¡Ay, Dios mío! Se armó un bronca tremenda con los accidentes de pólvora en los niños, diay. Con corte al 25 de diciembre, ya estamos casi igualito que el año pasado, y eso debería hacernos pensar un poquito, ¿no creen?
La cosa pinta fea, porque según el Hospital Nacional de Niños (HNN), este año hemos atendido a cuatro puros chamacos lastimados por jugar con chinchorros y otros artilugios peligrosos. Eso significa que ya vamos a mitad de los casos reportados el año pasado, y eso no es ningún chiste.
Imagínense la preocupación de los doctores y enfermeras del HNN, que día tras día ven llegar estos nenes con quemaduras, dedos mutilados y otras lesiones graves. No es la forma en que deberían pasar las fiestas, ¿verdad? Es un verdadero despiche ver sufrir a unos pequesitos por culpa de la irresponsabilidad de algunos adultos.
Los datos del hospital nos dicen que entre los accidentados hay un varoncito de entre cero y cuatro años – el más chiquito de todos –, otro de cinco a nueve, y dos adolescentes de entre diez y catorce. Esto demuestra que el problema afecta a todas las edades, y que la prevención debe ser constante.
Y ojo, esto no es cuento. Las autoridades sanitarias y educativas llevan tiempo haciendo campañas de concientización sobre los riesgos de la pólvora, pero parece que algunas personas no les prestan caso. ¡Qué pena! Hay que ponerle pausa a tanta necedad, porque meterse con la seguridad de los niños es inaceptable.
Por supuesto, no solo es responsabilidad de los padres. También son responsables los vendedores ambulantes que ofrecen pirotecnia ilegal, así como las personas que organizan fiestas y espectáculos públicos donde se utilizan fuegos artificiales sin tomar las debidas precauciones. ¡Un descuido puede arruinar la vida de un niño!
Ahora bien, más allá de las estadísticas y los números fríos, detrás de cada accidente hay una familia destrozada, un niño que sufre dolor físico y emocional, y sueños rotos. Recordemos que las fiestas decembrinas deben ser momentos de alegría y celebración, no de tragedia y sufrimiento. Tengamos cuidado y pongamos la seguridad de nuestros niños primero.
Así que mi gente, reflexionemos un poco: ¿realmente vale la pena poner en riesgo la salud y el bienestar de nuestros hijos por unas pocas horas de diversión efímera? ¿No sería mejor optar por alternativas más seguras y creativas para celebrar estas fiestas? Díganme, ¿qué medidas creen ustedes que se deberían implementar para reducir drásticamente los accidentes de pólvora en Costa Rica y asegurar unas fiestas seguras para todos los niños?
La cosa pinta fea, porque según el Hospital Nacional de Niños (HNN), este año hemos atendido a cuatro puros chamacos lastimados por jugar con chinchorros y otros artilugios peligrosos. Eso significa que ya vamos a mitad de los casos reportados el año pasado, y eso no es ningún chiste.
Imagínense la preocupación de los doctores y enfermeras del HNN, que día tras día ven llegar estos nenes con quemaduras, dedos mutilados y otras lesiones graves. No es la forma en que deberían pasar las fiestas, ¿verdad? Es un verdadero despiche ver sufrir a unos pequesitos por culpa de la irresponsabilidad de algunos adultos.
Los datos del hospital nos dicen que entre los accidentados hay un varoncito de entre cero y cuatro años – el más chiquito de todos –, otro de cinco a nueve, y dos adolescentes de entre diez y catorce. Esto demuestra que el problema afecta a todas las edades, y que la prevención debe ser constante.
Y ojo, esto no es cuento. Las autoridades sanitarias y educativas llevan tiempo haciendo campañas de concientización sobre los riesgos de la pólvora, pero parece que algunas personas no les prestan caso. ¡Qué pena! Hay que ponerle pausa a tanta necedad, porque meterse con la seguridad de los niños es inaceptable.
Por supuesto, no solo es responsabilidad de los padres. También son responsables los vendedores ambulantes que ofrecen pirotecnia ilegal, así como las personas que organizan fiestas y espectáculos públicos donde se utilizan fuegos artificiales sin tomar las debidas precauciones. ¡Un descuido puede arruinar la vida de un niño!
Ahora bien, más allá de las estadísticas y los números fríos, detrás de cada accidente hay una familia destrozada, un niño que sufre dolor físico y emocional, y sueños rotos. Recordemos que las fiestas decembrinas deben ser momentos de alegría y celebración, no de tragedia y sufrimiento. Tengamos cuidado y pongamos la seguridad de nuestros niños primero.
Así que mi gente, reflexionemos un poco: ¿realmente vale la pena poner en riesgo la salud y el bienestar de nuestros hijos por unas pocas horas de diversión efímera? ¿No sería mejor optar por alternativas más seguras y creativas para celebrar estas fiestas? Díganme, ¿qué medidas creen ustedes que se deberían implementar para reducir drásticamente los accidentes de pólvora en Costa Rica y asegurar unas fiestas seguras para todos los niños?
