Ay, mae, esto sí que cayó pelao. El Aeropuerto Internacional Juan Santamaría (AIJS) amaneció hoy con un panorama más complicado que encontrar parqueado en Escazú un domingo feriado. Una falla eléctrica de proporciones épicas ha paralizado por completo el espacio aéreo nacional, dejando a cientos de turistas y nacionales varados y con el corazón en la boca.
Según fuentes cercanas a la situación, todo comenzó alrededor de las ocho y media de la mañana, cuando pilotos recibieron la instrucción de abandonar aeronaves ya embarcazadas. El motivo, claro, una avería en la torre de control que, aparentemente, hizo bufonear a los técnicos. Imagínate, gente que tenía vuelos confirmados a Toronto, Miami, Medellín… todos suspendidos, esperando una señal de esperanza que parece demorar más que el papeleo del Refinería.
Javier Leitón, un turista canadiense que viajaba precisamente a Toronto, nos contó desde dentro del tumulto aeroportuario que la paciencia se agota rápido. “Desabordonamos del avión, nos dijeron que había problemas en la torre, y ahí estamos, sentados, mirando cómo pasa el tiempo. La comunicación es escasa, ¿eh? Uno se siente como si estuviera atrapado en una novela de espías, pero sin la adrenalina ni el martini,” nos comentó entre risas nerviosas. La verdad, uno lo entiende, estar ahí metido es pura torta.
Las autoridades de Aviación Civil, buscando ponerle pausa al asunto, han emitido comunicados asegurando que están trabajando a marchas forzadas para solucionar el problema, aunque sin ofrecer una fecha concreta de reanudación de operaciones. “Estamos haciendo todo lo posible para restablecer las condiciones normales”, declaró un representante, frases que no calman mucho los ánimos de quienes ven cómo sus planes de vacaciones o negocios se van al traste.
Y ni hablar de las conexiones perdidas. Muchos pasajeros se enfrentan ahora a la posibilidad de perder vuelos de conexión internacionales, lo que complica aún más la situación. Las aerolíneas, presionadas por la situación, parecen moverse a paso de tortuga para reacomodar a los pasajeros, generando una frustración palpable en las salas de espera. Varios usuarios en redes sociales han denunciado largas filas y falta de información clara por parte del personal de las líneas aéreas. Realmente, qué nivel de desorganización.
Expertos en aviación consultados señalan que una falla eléctrica de esta magnitud en la infraestructura del AIJS es preocupante, especialmente considerando el importante flujo de tráfico aéreo que maneja el país. Se cuestiona la inversión en mantenimiento preventivo y la necesidad de contar con sistemas de respaldo más robustos para evitar situaciones similares en el futuro. Además, surge la interrogante sobre la preparación de las autoridades ante emergencias de esta naturaleza; pareciera que el plan de contingencia estaba más oxidado que la estatua del Generalísimo Fernández Oreamuno.
Esta situación pone de manifiesto la vulnerabilidad de nuestro sistema de transporte aéreo ante fallas técnicas imprevistas y la importancia de fortalecer la infraestructura y protocolos de seguridad. El impacto económico también podría ser considerable, considerando los retrasos en el comercio internacional y el turismo. Esperemos que este incidente sirva como una llamada de atención para invertir en soluciones definitivas que eviten repetir este desagradable brete. Por cierto, ¿recuerdan aquel apagón masivo hace unos años?
Ante este panorama incierto, me pregunto: ¿Cuál creen ustedes debería ser la medida más urgente que debe tomar el gobierno para mejorar la confiabilidad y seguridad del espacio aéreo costarricense y evitar que situaciones como esta se conviertan en la norma, y no en la excepción?
Según fuentes cercanas a la situación, todo comenzó alrededor de las ocho y media de la mañana, cuando pilotos recibieron la instrucción de abandonar aeronaves ya embarcazadas. El motivo, claro, una avería en la torre de control que, aparentemente, hizo bufonear a los técnicos. Imagínate, gente que tenía vuelos confirmados a Toronto, Miami, Medellín… todos suspendidos, esperando una señal de esperanza que parece demorar más que el papeleo del Refinería.
Javier Leitón, un turista canadiense que viajaba precisamente a Toronto, nos contó desde dentro del tumulto aeroportuario que la paciencia se agota rápido. “Desabordonamos del avión, nos dijeron que había problemas en la torre, y ahí estamos, sentados, mirando cómo pasa el tiempo. La comunicación es escasa, ¿eh? Uno se siente como si estuviera atrapado en una novela de espías, pero sin la adrenalina ni el martini,” nos comentó entre risas nerviosas. La verdad, uno lo entiende, estar ahí metido es pura torta.
Las autoridades de Aviación Civil, buscando ponerle pausa al asunto, han emitido comunicados asegurando que están trabajando a marchas forzadas para solucionar el problema, aunque sin ofrecer una fecha concreta de reanudación de operaciones. “Estamos haciendo todo lo posible para restablecer las condiciones normales”, declaró un representante, frases que no calman mucho los ánimos de quienes ven cómo sus planes de vacaciones o negocios se van al traste.
Y ni hablar de las conexiones perdidas. Muchos pasajeros se enfrentan ahora a la posibilidad de perder vuelos de conexión internacionales, lo que complica aún más la situación. Las aerolíneas, presionadas por la situación, parecen moverse a paso de tortuga para reacomodar a los pasajeros, generando una frustración palpable en las salas de espera. Varios usuarios en redes sociales han denunciado largas filas y falta de información clara por parte del personal de las líneas aéreas. Realmente, qué nivel de desorganización.
Expertos en aviación consultados señalan que una falla eléctrica de esta magnitud en la infraestructura del AIJS es preocupante, especialmente considerando el importante flujo de tráfico aéreo que maneja el país. Se cuestiona la inversión en mantenimiento preventivo y la necesidad de contar con sistemas de respaldo más robustos para evitar situaciones similares en el futuro. Además, surge la interrogante sobre la preparación de las autoridades ante emergencias de esta naturaleza; pareciera que el plan de contingencia estaba más oxidado que la estatua del Generalísimo Fernández Oreamuno.
Esta situación pone de manifiesto la vulnerabilidad de nuestro sistema de transporte aéreo ante fallas técnicas imprevistas y la importancia de fortalecer la infraestructura y protocolos de seguridad. El impacto económico también podría ser considerable, considerando los retrasos en el comercio internacional y el turismo. Esperemos que este incidente sirva como una llamada de atención para invertir en soluciones definitivas que eviten repetir este desagradable brete. Por cierto, ¿recuerdan aquel apagón masivo hace unos años?
Ante este panorama incierto, me pregunto: ¿Cuál creen ustedes debería ser la medida más urgente que debe tomar el gobierno para mejorar la confiabilidad y seguridad del espacio aéreo costarricense y evitar que situaciones como esta se conviertan en la norma, y no en la excepción?
