde Washington, el gobierno estadounidense ha negado las acusaciones de apoyar un genocidio y ha insistido en que la cancelación de las visas se debió a las declaraciones consideradas imprudentes e incendiarias de Petro. Dicen que la libertad de expresión tiene límites, y que incitar a la violencia nunca es justificable. Pero acá en caliente, la opinión pública colombiana está mayormente dividida. El asunto es complejo y tiene raíces históricas profundas. Las cosas andan saladas, vamos.
Este panorama nos deja pensando: ¿Hasta dónde puede llegar el conflicto entre Colombia y Estados Unidos? ¿Será posible encontrar una solución diplomática que evite mayores tensiones, o estamos ante el inicio de una ruptura irreparable? ¿Usted cree que la respuesta del gobierno colombiano fue exagerada o necesaria para defender sus principios?
Todo comenzó cuando Washington acusó al presidente Petro de lanzar indirectas peligrosas durante su participación en la Asamblea General de la ONU. Según el gobierno gringo, Petro incitó a soldados estadounidenses a ignorar órdenes y además promovió la violencia en medio de protestas pro palestinas. Lo de la visa era solo cuestión de tiempo, pero nadie pensó que la reacción sería tan contundente por parte del gabinete. Pura torta, te digo yo.
La canciller Rosa Villavicencio fue la primera en dar el banderazo. Declaró con toda la frente en alto que preferiría mil veces trabajar por su pueblo sin necesidad de un visado gringo. Le siguió el ministro de Hacienda, Germán Ávila, quien también se despidió del documento. Ambos respaldan al presidente Petro, y parece que están dispuestos a sacrificar privilegios personales en defensa de su líder. ¡Qué nivel de lealtad, mae!
Pero eso no es todo; también Edwin Palma, ministro de Minas, y Angie Rodríguez, consejera presidencial, recibieron la notificación formal de que sus visas habían sido canceladas. Esto demuestra que el alcance de la medida va más allá del presidente y apunta a todo el círculo cercano al gobierno colombiano. La presión de Washington es evidente, y el mensaje es claro: no tolerarán críticas ni disensiones hacia sus políticas.
En redes sociales, el propio Petro no tardó en reaccionar. Publicó un mensaje en X, donde expresó su orgullo por no depender de los Estados Unidos. Dijo textualmente: “Nos llena de orgullo no tener la visa de un país, cuyo gobierno apoya un genocidio”. Una declaración bastante dura, que seguramente avivará aún más la polémica. Definitivamente, Petro no se anda con rodeos, ¿eh?
Las reacciones en Colombia han sido diversas. Algunos sectores políticos han criticado la decisión de los ministros, argumentando que es un acto innecesario que perjudica las relaciones bilaterales. Otros, en cambio, aplauden la postura de Petro y sus colaboradores, considerándolo un gesto de soberanía nacional. Como diría mi abuela, "Cada quien con su maicena". El brete ahora es ver cómo seguirá evolucionando esta crisis diplomática.
Desde Washington, el gobierno estadounidense ha negado las acusaciones de apoyar un genocidio y ha insistido en que la cancelación de las visas se debió a las declaraciones consideradas imprudentes e incendiarias de Petro. Dicen que la libertad de expresión tiene límites, y que incitar a la violencia nunca es justificable. Pero acá en caliente, la opinión pública colombiana está mayormente dividida. El asunto es complejo y tiene raíces históricas profundas. Las cosas andan saladas, vamos.
Este panorama nos deja pensando: ¿Hasta dónde puede llegar el conflicto entre Colombia y Estados Unidos? ¿Será posible encontrar una solución diplomática que evite mayores tensiones, o estamos ante el inicio de una ruptura irreparable? ¿Usted cree que la respuesta del gobierno colombiano fue exagerada o necesaria para defender sus principios?