Maes, agarren silla porque la vara que les voy a contar es otro nivel. Todos sabemos que el café de Costa Rica es una de las varas más tuanis que tenemos, nuestro famoso “grano de oro”. Pero una cosa es el cafecito que nos tomamos en la mañana para arrancar el día y otra, muy distinta, es el brete de orfebrería que se mandó la familia Navarro Porras allá en Santa María de Dota. Estos maes no solo producen café, producen leyendas líquidas. Y para demostrarlo, acaban de hacer algo histórico: la primera subasta privada de finca en el país, vendiendo un lote a un precio que suena a ciencia ficción.
La movida fue así: la Finca Monte Copey, que es el chuzo de finca de los Navarro Porras, sacó a la venta 12 “nanolotes”. Diay, ¿qué es esa vara? Imagínense que no son sacos, sino cantidades mínimas, casi de colección, de sus mejores granos, tratados con procesos súper innovadores. La subasta fue totalmente en línea, lo que permitió que tostadores y fiebres del café desde Japón hasta Noruega se dieran de codazos virtuales por estos chunches. La puja duró más de 38 horas seguidas, ¡casi dos días!, un despiche de ofertas que demostró el hambre que hay en el mundo por el café de verdad, el que tiene cédula y cuenta una historia.
Y es que estos maes no son ningunos aparecidos. La Finca Monte Copey tiene un currículum más cargado que bus de la Periférica a las 5 p.m. En 2014, para que se hagan una idea, se dejaron los lugares 1, 2, 4 y 5 del certamen Taza de Excelencia, que es como el Oscar del café tico. Y por si fuera poco, ese mismo año, su café fue el que usó el barista japonés Hidenori Izaki para ganar el Campeonato Mundial. O sea, estamos hablando de la crema y nata, de gente que entiende el grano a un nivel casi espiritual. Lo de ellos es una mezcla de tradición familiar con una innovación que ya quisieran muchas startups de tecnología.
Pero vamos al grano, al dato que nos tiene a todos con la boca abierta. El lote estrella, un Geisha con proceso natural llamado “Prototype Monte Azul”, se vendió a más de $101 la libra. ¡Ciento un dólares! Para ponerlo en perspectiva, eso es más de diez veces el precio con el que se negocia el café en el mercado internacional hoy. Es una locura absoluta. Como dijo el mismo Enrique Navarro Porras, uno de los cargas detrás de esta finca, la idea era crear un “puente directo” con los compradores más apasionados. Básicamente, se brincaron a todos los intermediarios para conectar con la gente que de verdad valora hasta la última gota de su brete. ¡Y vaya que lo valoraron!
Esta vara va más allá de una simple venta. Es un golazo para toda la industria cafetalera de Costa Rica. Demuestra que el camino para los productores no es solo vender más, sino vender mejor, apuntando a nichos que pagan lo que sea por una calidad excepcional. Es un mensaje potentísimo de que el café tico, cuando se trabaja con esta pasión y precisión, puede competir y ganar en las ligas mayores del mundo. Un evento que, sin duda, quedó a cachete. Ahora, les tiro la bola a ustedes, maes: ¿Creen que este tipo de iniciativas le abre la puerta a otros productores ticos para que se manden así de valientes? ¿O lo ven como un caso único, casi de unicornio? Y la pregunta del millón: ¿pagarían ustedes esa harina por una taza de café, solo por la experiencia?
La movida fue así: la Finca Monte Copey, que es el chuzo de finca de los Navarro Porras, sacó a la venta 12 “nanolotes”. Diay, ¿qué es esa vara? Imagínense que no son sacos, sino cantidades mínimas, casi de colección, de sus mejores granos, tratados con procesos súper innovadores. La subasta fue totalmente en línea, lo que permitió que tostadores y fiebres del café desde Japón hasta Noruega se dieran de codazos virtuales por estos chunches. La puja duró más de 38 horas seguidas, ¡casi dos días!, un despiche de ofertas que demostró el hambre que hay en el mundo por el café de verdad, el que tiene cédula y cuenta una historia.
Y es que estos maes no son ningunos aparecidos. La Finca Monte Copey tiene un currículum más cargado que bus de la Periférica a las 5 p.m. En 2014, para que se hagan una idea, se dejaron los lugares 1, 2, 4 y 5 del certamen Taza de Excelencia, que es como el Oscar del café tico. Y por si fuera poco, ese mismo año, su café fue el que usó el barista japonés Hidenori Izaki para ganar el Campeonato Mundial. O sea, estamos hablando de la crema y nata, de gente que entiende el grano a un nivel casi espiritual. Lo de ellos es una mezcla de tradición familiar con una innovación que ya quisieran muchas startups de tecnología.
Pero vamos al grano, al dato que nos tiene a todos con la boca abierta. El lote estrella, un Geisha con proceso natural llamado “Prototype Monte Azul”, se vendió a más de $101 la libra. ¡Ciento un dólares! Para ponerlo en perspectiva, eso es más de diez veces el precio con el que se negocia el café en el mercado internacional hoy. Es una locura absoluta. Como dijo el mismo Enrique Navarro Porras, uno de los cargas detrás de esta finca, la idea era crear un “puente directo” con los compradores más apasionados. Básicamente, se brincaron a todos los intermediarios para conectar con la gente que de verdad valora hasta la última gota de su brete. ¡Y vaya que lo valoraron!
Esta vara va más allá de una simple venta. Es un golazo para toda la industria cafetalera de Costa Rica. Demuestra que el camino para los productores no es solo vender más, sino vender mejor, apuntando a nichos que pagan lo que sea por una calidad excepcional. Es un mensaje potentísimo de que el café tico, cuando se trabaja con esta pasión y precisión, puede competir y ganar en las ligas mayores del mundo. Un evento que, sin duda, quedó a cachete. Ahora, les tiro la bola a ustedes, maes: ¿Creen que este tipo de iniciativas le abre la puerta a otros productores ticos para que se manden así de valientes? ¿O lo ven como un caso único, casi de unicornio? Y la pregunta del millón: ¿pagarían ustedes esa harina por una taza de café, solo por la experiencia?