¡Ay, Dios mío! Esto de Sarapiquí, mael, se puso bien feo. Lo que pasó en Jerusalén es de película de terror, pa' que les voy a contar. Uno creería que estas cosas solo pasan en otros lados, pero no, acá en nuestra Costa Rica, con hermanos encima. Parece mentira, pero es real, y ni hablar del susto que agarró toda la gente.
Según nos cuentan los vecinos, la tranquilidad de Jerusalén, ese pueblito apacible allá en Puerto Viejo de Sarapiquí, se destrozó el domingo pasado. Resulta que apareció el cuerpo de un hombre, hecho pedazos, en una finca de esos lugares donde ni el sol entra. Una verdadera tragedia, dicen, y ahora hasta los perros andan con miedo, mael. ¡Qué sal!
El OIJ llegó al lugar con todo, porque eso era pa' ponerle pausa a cualquiera. Se reportó la emergencia al 9-1-1, y cuando llegaron los equipos de rescate y la Fuerza Pública, ¡qué escena vieron!, diay. Hablamos de un señor, identificado como Juan Urbina, un nicaragüense que vivía por allá, encontrado sin cabeza y con el pecho abierto, ¡parecía sacado de una novela de terror! De plano, una barbaridad que te helaba la sangre, mael.
Y la cosa se pone aún peor, porque, según las investigaciones, el responsable de tamaña atrocidad… ¡era su propio hermano! Sí, así como lo escucharon. Un señor de nombre Rodríguez, también de nacionalidad nicaragüense, fue el que le dio muerte a Juan. Imagínense el dolor de la madre, de los familiares... qué brete pasar por eso, diay.
Después de encontrar el cuerpo, los oficiales empezaron a buscar al sospechoso, que ya había salido corriendo. No dieron mucho rodeo y, gracias a la información que recogieron en la finca, supieron que se había escapado hacia San Cristóbal. El OIJ montó un operativo rapidísimo, ¡pa’ que no se fuera pa’ otro lado!, y lo capturaron la misma tarde del domingo. Menos mal que lo agarraron antes de que se metiera en problemas mayores.
Ahora el detenido está a disposición del Ministerio Público, enfrentando cargos por fratricidio. Las autoridades todavía están tratando de averiguar qué causó tanta bronca, qué pudo haber llevado a un hermano a hacerle eso a otro. Dicen que en esas zonas rurales, muchas veces los problemas empiezan por tierra, plata o simplemente por malos entendidos. Pero, bueno, matar a alguien así, ¡eso ya es otra cosa, mael!, eso ya es irse al traste sin remedio.
Este caso ha removido la polvorienta vida de Sarapiquí. La gente está consternada, hablando en voz baja y preguntándose cómo puede pasar algo así en su comunidad. Algunos dicen que la crisis económica, el estrés y el fácil acceso al alcohol, han hecho que la gente pierda la cordura. Otros, que simplemente se trata de un acto irracional, de una furia desatada que no tiene explicación lógica. Lo cierto es que nadie entiende cómo pudo llegar a tanto.
Ahora, pensando en todo esto, me pregunto: ¿Cómo podemos prevenir estos actos de violencia familiar tan extremos? ¿Será que necesitamos fortalecer los programas de apoyo psicológico en nuestras comunidades, especialmente en las zonas más vulnerables? ¡Digan lo que digan, este caso nos deja una reflexión amarga y la necesidad urgente de trabajar juntos para construir una sociedad más segura y justa para todos!
Según nos cuentan los vecinos, la tranquilidad de Jerusalén, ese pueblito apacible allá en Puerto Viejo de Sarapiquí, se destrozó el domingo pasado. Resulta que apareció el cuerpo de un hombre, hecho pedazos, en una finca de esos lugares donde ni el sol entra. Una verdadera tragedia, dicen, y ahora hasta los perros andan con miedo, mael. ¡Qué sal!
El OIJ llegó al lugar con todo, porque eso era pa' ponerle pausa a cualquiera. Se reportó la emergencia al 9-1-1, y cuando llegaron los equipos de rescate y la Fuerza Pública, ¡qué escena vieron!, diay. Hablamos de un señor, identificado como Juan Urbina, un nicaragüense que vivía por allá, encontrado sin cabeza y con el pecho abierto, ¡parecía sacado de una novela de terror! De plano, una barbaridad que te helaba la sangre, mael.
Y la cosa se pone aún peor, porque, según las investigaciones, el responsable de tamaña atrocidad… ¡era su propio hermano! Sí, así como lo escucharon. Un señor de nombre Rodríguez, también de nacionalidad nicaragüense, fue el que le dio muerte a Juan. Imagínense el dolor de la madre, de los familiares... qué brete pasar por eso, diay.
Después de encontrar el cuerpo, los oficiales empezaron a buscar al sospechoso, que ya había salido corriendo. No dieron mucho rodeo y, gracias a la información que recogieron en la finca, supieron que se había escapado hacia San Cristóbal. El OIJ montó un operativo rapidísimo, ¡pa’ que no se fuera pa’ otro lado!, y lo capturaron la misma tarde del domingo. Menos mal que lo agarraron antes de que se metiera en problemas mayores.
Ahora el detenido está a disposición del Ministerio Público, enfrentando cargos por fratricidio. Las autoridades todavía están tratando de averiguar qué causó tanta bronca, qué pudo haber llevado a un hermano a hacerle eso a otro. Dicen que en esas zonas rurales, muchas veces los problemas empiezan por tierra, plata o simplemente por malos entendidos. Pero, bueno, matar a alguien así, ¡eso ya es otra cosa, mael!, eso ya es irse al traste sin remedio.
Este caso ha removido la polvorienta vida de Sarapiquí. La gente está consternada, hablando en voz baja y preguntándose cómo puede pasar algo así en su comunidad. Algunos dicen que la crisis económica, el estrés y el fácil acceso al alcohol, han hecho que la gente pierda la cordura. Otros, que simplemente se trata de un acto irracional, de una furia desatada que no tiene explicación lógica. Lo cierto es que nadie entiende cómo pudo llegar a tanto.
Ahora, pensando en todo esto, me pregunto: ¿Cómo podemos prevenir estos actos de violencia familiar tan extremos? ¿Será que necesitamos fortalecer los programas de apoyo psicológico en nuestras comunidades, especialmente en las zonas más vulnerables? ¡Digan lo que digan, este caso nos deja una reflexión amarga y la necesidad urgente de trabajar juntos para construir una sociedad más segura y justa para todos!
