¡Aguante! Quién diría que en este país, aparte de los robos a domicilio y las estafas virtuales, también nos estamos tragando unos secuestros express a toda máquina. No hablamos del tipo de película hollywoodense con planes de rescate millonario, sino de algo que pasa más seguido de lo que pensamos, casi como un susto inesperado en la parada. Según datos duros, la privación de libertad se mete en nuestras vidas, promediando un caso cada dos días – ¡una barbaridad!
Resulta que el OIJ ha dividido estos casos en dos categorías principales. Por un lado, tenemos esos secuestros que sirven como trampolín para hacer otras cosas turbias. Imagínate que entran a robar a tu casa, te encierran para que no puedas gritar ni llamar a la policía, y luego se llevan todas tus cosas. Un plan bastante mañoso, ¿eh? Marlon Carrillo, del OIJ, nos explicó que esto funciona como un puente para otros delitos, aprovechándose de la indefensión.
Pero hay otra categoría que da aún más qué pensar: la privación de libertad como fin en sí mismo. Aquí la motivación no es necesariamente el dinero, sino otras cosas raras. Desde retener a una pareja celosa hasta encerrar a un vicioso que no paga sus dosis, pasando por echar a la calle a amigos indeseados o a un empleado que no le agrada al jefe. ¡Qué bronca! Uno se queda pensando qué clase de gente andamos cruzándonos por ahí.
Lo curioso de todo esto es que, según Carrillo, muchos de estos casos tienen que ver con relaciones de confianza. El victimario no es un extraño que aparece de la nada, sino alguien cercano a la víctima: una pareja, un proveedor de drogas, un conocido. Esto hace que la situación sea aún más complicada, porque la traición duele más y es más difícil de predecir. Y claro, cuando menos lo esperas, ¡zas!, te encuentras privado de tu libertad.
Las estadísticas del OIJ pintan un panorama preocupante: 129 casos el año pasado y 116 hasta ahora en 2025. Aunque parezca mucho, quizás no estamos dimensionando la gravedad de la situación. Estos casos se reparten por todo el territorio nacional, demostrando que nadie está exento de caer en estas ‘varas’ tramposas. Lo que nos demuestra que la seguridad, aunque siempre la queremos creer blindada, a veces se nos escapa entre los dedos.
Ahora, ¿qué hacemos si nos encontramos en esta situación? Pues, según Carrillo, la mayoría de estos casos son espontáneos, lo que significa que no podemos anticiparlos. Lo primero, dice, es mantener la calma – tarea difícil, lo sé – y observar bien dónde estás y quiénes te rodean. Trata de comunicarte con el 911 o con algún familiar que pueda alertar a las autoridades. Y ahí es donde entra la clave: tener a alguien que haga el vínculo con la policía para que puedan organizar un rescate rápido.
La ley es clara: la privación de libertad se castiga con prisión de seis meses a tres años si no hay ánimo de lucro. Pero si hay agravantes, como la participación de menores de edad, violencia, o abuso de poder, la pena aumenta a cuatro a diez años. ¡Un buen recordatorio para aquellos que piensen meterse con la libertad de los demás! Porque aquí en Costa Rica no nos vamos a dejar amedrentar tan fácil, y la justicia, aunque a veces tarde, llega.
En fin, esta situación nos invita a reflexionar sobre la importancia de estar alerta y cuidar nuestras relaciones. Pero dime, ¿crees que deberíamos implementar medidas preventivas específicas para evitar estos casos de privación de libertad, enfocándonos en educar sobre relaciones saludables y denunciar abusos desde el principio, o es suficiente con fortalecer la respuesta policial ante estos hechos?
Resulta que el OIJ ha dividido estos casos en dos categorías principales. Por un lado, tenemos esos secuestros que sirven como trampolín para hacer otras cosas turbias. Imagínate que entran a robar a tu casa, te encierran para que no puedas gritar ni llamar a la policía, y luego se llevan todas tus cosas. Un plan bastante mañoso, ¿eh? Marlon Carrillo, del OIJ, nos explicó que esto funciona como un puente para otros delitos, aprovechándose de la indefensión.
Pero hay otra categoría que da aún más qué pensar: la privación de libertad como fin en sí mismo. Aquí la motivación no es necesariamente el dinero, sino otras cosas raras. Desde retener a una pareja celosa hasta encerrar a un vicioso que no paga sus dosis, pasando por echar a la calle a amigos indeseados o a un empleado que no le agrada al jefe. ¡Qué bronca! Uno se queda pensando qué clase de gente andamos cruzándonos por ahí.
Lo curioso de todo esto es que, según Carrillo, muchos de estos casos tienen que ver con relaciones de confianza. El victimario no es un extraño que aparece de la nada, sino alguien cercano a la víctima: una pareja, un proveedor de drogas, un conocido. Esto hace que la situación sea aún más complicada, porque la traición duele más y es más difícil de predecir. Y claro, cuando menos lo esperas, ¡zas!, te encuentras privado de tu libertad.
Las estadísticas del OIJ pintan un panorama preocupante: 129 casos el año pasado y 116 hasta ahora en 2025. Aunque parezca mucho, quizás no estamos dimensionando la gravedad de la situación. Estos casos se reparten por todo el territorio nacional, demostrando que nadie está exento de caer en estas ‘varas’ tramposas. Lo que nos demuestra que la seguridad, aunque siempre la queremos creer blindada, a veces se nos escapa entre los dedos.
Ahora, ¿qué hacemos si nos encontramos en esta situación? Pues, según Carrillo, la mayoría de estos casos son espontáneos, lo que significa que no podemos anticiparlos. Lo primero, dice, es mantener la calma – tarea difícil, lo sé – y observar bien dónde estás y quiénes te rodean. Trata de comunicarte con el 911 o con algún familiar que pueda alertar a las autoridades. Y ahí es donde entra la clave: tener a alguien que haga el vínculo con la policía para que puedan organizar un rescate rápido.
La ley es clara: la privación de libertad se castiga con prisión de seis meses a tres años si no hay ánimo de lucro. Pero si hay agravantes, como la participación de menores de edad, violencia, o abuso de poder, la pena aumenta a cuatro a diez años. ¡Un buen recordatorio para aquellos que piensen meterse con la libertad de los demás! Porque aquí en Costa Rica no nos vamos a dejar amedrentar tan fácil, y la justicia, aunque a veces tarde, llega.
En fin, esta situación nos invita a reflexionar sobre la importancia de estar alerta y cuidar nuestras relaciones. Pero dime, ¿crees que deberíamos implementar medidas preventivas específicas para evitar estos casos de privación de libertad, enfocándonos en educar sobre relaciones saludables y denunciar abusos desde el principio, o es suficiente con fortalecer la respuesta policial ante estos hechos?
