¡Ay, Dios mío! Finalmente, después de tanto tiempo esperando, tenemos 104 kilómetros de la ruta 32 con cuatro carriles. Desde Río Frío hasta Limón centro, parece que ahora sí vamos a poder movernos un poquito más tranquilos hacia la costa Caribe. Eso sí, con sus cositas, porque ni modo que fuera perfecto, ¿verdad?
Para los que no estén enterados, este proyecto arrastró más que un carro atascado en lodo. Empezó allá por noviembre del 2017, y ocho años después, recién estamos viendo esto a cuatro carriles. ¡Ocho años, diay! Uno esperaría que ya estuviera todo listo, pintadito y con flores. Pero bueno, agradecidos de lo que hay.
Lo que sí tienen bien puesto son las barreras divisorias, separando los carriles para evitar choques frontales –eso siempre da tranquilidad–. Aunque, ¡ojo!, todavía quedan siete “zonas de convergencia”. Es decir, esos puntos donde se juntan los carriles, tipo Jiménez, La Perla, El Mangal… ahí hay que ponerle atención extra para no irse al traste. Son ventanas estratégicas para hacer giros y desvíos, pero también potenciales dolores de cabeza si no estás atento.
Y aunque hayan habilitado los cuatro carriles, no nos pongamos a cantar victoria todavía. El MOPT, que no podía faltar, nos recuerda que los trabajos siguen. Cordones de caño, drenajes, baranda central de concreto… ¡todavía queda brete por hacer! Así que prepárense, porque seguirán viéndonos obreros trabajando en medio de la carretera, y tendremos que circular con precaución y respetar los límites de velocidad. No queremos que nadie se jale una torta por andar confiado.
Muchos se preguntarán qué pasó con todas esas rotondas que estaban prometidas. Pues ahí seguimos con ellas, embotellando el tráfico. Lo mismo con los puentes peatonales; todavía son una promesa de futuro. Parece que reemplazar eso por pasos a desnivel va a tomar aún más tiempo del que llevamos ya con este proyecto. Una pena, porque sería mucho más eficiente y seguro para todos.
Si pensamos en el impacto económico, tener una ruta 32 decente es fundamental para el desarrollo de Limón y toda la región Caribeña. Facilita el transporte de mercancías, el turismo y, en general, conecta mejor a las comunidades. Pero claro, para que haya un verdadero impacto positivo, necesitamos que estas mejoras sean sostenibles y se mantengan a largo plazo. Que no se conviertan en otra obra pública abandonada a su suerte.
Algunos recordarán las críticas y controversias que generó este proyecto. Atrasos, costos inflados, denuncias de corrupción... Todo eso dejó una mancha en la imagen del MOPT y generó frustración en la población. Esperemos que esta vez sí puedan terminar el trabajo de manera transparente y eficiente, demostrando que aprendieron la lección y que pueden cumplir sus promesas. Porque al final, nosotros somos los que pagamos la factura, ¿no es así?
Ahora bien, después de tantos años de espera y con todavía tanto por hacer, me pregunto: ¿Realmente creen que este proyecto de la Ruta 32 valió la pena todo este tiempo y dinero invertido? ¿Y cuál debería ser la prioridad del gobierno en cuanto a infraestructura vial para mejorar la conectividad en Costa Rica?
Para los que no estén enterados, este proyecto arrastró más que un carro atascado en lodo. Empezó allá por noviembre del 2017, y ocho años después, recién estamos viendo esto a cuatro carriles. ¡Ocho años, diay! Uno esperaría que ya estuviera todo listo, pintadito y con flores. Pero bueno, agradecidos de lo que hay.
Lo que sí tienen bien puesto son las barreras divisorias, separando los carriles para evitar choques frontales –eso siempre da tranquilidad–. Aunque, ¡ojo!, todavía quedan siete “zonas de convergencia”. Es decir, esos puntos donde se juntan los carriles, tipo Jiménez, La Perla, El Mangal… ahí hay que ponerle atención extra para no irse al traste. Son ventanas estratégicas para hacer giros y desvíos, pero también potenciales dolores de cabeza si no estás atento.
Y aunque hayan habilitado los cuatro carriles, no nos pongamos a cantar victoria todavía. El MOPT, que no podía faltar, nos recuerda que los trabajos siguen. Cordones de caño, drenajes, baranda central de concreto… ¡todavía queda brete por hacer! Así que prepárense, porque seguirán viéndonos obreros trabajando en medio de la carretera, y tendremos que circular con precaución y respetar los límites de velocidad. No queremos que nadie se jale una torta por andar confiado.
Muchos se preguntarán qué pasó con todas esas rotondas que estaban prometidas. Pues ahí seguimos con ellas, embotellando el tráfico. Lo mismo con los puentes peatonales; todavía son una promesa de futuro. Parece que reemplazar eso por pasos a desnivel va a tomar aún más tiempo del que llevamos ya con este proyecto. Una pena, porque sería mucho más eficiente y seguro para todos.
Si pensamos en el impacto económico, tener una ruta 32 decente es fundamental para el desarrollo de Limón y toda la región Caribeña. Facilita el transporte de mercancías, el turismo y, en general, conecta mejor a las comunidades. Pero claro, para que haya un verdadero impacto positivo, necesitamos que estas mejoras sean sostenibles y se mantengan a largo plazo. Que no se conviertan en otra obra pública abandonada a su suerte.
Algunos recordarán las críticas y controversias que generó este proyecto. Atrasos, costos inflados, denuncias de corrupción... Todo eso dejó una mancha en la imagen del MOPT y generó frustración en la población. Esperemos que esta vez sí puedan terminar el trabajo de manera transparente y eficiente, demostrando que aprendieron la lección y que pueden cumplir sus promesas. Porque al final, nosotros somos los que pagamos la factura, ¿no es así?
Ahora bien, después de tantos años de espera y con todavía tanto por hacer, me pregunto: ¿Realmente creen que este proyecto de la Ruta 32 valió la pena todo este tiempo y dinero invertido? ¿Y cuál debería ser la prioridad del gobierno en cuanto a infraestructura vial para mejorar la conectividad en Costa Rica?