Un hombre se murió con el pene parado. A la hora de meterlo en el ataúd hubo problemas.
Trataron de doblar el pene para todos los lados, una vez suelto se levantaba de nuevo.
Trataron de amarrarlo a una pierna, se levantaba junto con la pierna.
Por fin un vecino dio consejo:
- Córtenlo, engrásenlo y métanselo por el culo para enterrarlo con el cuerpo.
Lo hallaron razonable y así hicieron. Una vez hecho el asunto, notaron que del ojo del muerto salió una lágrima y bajó por la mejilla.
La viuda, al ver la lágrima, dijo, con una tibia sonrisa y susurrándole en el oído al muerto:
- ¡Ay, mi Pepe! Y vos que me decías que eso no dolía.