HOY SALIO EN LA NACION UNA INTERESANTE NOTA DEL EXCONTRALOR GENERAL DE LA REPUBLICA CON RESPECTO AL TEMA, SE LOS DEJO PARA QUE LO DISFRUTEN
Rafael A. Chinchilla |
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Estadio Nacional y zancadillas
Intereses personales se camuflan para obstruir con harapos jurídicos
Excontralor General de la República
Hace más de un año se informó, con profusa publicidad, que a corto plazo tendríamos un estadio regalado por China, país que deslumbró con las mejores instalaciones y Juegos Olímpicos de la historia. Como un cuento de hadas.
La noticia me impactó, como pocas veces. Pensé en el embellecimiento del Parque y la atracción que generaría. Soñé con instalaciones inconcebibles en el país de la eterna crisis fiscal, la politiquería y las aberrantes tramitologías y obstáculos en contratación.
Ni con regalos. Intereses y celos personales se camuflan para obstruir, con harapos jurídicos disfrazados de interés público, la gestión de los designados para administrar la hacienda nacional: hay que procurar que “este” no se luzca ni pase a la historia con semejante obra. Nuestro desprestigio en infraestructura es indiscutible, tema de todos los días.
El colmo: ni con grandes obras regaladas podemos avanzar. Tratar de sacar la carreta del charco es caer en la fábrica de riesgos y frustraciones de la función pública. Así, aunque no era fácil soñar con el regalo, seguí alimentando el espíritu con grandes ilusiones.
Emboscada judicial. El proyecto exigía una costosa demolición. El Gobierno, que no requería autorizaciones, en alarde de eficiencia, y mucha publicidad, inició el proyecto. El Estadio desapareció y se continuó con el diseño del embellecimiento de zonas aledañas y reforestación del resto del Parque (convenio con INBIO) y atendiendo mil detalles más, como lo del congestionamiento vial.
China, dando por hecho que estaba tratando con un país civilizado, trabajó coordinadamente en planos y se preparó para poner manos a la obra dentro de pocos días: maquinaria pesada en camino.
En momentos en que chinos y ticos seguían trabajando, y esperábamos ansiosos el momento cumbre, recibimos el tremendo disgusto de la emboscada judicial que paralizó la obra y busca privarnos del extraordinario e inusual regalo. ¡Un cuento macabro, una vergüenza!
Los responsables. Los causantes de esta barbarie: A don Guido Sáenz y unos amigos se les ocurrió, después de un año de ver a gente valiosa corriendo y gastando dinero público, que tienen más poderes que el Gobierno, que pueden oponerse al regalo y dejar, a la posteridad, un gran hueco para picnic y, como consecuencia, desprestigiar al presidente Arias por haber dinamitado el viejo Estadio. Hasta una placa conmemorativa podrían poner en el sitio.
Hace cerca de 25 años, otros enemigos del progreso trataron de impedir que el páramo de La Sabana se convirtiera en el oasis de que hoy disfrutamos. Y el pretexto usado fue “La Sabana para el deporte”. Con el rescate de las Aduanas para el servicio de la cultura, algo parecido ocurrió.
En ambos casos, don Guido Sáenz fue el abanderado de los intereses nacionales, y debió soportar todo tipo de ataques, recursos y maledicencias. Con motivo de su gestión como ministro y en particular de la primera gran empresa, lo conocí más a fondo y lo apoyé, le tomé afecto y nació una especial amistad. Hoy me ha sorprendido negativamente, y lamento viraje tan radical, por motivos desconocidos –no creo en los alegados– que dan espacio a presumir la existencia de un conflicto personal .
Un sistema institucional. He salido a decir lo que pienso porque me niego a ahogar la indignación que me han producido personas que creía conocer, con su esfuerzo por detener la construc- ción de un templo para la práctica de deportes; de un sitio donde cantar, danzar, cultivar el espíritu y el cuerpo y conocer múltiples expresiones de arte; un teatro abierto a todos los estratos sociales de una población que merece la donación que, en excepcional momento, aceptó el visionario presidente Óscar Arias.
Debemos hacer conciencia sobre lo perjudicial de estos obstáculos y procurar un ejercicio responsable del derecho. Que solo razones de evidente interés público permitan paralizar la acción administrativa. Estamos urgidos de gestión que reponga décadas perdidas por saqueos y políticas erradas, para seguir apostando por su sistema institucional.
Un juego peligroso. No debemos perder el tiempo, haciendo filosofía del derecho sobre las potestades de un Gobierno para recibir una obra regalada, de más de cuarenta mil millones de colones que, además, vendría a convertirse en una joya del patrimonio nacional.
La función pública se ha convertido en una trampa que, en cualquier momento, sorprende al funcionario. Si don Guido y su gente creían tener motivos para oponerse a la obra –que no los encuentro– el incidente debió ser presentado antes de preparar el terreno a un alto costo.
No confundamos a quienes desconocen la ciencia jurídica, haciéndoles creer, con esta acción, que el Gobierno ha actuado ilegalmente. Es un juego peligroso para la democracia.