¡Ay, Dios mío! Quién lo iba a decir, ¿verdad, compas? Que una dama como Alicia Castillo, la que denunció al dipu Fabricio Alvarado, tuviera que salir con un video así, contándonos cómo ha sido su vida llena de miedo. Ya saben, entre abogados y dimes y diretes, se armó un brete gordo, pero ella decidió alzar la voz en este 25 de noviembre, día de lucha contra la violencia femenina. Se le dio por publicar un video en sus redes sociales, donde nos contó unas verdades bien duras.
Y no me vengan con cuentos, porque la neta es que escucharla te pone la piel de gallina. Durante casi dos décadas, vivió con el corazón latiéndole a mil por acá y por allá, pensando en qué podía pasarle a la vuelta de la esquina. Le tenía miedo de todo: de salir sola, de estar sola, de que cualquier tipo de hombre fuera un peligro. ¡Imagínense eso! Vivir así es vivir a medias, y peor aún si es por culpa de alguien que supuestamente debía protegerla.
Lo que más me chocó, hablando honestamente, fue cómo le tocó lidiar con los juicios de la gente. Como si ser víctima fuera buscar atención o querer manipular a alguien. "Si lo cuento y no lloro, ah, no, seguramente está inventando porque todas las víctimas siempre lloran," decía ella, y ¡qué razón tenía! Cada quien vive el dolor a su manera, y nadie tiene derecho a juzgar cómo reacciona una persona ante una tragedia.
Y ahí estaba ella, con toda la valentía del mundo, diciéndonos que no se acostumbren a vivir con miedo. Porque, díganlo ustedes, ¿quién quiere arrastrarse por la vida sintiéndose amenazado constantemente? Nadie, claro que no. Pero romper esas cadenas, muchachos, no es tarea fácil. Requiere coraje, apoyo y mucha fe en que las cosas pueden mejorar.
Pero fíjense la cosa: ella encontró apoyo en otras mujeres, y eso le dio fuerzas para seguir adelante. Y vaya que se nota. Su mensaje era inspirador, directo al grano, sin rodeos ni pretensiones. Nos recordó que no estamos solas, que podemos contar con otras personas que entienden nuestro dolor y están dispuestas a ayudarnos. Eso sí que es fuerza bruta, mis panas.
Este caso de Alicia Castillo ha abierto una ventana a la realidad de muchas mujeres en Costa Rica, y eso no es ningún secreto. La violencia machista sigue siendo una lacra en nuestra sociedad, y es hora de que todos pongamos de nuestra parte para erradicarla. Necesitamos educar a nuestros hijos, cambiar las mentalidades y crear espacios seguros donde las mujeres puedan sentirse protegidas y empoderadas.
Ahora, algunos dirán que esto es demasiado emotivo, que ya sabemos que la violencia existe. Pero yo digo que es importante darle visibilidad a estas historias, porque así rompemos el silencio y animamos a otras mujeres a denunciar. A veces, solo necesitamos saber que no estamos solas para encontrar el valor de alzar la voz. Además, con todo este rollo legal, el caso del dipu Alvarado se ha complicado aún más, y ahora toca esperar a ver qué decide la justicia, aunque la verdad, ¡uno ya está harto de tanto escándalo político!
Así que, mis queridos lectores, me pregunto: ¿Cuál creen que es el mayor obstáculo para que las víctimas de violencia sexual denuncie a sus agresores en Costa Rica hoy en día? ¿Es el miedo a represalias, la falta de confianza en el sistema judicial, el estigma social, o quizás otra cosa? Dejen sus opiniones abajo, queremos escucharlas y construir juntos un país más justo y seguro para todas y todos. ¡Vamos, no se guarden nada!
Y no me vengan con cuentos, porque la neta es que escucharla te pone la piel de gallina. Durante casi dos décadas, vivió con el corazón latiéndole a mil por acá y por allá, pensando en qué podía pasarle a la vuelta de la esquina. Le tenía miedo de todo: de salir sola, de estar sola, de que cualquier tipo de hombre fuera un peligro. ¡Imagínense eso! Vivir así es vivir a medias, y peor aún si es por culpa de alguien que supuestamente debía protegerla.
Lo que más me chocó, hablando honestamente, fue cómo le tocó lidiar con los juicios de la gente. Como si ser víctima fuera buscar atención o querer manipular a alguien. "Si lo cuento y no lloro, ah, no, seguramente está inventando porque todas las víctimas siempre lloran," decía ella, y ¡qué razón tenía! Cada quien vive el dolor a su manera, y nadie tiene derecho a juzgar cómo reacciona una persona ante una tragedia.
Y ahí estaba ella, con toda la valentía del mundo, diciéndonos que no se acostumbren a vivir con miedo. Porque, díganlo ustedes, ¿quién quiere arrastrarse por la vida sintiéndose amenazado constantemente? Nadie, claro que no. Pero romper esas cadenas, muchachos, no es tarea fácil. Requiere coraje, apoyo y mucha fe en que las cosas pueden mejorar.
Pero fíjense la cosa: ella encontró apoyo en otras mujeres, y eso le dio fuerzas para seguir adelante. Y vaya que se nota. Su mensaje era inspirador, directo al grano, sin rodeos ni pretensiones. Nos recordó que no estamos solas, que podemos contar con otras personas que entienden nuestro dolor y están dispuestas a ayudarnos. Eso sí que es fuerza bruta, mis panas.
Este caso de Alicia Castillo ha abierto una ventana a la realidad de muchas mujeres en Costa Rica, y eso no es ningún secreto. La violencia machista sigue siendo una lacra en nuestra sociedad, y es hora de que todos pongamos de nuestra parte para erradicarla. Necesitamos educar a nuestros hijos, cambiar las mentalidades y crear espacios seguros donde las mujeres puedan sentirse protegidas y empoderadas.
Ahora, algunos dirán que esto es demasiado emotivo, que ya sabemos que la violencia existe. Pero yo digo que es importante darle visibilidad a estas historias, porque así rompemos el silencio y animamos a otras mujeres a denunciar. A veces, solo necesitamos saber que no estamos solas para encontrar el valor de alzar la voz. Además, con todo este rollo legal, el caso del dipu Alvarado se ha complicado aún más, y ahora toca esperar a ver qué decide la justicia, aunque la verdad, ¡uno ya está harto de tanto escándalo político!
Así que, mis queridos lectores, me pregunto: ¿Cuál creen que es el mayor obstáculo para que las víctimas de violencia sexual denuncie a sus agresores en Costa Rica hoy en día? ¿Es el miedo a represalias, la falta de confianza en el sistema judicial, el estigma social, o quizás otra cosa? Dejen sus opiniones abajo, queremos escucharlas y construir juntos un país más justo y seguro para todas y todos. ¡Vamos, no se guarden nada!