¡Ay, dios mío, mándale! Esto sí que es movida. Resulta que un chino, Zhao Dian, de esos que salen en Forbes y tienen currículums más largos que la ruta 27, decidió tirar toda la toalla – literalmente – para vivir como cualquier otro peón en China. Olvídese de los departamentos lujosos en París, las maestrías en Sidney y los viajes pagados. Ahora duerme en la calle y come en comedores comunitarios. ¿Se cree mosca volando?
Este Zhao, que ya cumplió 32 años, pasó más de una década coleccionando títulos universitarios en las mejores instituciones del planeta: Shanghái, Nueva Zelanda, Sídney, Nueva York, Pekín… ¡Hasta Francia! Dos licenciaturas y tres maestrías en finanzas. Como para hacerle cosquillas al banco, ¿verdad? Pero parece que todo ese conocimiento no le sirvió de mucho porque andaba más perdido que chancho en ferretería.
Según cuenta en entrevistas con el South China Morning Post, su papá lo regañaba por zurdo y su mamá parecía hecha de piedra. El éxito académico se convirtió en una obsesión impuesta, una verdadera cadena dorada, como él mismo lo describió. Dice que su educación, en vez de darle alas, lo ató más. Imagínate la presión. Un mae que debió estar disfrutándose la vida, encerrado estudiando para complacer a otros.
Pero ahí está la clave, amigos. Trabajando en la cocina de un restaurante chino en París, encontró algo más valioso que todas esas certificaciones: tranquilidad. Lavar platos, según él, puede ser más feliz que buscar el trabajo perfecto. «Lavar platos puede traer felicidad. ¿Por qué esperar al trabajo ideal?» ¡Bómbala! Una frase que te deja pensando, ¿no creen?
Así que, en el 2023, Zhao regresa a China y decide soltarse de las cadenas. Dejó de lado el rol de gurú financiero y se mudó a Dali, en Yunnan, donde empezó a vivir en las calles, comiendo comida barata y buscando algún lugar para echarse una ducha rápida. Vive con lo justo: ropa usada, un aparatito para leer libros electrónicos y un poquito de ahorro guardado. Ahora dedica su tiempo a leer, viajar y hasta organiza clubes de lectura y charlas psicológicas gratis para la gente. ¡Qué chiva!
Su día a día es súper sencillo: se levanta con el gallo y se acuesta temprano. Con 100 yuanes mensuales – eso son como $14 dólares – dice sentirse más libre que nunca. ¡Imagínense eso! Vivir con tan poco dinero y sentir tanta libertad. Él afirma que la pobreza le ha dado más que toda la riqueza que alguna vez tuvo. A veces pienso que estos chinos tienen la llave de la felicidad y nosotros la andamos buscando en cosas materiales.
Obvio, la gente está dividida. Algunos lo ven como un héroe, un ejemplo de valentía y búsqueda interior. Dicen que es un tipo que se atrevió a romper con las expectativas sociales y familiares para encontrar su propio camino. Otros, más críticos, señalan que es irresponsable, especialmente por su hija de 10 años, con la que se comunica online. Hay quienes dicen que sus viejos invirtieron una fortuna en su educación para que luego la tirara al viento. ¡Qué carga! Pero bueno, cada quien tiene su opinión.
La verdad es que esta historia nos pone a reflexionar: ¿qué demonios significa realmente el éxito? ¿Es tener un buen puesto, ganar un montón de plata y aparentar cosas que no son? O es simplemente encontrar la paz interior, vivir una vida auténtica y ser feliz, aunque eso signifique vivir con lo básico. Con tanto estrés, competencia y exigencia laboral que hay hoy en día, quizás deberíamos todos considerar seriamente el camino de Zhao. ¿Ustedes qué piensan, compas? ¿Se animarían a dejarlo todo atrás para buscar la felicidad genuina o prefieren seguir persiguiendo ese espejismo del 'éxito' tradicional?
Este Zhao, que ya cumplió 32 años, pasó más de una década coleccionando títulos universitarios en las mejores instituciones del planeta: Shanghái, Nueva Zelanda, Sídney, Nueva York, Pekín… ¡Hasta Francia! Dos licenciaturas y tres maestrías en finanzas. Como para hacerle cosquillas al banco, ¿verdad? Pero parece que todo ese conocimiento no le sirvió de mucho porque andaba más perdido que chancho en ferretería.
Según cuenta en entrevistas con el South China Morning Post, su papá lo regañaba por zurdo y su mamá parecía hecha de piedra. El éxito académico se convirtió en una obsesión impuesta, una verdadera cadena dorada, como él mismo lo describió. Dice que su educación, en vez de darle alas, lo ató más. Imagínate la presión. Un mae que debió estar disfrutándose la vida, encerrado estudiando para complacer a otros.
Pero ahí está la clave, amigos. Trabajando en la cocina de un restaurante chino en París, encontró algo más valioso que todas esas certificaciones: tranquilidad. Lavar platos, según él, puede ser más feliz que buscar el trabajo perfecto. «Lavar platos puede traer felicidad. ¿Por qué esperar al trabajo ideal?» ¡Bómbala! Una frase que te deja pensando, ¿no creen?
Así que, en el 2023, Zhao regresa a China y decide soltarse de las cadenas. Dejó de lado el rol de gurú financiero y se mudó a Dali, en Yunnan, donde empezó a vivir en las calles, comiendo comida barata y buscando algún lugar para echarse una ducha rápida. Vive con lo justo: ropa usada, un aparatito para leer libros electrónicos y un poquito de ahorro guardado. Ahora dedica su tiempo a leer, viajar y hasta organiza clubes de lectura y charlas psicológicas gratis para la gente. ¡Qué chiva!
Su día a día es súper sencillo: se levanta con el gallo y se acuesta temprano. Con 100 yuanes mensuales – eso son como $14 dólares – dice sentirse más libre que nunca. ¡Imagínense eso! Vivir con tan poco dinero y sentir tanta libertad. Él afirma que la pobreza le ha dado más que toda la riqueza que alguna vez tuvo. A veces pienso que estos chinos tienen la llave de la felicidad y nosotros la andamos buscando en cosas materiales.
Obvio, la gente está dividida. Algunos lo ven como un héroe, un ejemplo de valentía y búsqueda interior. Dicen que es un tipo que se atrevió a romper con las expectativas sociales y familiares para encontrar su propio camino. Otros, más críticos, señalan que es irresponsable, especialmente por su hija de 10 años, con la que se comunica online. Hay quienes dicen que sus viejos invirtieron una fortuna en su educación para que luego la tirara al viento. ¡Qué carga! Pero bueno, cada quien tiene su opinión.
La verdad es que esta historia nos pone a reflexionar: ¿qué demonios significa realmente el éxito? ¿Es tener un buen puesto, ganar un montón de plata y aparentar cosas que no son? O es simplemente encontrar la paz interior, vivir una vida auténtica y ser feliz, aunque eso signifique vivir con lo básico. Con tanto estrés, competencia y exigencia laboral que hay hoy en día, quizás deberíamos todos considerar seriamente el camino de Zhao. ¿Ustedes qué piensan, compas? ¿Se animarían a dejarlo todo atrás para buscar la felicidad genuina o prefieren seguir persiguiendo ese espejismo del 'éxito' tradicional?
