¡Ay, Dios mío, qué tremenda vaina se vivió allá en Tailandia! Resulta que una señora, a quien su propia familia ya le estaba preparando los honores finales, decidió que aún tenía unos cuantos bretes pendientes y se levantó dentro del ataúd justo antes de mandarla a cremar. ¡Imagínate el susto!
La historia, que parece sacada de una telenovela, pasó en el templo Wat Rat Prakhong Tham, en Nonthaburi. Según cuentan, la señora, de 65 años, llevaba dos años postrada en cama, y su hermano, pensando que ya se había ido al otro lado, inició los trámites para donarle los órganos. ¡Pobre hombre, qué carrete tuvo que pasar! De hecho, por esos lados dicen que casi se le baja el corazón.
Todo comenzó cuando el personal del templo estaban conversando con el hermano acerca de los documentos para la cremación gratuita, un servicio que ofrecen para ayudar a las personas más necesitadas. Fue entonces cuando escucharon un golpecito proveniente del ataúd. ¡Y ahí sí, se armó el relajo!
Cuando abrieron el féretro, encontraron a la señora despierta, con los ojos abiertos y tratando de pedir ayuda. Un video que se viralizó rapidito en redes sociales muestra cómo mueve los brazos debajo de la tela blanca, mientras que los presentes se quedaban boquiabiertos. ¡Hasta los monjes se llevaron las manos a la frente, diay!
Afortunadamente, los médicos llegaron rápido al lugar y confirmaron que la señora estaba viva, aunque sufría de hipoglucemia severa, una bajada drástica del azúcar en la sangre. Parece que eso la hizo perder el conocimiento, dando la impresión de que estaba muerta. Ahora está internada en un hospital, recibiendo toda la atención médica necesaria, y el templo se ha comprometido a cubrir todos los gastos. ¡Menos mal que así pudieron salvarle la vida!
Este caso, además de ser súper particular, nos pone a pensar en algunas cosas. ¿Es suficiente tener un diagnóstico verbal de un doctor, especialmente en zonas rurales donde el acceso a servicios de salud es limitado? ¿No deberíamos exigir siempre estudios clínicos para confirmar la muerte de alguien? Esto me recuerda a la abuela de mi prima, que siempre decía que “el cuerpo aguanta mucho”...y parece que tenía razón, ¿eh?
Además, la historia nos recuerda la importancia de la cultura tailandesa respecto a la donación de órganos, un gesto noble que busca aliviar el sufrimiento de otras personas. Imaginen la angustia del hermano, que quería hacer algo bueno por su hermana y terminó enfrentándose a una situación surrealista. ¡Qué cargada debe haber sido para él!
En fin, la señora está estable y esperando recuperarse para volver a disfrutar de la vida. Pero la pregunta que queda flotando en el aire es: ¿crees que este caso debería llevar a replantear los protocolos para declarar la muerte en situaciones similares? ¿Debería haber una exigencia más estricta de certificados médicos, incluso en comunidades remotas? ¡Déjanos tus opiniones en los comentarios!
La historia, que parece sacada de una telenovela, pasó en el templo Wat Rat Prakhong Tham, en Nonthaburi. Según cuentan, la señora, de 65 años, llevaba dos años postrada en cama, y su hermano, pensando que ya se había ido al otro lado, inició los trámites para donarle los órganos. ¡Pobre hombre, qué carrete tuvo que pasar! De hecho, por esos lados dicen que casi se le baja el corazón.
Todo comenzó cuando el personal del templo estaban conversando con el hermano acerca de los documentos para la cremación gratuita, un servicio que ofrecen para ayudar a las personas más necesitadas. Fue entonces cuando escucharon un golpecito proveniente del ataúd. ¡Y ahí sí, se armó el relajo!
Cuando abrieron el féretro, encontraron a la señora despierta, con los ojos abiertos y tratando de pedir ayuda. Un video que se viralizó rapidito en redes sociales muestra cómo mueve los brazos debajo de la tela blanca, mientras que los presentes se quedaban boquiabiertos. ¡Hasta los monjes se llevaron las manos a la frente, diay!
Afortunadamente, los médicos llegaron rápido al lugar y confirmaron que la señora estaba viva, aunque sufría de hipoglucemia severa, una bajada drástica del azúcar en la sangre. Parece que eso la hizo perder el conocimiento, dando la impresión de que estaba muerta. Ahora está internada en un hospital, recibiendo toda la atención médica necesaria, y el templo se ha comprometido a cubrir todos los gastos. ¡Menos mal que así pudieron salvarle la vida!
Este caso, además de ser súper particular, nos pone a pensar en algunas cosas. ¿Es suficiente tener un diagnóstico verbal de un doctor, especialmente en zonas rurales donde el acceso a servicios de salud es limitado? ¿No deberíamos exigir siempre estudios clínicos para confirmar la muerte de alguien? Esto me recuerda a la abuela de mi prima, que siempre decía que “el cuerpo aguanta mucho”...y parece que tenía razón, ¿eh?
Además, la historia nos recuerda la importancia de la cultura tailandesa respecto a la donación de órganos, un gesto noble que busca aliviar el sufrimiento de otras personas. Imaginen la angustia del hermano, que quería hacer algo bueno por su hermana y terminó enfrentándose a una situación surrealista. ¡Qué cargada debe haber sido para él!
En fin, la señora está estable y esperando recuperarse para volver a disfrutar de la vida. Pero la pregunta que queda flotando en el aire es: ¿crees que este caso debería llevar a replantear los protocolos para declarar la muerte en situaciones similares? ¿Debería haber una exigencia más estricta de certificados médicos, incluso en comunidades remotas? ¡Déjanos tus opiniones en los comentarios!