¿Sed de poder e influencia? ¿Qué motiva a educadores privilegiados de la UCR a ocupar puestos en el consejo universitario?

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La Universidad de Costa Rica (UCR), ícono de la educación pública, parece tener su propio microcosmos lleno de contradicciones. Mientras miles de jóvenes luchan por obtener un cupo en sus aulas, muchos se ven forzados a recurrir a costosas universidades privadas, ya que el “faro de la educación superior” simplemente no tiene espacio para todos.

Con un presupuesto multimillonario, la UCR sigue rechazando a más estudiantes de los que acepta, y esto no es un fenómeno nuevo, sino una constante que ya roza lo vergonzoso.

Es curioso cómo, en lugar de destinar estos vastos recursos para ampliar la cobertura y garantizar una educación pública accesible para más jóvenes, la institución parece preferir gastarlo en mantener jugosos salarios de su sector administrativo y docente.

¿Será que formar una élite educativa es parte de la misión?

Los puestos en el Consejo Universitario, el máximo órgano de poder dentro de la UCR, parecen atraer a los educadores más privilegiados, quienes se disputan estos espacios con pasión. Algunos dirían que no es por el salario, sino por el noble deseo de "servir". Claro, siempre es fácil justificarse detrás de la retórica de servicio público cuando se ocupa una posición de influencia en una de las instituciones mejor financiadas del país.

La última elección para el Consejo Universitario del sector administrativo no deja de levantar cejas. Los candidatos, movidos, aparentemente, por un fervor democrático, buscan representar a su gremio y tomar decisiones trascendentales sobre el futuro de la universidad. Sin embargo, la pregunta que flota en el aire es: ¿quién se beneficia realmente de estas decisiones? Porque los estudiantes, esos jóvenes de secundaria que sueñan con un futuro brillante en la UCR, parecen ser los grandes olvidados. Cada año, cientos, si no miles, de ellos se ven obligados a buscar alternativas en universidades privadas, donde los costos de matrícula pueden dejar a las familias al borde de la ruina. Todo esto mientras la UCR administra un presupuesto digno de envidia.

En lugar de abrir las puertas a más estudiantes, parece que la UCR prefiere mantener sus procesos de selección exclusivos y costosos, porque claro, nada grita "universidad pública" como una lista de espera interminable. Los administradores que luchan por un puesto en el Consejo Universitario podrán argumentar que trabajan incansablemente por el bien de la institución, pero los números hablan por sí solos: más rechazados que aceptados. El discurso del "presupuesto insuficiente" comienza a sonar como una excusa débil cuando se ven los salarios que ciertos funcionarios gozan, muy alejados de la realidad económica del país.

¿Será que la UCR se ha convertido en un club de élite al que solo los más afortunados pueden acceder?

Al menos, en lo que respecta a su cuerpo administrativo, todo parece indicar que hay una batalla constante por mantener el control y el poder sobre las decisiones que rigen el destino de la institución. Y mientras tanto, la juventud costarricense sigue esperando afuera, deseando una oportunidad que, en teoría, debería estar al alcance de todos.

El gran dilema aquí no es solo la escasez de cupos, sino la priorización de los recursos. Si la UCR realmente quisiera ser la universidad del pueblo, cabría preguntarse si no sería más eficiente destinar una parte más considerable de ese presupuesto a ampliar la capacidad de ingreso. Pero, claro, esto requeriría un replanteamiento en cómo se administran los fondos. Tal vez, solo tal vez, las ansias de poder que llevan a algunos a buscar una silla en el Consejo Universitario tengan algo que ver con la preservación de este status quo.

La UCR, que alguna vez fue símbolo de igualdad y progreso social, parece estar caminando por una senda en la que la exclusividad y los beneficios internos pesan más que su misión pública. Mientras los privilegiados pelean por ocupar posiciones de poder, los verdaderos dueños de la universidad, los estudiantes y el pueblo costarricense, siguen esperando que se les permita ingresar a esas aulas.

¿Será que se prioriza más el bienestar de unos pocos, que el futuro de miles de jóvenes?

Quizá algún día la UCR decida abrir más espacios y priorizar el acceso masivo a la educación superior. Mientras tanto, sigue siendo un sueño distante para muchos, un sueño que cuesta caro… a pesar de los millones que año a año parecen despilfarrar.
 
Se les debería exigir que dejen de excluir a los estudiantes y que cumplan su deber. Son una vergüenza nacional.
 
La Universidad de Costa Rica (UCR), ícono de la educación pública, parece tener su propio microcosmos lleno de contradicciones. Mientras miles de jóvenes luchan por obtener un cupo en sus aulas, muchos se ven forzados a recurrir a costosas universidades privadas, ya que el “faro de la educación superior” simplemente no tiene espacio para todos.

Con un presupuesto multimillonario, la UCR sigue rechazando a más estudiantes de los que acepta, y esto no es un fenómeno nuevo, sino una constante que ya roza lo vergonzoso.

Es curioso cómo, en lugar de destinar estos vastos recursos para ampliar la cobertura y garantizar una educación pública accesible para más jóvenes, la institución parece preferir gastarlo en mantener jugosos salarios de su sector administrativo y docente.

¿Será que formar una élite educativa es parte de la misión?

Los puestos en el Consejo Universitario, el máximo órgano de poder dentro de la UCR, parecen atraer a los educadores más privilegiados, quienes se disputan estos espacios con pasión. Algunos dirían que no es por el salario, sino por el noble deseo de "servir". Claro, siempre es fácil justificarse detrás de la retórica de servicio público cuando se ocupa una posición de influencia en una de las instituciones mejor financiadas del país.

La última elección para el Consejo Universitario del sector administrativo no deja de levantar cejas. Los candidatos, movidos, aparentemente, por un fervor democrático, buscan representar a su gremio y tomar decisiones trascendentales sobre el futuro de la universidad. Sin embargo, la pregunta que flota en el aire es: ¿quién se beneficia realmente de estas decisiones? Porque los estudiantes, esos jóvenes de secundaria que sueñan con un futuro brillante en la UCR, parecen ser los grandes olvidados. Cada año, cientos, si no miles, de ellos se ven obligados a buscar alternativas en universidades privadas, donde los costos de matrícula pueden dejar a las familias al borde de la ruina. Todo esto mientras la UCR administra un presupuesto digno de envidia.

En lugar de abrir las puertas a más estudiantes, parece que la UCR prefiere mantener sus procesos de selección exclusivos y costosos, porque claro, nada grita "universidad pública" como una lista de espera interminable. Los administradores que luchan por un puesto en el Consejo Universitario podrán argumentar que trabajan incansablemente por el bien de la institución, pero los números hablan por sí solos: más rechazados que aceptados. El discurso del "presupuesto insuficiente" comienza a sonar como una excusa débil cuando se ven los salarios que ciertos funcionarios gozan, muy alejados de la realidad económica del país.

¿Será que la UCR se ha convertido en un club de élite al que solo los más afortunados pueden acceder?

Al menos, en lo que respecta a su cuerpo administrativo, todo parece indicar que hay una batalla constante por mantener el control y el poder sobre las decisiones que rigen el destino de la institución. Y mientras tanto, la juventud costarricense sigue esperando afuera, deseando una oportunidad que, en teoría, debería estar al alcance de todos.

El gran dilema aquí no es solo la escasez de cupos, sino la priorización de los recursos. Si la UCR realmente quisiera ser la universidad del pueblo, cabría preguntarse si no sería más eficiente destinar una parte más considerable de ese presupuesto a ampliar la capacidad de ingreso. Pero, claro, esto requeriría un replanteamiento en cómo se administran los fondos. Tal vez, solo tal vez, las ansias de poder que llevan a algunos a buscar una silla en el Consejo Universitario tengan algo que ver con la preservación de este status quo.

La UCR, que alguna vez fue símbolo de igualdad y progreso social, parece estar caminando por una senda en la que la exclusividad y los beneficios internos pesan más que su misión pública. Mientras los privilegiados pelean por ocupar posiciones de poder, los verdaderos dueños de la universidad, los estudiantes y el pueblo costarricense, siguen esperando que se les permita ingresar a esas aulas.

¿Será que se prioriza más el bienestar de unos pocos, que el futuro de miles de jóvenes?

Quizá algún día la UCR decida abrir más espacios y priorizar el acceso masivo a la educación superior. Mientras tanto, sigue siendo un sueño distante para muchos, un sueño que cuesta caro… a pesar de los millones que año a año parecen despilfarrar.
Es preocupante ver cómo la UCR, símbolo de la educación pública en Costa Rica, parece estar limitando el acceso a miles de jóvenes, mientras prioriza salarios y privilegios de unos pocos. Es urgente replantear el uso de sus recursos y asegurarse de que realmente esté cumpliendo con su misión de garantizar una educación accesible para todos. ¡La educación no debe ser un privilegio, sino un derecho!
 
La Universidad de Costa Rica (UCR), ícono de la educación pública, parece tener su propio microcosmos lleno de contradicciones. Mientras miles de jóvenes luchan por obtener un cupo en sus aulas, muchos se ven forzados a recurrir a costosas universidades privadas, ya que el “faro de la educación superior” simplemente no tiene espacio para todos.

Con un presupuesto multimillonario, la UCR sigue rechazando a más estudiantes de los que acepta, y esto no es un fenómeno nuevo, sino una constante que ya roza lo vergonzoso.

Es curioso cómo, en lugar de destinar estos vastos recursos para ampliar la cobertura y garantizar una educación pública accesible para más jóvenes, la institución parece preferir gastarlo en mantener jugosos salarios de su sector administrativo y docente.

¿Será que formar una élite educativa es parte de la misión?

Los puestos en el Consejo Universitario, el máximo órgano de poder dentro de la UCR, parecen atraer a los educadores más privilegiados, quienes se disputan estos espacios con pasión. Algunos dirían que no es por el salario, sino por el noble deseo de "servir". Claro, siempre es fácil justificarse detrás de la retórica de servicio público cuando se ocupa una posición de influencia en una de las instituciones mejor financiadas del país.

La última elección para el Consejo Universitario del sector administrativo no deja de levantar cejas. Los candidatos, movidos, aparentemente, por un fervor democrático, buscan representar a su gremio y tomar decisiones trascendentales sobre el futuro de la universidad. Sin embargo, la pregunta que flota en el aire es: ¿quién se beneficia realmente de estas decisiones? Porque los estudiantes, esos jóvenes de secundaria que sueñan con un futuro brillante en la UCR, parecen ser los grandes olvidados. Cada año, cientos, si no miles, de ellos se ven obligados a buscar alternativas en universidades privadas, donde los costos de matrícula pueden dejar a las familias al borde de la ruina. Todo esto mientras la UCR administra un presupuesto digno de envidia.

En lugar de abrir las puertas a más estudiantes, parece que la UCR prefiere mantener sus procesos de selección exclusivos y costosos, porque claro, nada grita "universidad pública" como una lista de espera interminable. Los administradores que luchan por un puesto en el Consejo Universitario podrán argumentar que trabajan incansablemente por el bien de la institución, pero los números hablan por sí solos: más rechazados que aceptados. El discurso del "presupuesto insuficiente" comienza a sonar como una excusa débil cuando se ven los salarios que ciertos funcionarios gozan, muy alejados de la realidad económica del país.

¿Será que la UCR se ha convertido en un club de élite al que solo los más afortunados pueden acceder?

Al menos, en lo que respecta a su cuerpo administrativo, todo parece indicar que hay una batalla constante por mantener el control y el poder sobre las decisiones que rigen el destino de la institución. Y mientras tanto, la juventud costarricense sigue esperando afuera, deseando una oportunidad que, en teoría, debería estar al alcance de todos.

El gran dilema aquí no es solo la escasez de cupos, sino la priorización de los recursos. Si la UCR realmente quisiera ser la universidad del pueblo, cabría preguntarse si no sería más eficiente destinar una parte más considerable de ese presupuesto a ampliar la capacidad de ingreso. Pero, claro, esto requeriría un replanteamiento en cómo se administran los fondos. Tal vez, solo tal vez, las ansias de poder que llevan a algunos a buscar una silla en el Consejo Universitario tengan algo que ver con la preservación de este status quo.

La UCR, que alguna vez fue símbolo de igualdad y progreso social, parece estar caminando por una senda en la que la exclusividad y los beneficios internos pesan más que su misión pública. Mientras los privilegiados pelean por ocupar posiciones de poder, los verdaderos dueños de la universidad, los estudiantes y el pueblo costarricense, siguen esperando que se les permita ingresar a esas aulas.

¿Será que se prioriza más el bienestar de unos pocos, que el futuro de miles de jóvenes?

Quizá algún día la UCR decida abrir más espacios y priorizar el acceso masivo a la educación superior. Mientras tanto, sigue siendo un sueño distante para muchos, un sueño que cuesta caro… a pesar de los millones que año a año parecen despilfarrar.
Es un hecho q la argolla abunda y q más d uno no puede estudiar hay x los horarios ,la mayoría nos tocó trabajar y pagar estudios
 
Veamos, la propuesta de un ingreso universal irrestricto a las aulas universitarias tiene un pequeño defecto: incrementaría la deserción de estudios universitarios. No veo cómo eso es reflejo de un mejor uso de recursos, pero bueno, a lo mejor eso calma a la mayoría.
En comparación, la aquí llamada "entrada elitista", nombre que no le falta verdad, donde la categoría de elitista se gana por la combinación de resultados académicos en secundaria y lo obtenido en el examen de admisión, y que termina de separar quienes tienen mayor capacidad de tener éxito de los que tienen menos.
Los resultados que se dan por ejemplo, en el examen de ingreso, una vez concluidos los estudios universitarios, para ser miembros del Colegio de Médicos simplemente son consecuencia de esa situación. Esto es, pueden llegar aspirantes de diferentes universidades, pero la UCR logra la mayoría en la aprobación de esa prueba, y que eso valida el modelo.
También creo que hay una sobredimensión de que los estudios universitarios son la culminación de la educación, porque se menosprecia con esa creencia a la educación técnica, la que es también otra forma de coronar los estudios. Al fin y al cabo, el éxito en la vida viene mucho de la tenacidad para culminar las decisiones de estudio y preparación de cada cual, y donde tener o no estudios universitarios puede contribuir, pero no es garantía plena, para el mismo. Y está mas relacionado con la capacidad de ver las oportunidades en las amenazas y dificultades que plantea la vida.

Y con el tema principal, es natural que quienes han alcanzado altas calificaciones académicas y profesionales aspiren a llegar al órgano máximo en operación permanente de una universidad, de hecho se espera que lo haga, pues se espera su guía para la comunidad universitaria y su criterio en la fijación de las políticas a largo plazo para el desarrollo de estas.
 
De lo peor sin duda, un antro de corrupción y una cueva de ladrones y clasistas.
 
diay, es lo que sucede en todo grupo humano, siempre hay los que ven las oportunidades y se montan como dicen. Veámoslo ahora en este proceso que vivimos a nivel nacional, donde los efectos de los miembros del Poder Ejecutivo para preservar a su grupo se contraponen a los que estaban establecidos, en lo que se ve todo un experimento social, con visos de hasta reformar la constitución para afianzar esos movimientos. La corrupciòn es inherente al ser humano, en la forma de mantener los privilegios recibidos para estar en la argolla y mantenerse en ella. Particularmente no creo que haya ser humano impoluto que no haya caído en algún momento de su vida es esa tentación, tendría que ser o demasiado ingenuo o fuera de sus capacidades mentales creo.
 
diay, es lo que sucede en todo grupo humano, siempre hay los que ven las oportunidades y se montan como dicen. Veámoslo ahora en este proceso que vivimos a nivel nacional, donde los efectos de los miembros del Poder Ejecutivo para preservar a su grupo se contraponen a los que estaban establecidos, en lo que se ve todo un experimento social, con visos de hasta reformar la constitución para afianzar esos movimientos. La corrupciòn es inherente al ser humano, en la forma de mantener los privilegios recibidos para estar en la argolla y mantenerse en ella. Particularmente no creo que haya ser humano impoluto que no haya caído en algún momento de su vida es esa tentación, tendría que ser o demasiado ingenuo o fuera de sus capacidades mentales creo.
Quizás, las universidades ocupen a alguien como al ejecutivo...se salvan esas argollas por su autonomía..
 
De igual forma el sistema de becas que favorece a los adinerados y no como debería ser de ayudar al sector de bajos recursos que tiene la motivación de estudiar para salir adelante
 
Me pregunto
Porque dentro de la planilla de la UCR hay 2 carceleros muy bien pagados? que labores realizan, hay 2 modelos y 4 músicos y bailarines no profesionales, hay un investigador policial y los agentes de transito ganan mas del doble que los agentes de transito que andan por todo el país. Mantenemos un canal de tv que nadie ve y 2 emisoras de radio que nadie escucha... y un periódico de izquierda que ataca al gobierno.
 

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