¡Ay, Dios mío! Las autoridades penitenciarias andan descubriendo cosas turbias en nuestras cárceles. Parece que algunos internos se creen listos, pensando que pueden meter celulares a diestra y siniestra sin que nadie se entere. Pero bueno, ahí les va: encontraron un celular escondido a unos buenos metros de altura en un centro penitenciario, ¡y eso es solo la punta del iceberg!
Según fuentes de la Policía Penitenciaria, estos allanamientos son parte de las revisiones rutinarias que hacen para quitarle los chunches prohibidos a los reclusos. Se nota que los tipos le ponen bastante empeño a esconderlos, envolviendo los dispositivos en capas y capas de bolsas plásticas, tratando de ser más sigilosos que gato persiguiendo ratón. ¡Pero ahí los agarraron!
Imagínense la escena: dos oficiales escalando paredes con vigas metálicas como si fueran Spider-Man para alcanzar el celular. Después lo lanzan hacia abajo con una sábana… ¡parecía un partido de béisbol improvisado! Confirmen que era el cachivache que buscaban. ¡Qué nivel de dedicación para mandar mensajes y chatearle a la novia!
Pero esto no es un caso aislado, vamos. En otros centros también anduvieron sacando cositas ilícitas. En Terrazas encontraron ocho teléfonos, chips, hierba picada (¡qué pena!), y unas armas blancas. En la cárcel de Limón, la cosa estuvo más fea: armas blancas, marihuana, crack, cocaína, celulares... ¡un arsenal completo! En Pococí, otro celular y armas; en Liberia, más marihuana, crack, armas blancas y pipas. ¡Parece una tienda de provisiones clandestinas!
Y ni hablar del Centro Ofelia Vincenzi, donde encontraron dos armas blancas y... ¡una máquina para tatuar! ¿Para qué la van a querer tatuarse dentro de la cárcel, digo yo? Ya tienen suficiente tiempo libre para pensar en tonterías, imagínense ahora con tatuajes. Esto da mucho que pensar, ¿verdad?
Este panorama nos hace preguntarnos, ¿cómo diablos llegaron esos celulares y demás objetos a las cárceles? ¿Quiénes son responsables de facilitarles estos contrabandos? Porque no es posible que los reos tengan tanta facilidad para conseguir estas cosas, a menos que haya gente metida desde afuera, facilitándoles el brete. De verdad, ¡qué torta!
Las autoridades prometen seguir intensificando los controles y buscando nuevas formas de evitar que entren estos elementos ilegales a los centros penitenciarios. Dicen que están estudiando tecnología más avanzada para detectar los celulares y otros dispositivos electrónicos. Esperemos que sí, porque la seguridad en las cárceles es fundamental, no solo para los guardias, sino para toda la sociedad.
Ahora me pregunto, ¿creen ustedes que las medidas actuales son suficientes para controlar el ingreso de celulares y otros objetos prohibidos a las cárceles? ¿O deberíamos implementar medidas más drásticas, como revisar a fondo a todos los visitantes y empleados antes de permitirles ingresar? ¡Den su opinión en el foro!
Según fuentes de la Policía Penitenciaria, estos allanamientos son parte de las revisiones rutinarias que hacen para quitarle los chunches prohibidos a los reclusos. Se nota que los tipos le ponen bastante empeño a esconderlos, envolviendo los dispositivos en capas y capas de bolsas plásticas, tratando de ser más sigilosos que gato persiguiendo ratón. ¡Pero ahí los agarraron!
Imagínense la escena: dos oficiales escalando paredes con vigas metálicas como si fueran Spider-Man para alcanzar el celular. Después lo lanzan hacia abajo con una sábana… ¡parecía un partido de béisbol improvisado! Confirmen que era el cachivache que buscaban. ¡Qué nivel de dedicación para mandar mensajes y chatearle a la novia!
Pero esto no es un caso aislado, vamos. En otros centros también anduvieron sacando cositas ilícitas. En Terrazas encontraron ocho teléfonos, chips, hierba picada (¡qué pena!), y unas armas blancas. En la cárcel de Limón, la cosa estuvo más fea: armas blancas, marihuana, crack, cocaína, celulares... ¡un arsenal completo! En Pococí, otro celular y armas; en Liberia, más marihuana, crack, armas blancas y pipas. ¡Parece una tienda de provisiones clandestinas!
Y ni hablar del Centro Ofelia Vincenzi, donde encontraron dos armas blancas y... ¡una máquina para tatuar! ¿Para qué la van a querer tatuarse dentro de la cárcel, digo yo? Ya tienen suficiente tiempo libre para pensar en tonterías, imagínense ahora con tatuajes. Esto da mucho que pensar, ¿verdad?
Este panorama nos hace preguntarnos, ¿cómo diablos llegaron esos celulares y demás objetos a las cárceles? ¿Quiénes son responsables de facilitarles estos contrabandos? Porque no es posible que los reos tengan tanta facilidad para conseguir estas cosas, a menos que haya gente metida desde afuera, facilitándoles el brete. De verdad, ¡qué torta!
Las autoridades prometen seguir intensificando los controles y buscando nuevas formas de evitar que entren estos elementos ilegales a los centros penitenciarios. Dicen que están estudiando tecnología más avanzada para detectar los celulares y otros dispositivos electrónicos. Esperemos que sí, porque la seguridad en las cárceles es fundamental, no solo para los guardias, sino para toda la sociedad.
Ahora me pregunto, ¿creen ustedes que las medidas actuales son suficientes para controlar el ingreso de celulares y otros objetos prohibidos a las cárceles? ¿O deberíamos implementar medidas más drásticas, como revisar a fondo a todos los visitantes y empleados antes de permitirles ingresar? ¡Den su opinión en el foro!