¡Ay, Dios mío! Aquí vamos otra vez con temas que nos tocan la fibra sensible. Resulta que un estudio europeo, respaldado por la Fundación Mapfre y el Hospital de Barcelona, le está echando agua fría a nuestros abuelos –y a nosotros mismos– que seguimos rodando por carretera. Parece ser que el paso de los años no solo nos da arrugas y sabiduría (más o menos), sino que también puede empezar a afectar nuestras habilidades para conducir. ¡Imagínate eso! Ya andamos cuidando la espalda y de repente tenemos que preocuparnos si todavía podemos dominar el volante.
El estudio, que obviamente ya se hizo viral en redes sociales, básicamente dice que, en promedio, la gente debería considerar colgar los tenis alrededor de los 75 años. Pero ojo, que esto no es una sentencia definitiva. Según los expertos, no todos envejecemos igual; hay unos que siguen manejando como campeones hasta los 80, mientras que otros empiezan a tener lagunas mentales a los 65. ¡Qué vara! Como dice mi abu, 'hay maes pa’ todo' y parece que esto de la conducción tampoco es la excepción.
Pero espérate, que no todo es culpa de la edad. La verdad es que hay otras cosas que pueden jugar en contra. Enfermedades generales, problemas de memoria, dificultades para coordinar movimientos... la lista es larga. Y encima, la presión familiar, ¡uy! Porque resulta que el 45% de los adultos mayores dejan de conducir porque así se lo piden sus hijos o nietos. Entiendo la preocupación, pero imagínate el golpe al ego cuando te dicen que ya no puedes salir a dar una vuelta en carro. Es como quitarles una parte importante de su libertad, diay.
Y ahí viene lo más duro: el impacto emocional. Dejar de manejar no es solo perder la posibilidad de ir al supermercado o visitar a los amigos. Para mucha gente, el carro es símbolo de independencia, de autonomía, de sentirse útil. Un amigo mío me contaba que su papá se puso bien depre cuando tuvo que dejar de conducir. Se sentía como si ya no sirviera para nada. Frases como ‘ya no soy el mismo’, ‘mi familia ya no confía en mí’… ¡qué pesar! Es normal sentirse así, pero hay que buscar formas de afrontarlo y encontrar nuevas actividades que te hagan sentir pleno.
Entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos quedamos encerrados en casa esperando a que la vida pase? ¡Ni loco! El estudio recomienda una transición gradual, buscando alternativas de transporte público, taxis, aplicaciones de ride-sharing, o incluso organizar paseos en compañía de familiares y amigos. Y, por supuesto, buscar apoyo emocional, hablar con un terapeuta si es necesario. Hay que recordar que la vida sigue, aunque tengamos que cambiar algunas costumbres.
Ahora bien, para esos que todavía estamos detrás del volante, los expertos tienen varios consejos. Revisar regularmente nuestra vista y oído, hacer chequeos médicos periódicos, evitar conducir de noche o con clima adverso, prestarle atención a los medicamentos que tomamos (porque algunos pueden afectarnos la atención y los reflejos). Y, lo más importante, ser honestos con nosotros mismos. Si sentimos que ya no estamos tan agudos como antes, ¡mejor pedir ayuda! No hay vergüenza en reconocer nuestras limitaciones.
Además, la ley está pensando en implementar más controles y evaluaciones psicológicas para los conductores mayores. Algunos proponen exigir exámenes más rigurosos a partir de cierta edad, mientras que otros prefieren un enfoque más flexible, basado en la evaluación individual de cada caso. ¡Qué brete! La idea es encontrar un punto medio que garantice la seguridad vial sin vulnerar los derechos de las personas mayores. Algo complicado, pero no imposible.
Y ahora llegamos a la pregunta clave: ¿Ustedes creen que deberíamos establecer una edad máxima para conducir en Costa Rica? ¿O deberían ser los médicos quienes decidan quién puede y quién no debe seguir al volante? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios! Me interesa saber qué piensan nuestros lectores sobre este tema tan importante y controversial. Piénsenlo bien, porque esto nos afecta a todos, maes.
El estudio, que obviamente ya se hizo viral en redes sociales, básicamente dice que, en promedio, la gente debería considerar colgar los tenis alrededor de los 75 años. Pero ojo, que esto no es una sentencia definitiva. Según los expertos, no todos envejecemos igual; hay unos que siguen manejando como campeones hasta los 80, mientras que otros empiezan a tener lagunas mentales a los 65. ¡Qué vara! Como dice mi abu, 'hay maes pa’ todo' y parece que esto de la conducción tampoco es la excepción.
Pero espérate, que no todo es culpa de la edad. La verdad es que hay otras cosas que pueden jugar en contra. Enfermedades generales, problemas de memoria, dificultades para coordinar movimientos... la lista es larga. Y encima, la presión familiar, ¡uy! Porque resulta que el 45% de los adultos mayores dejan de conducir porque así se lo piden sus hijos o nietos. Entiendo la preocupación, pero imagínate el golpe al ego cuando te dicen que ya no puedes salir a dar una vuelta en carro. Es como quitarles una parte importante de su libertad, diay.
Y ahí viene lo más duro: el impacto emocional. Dejar de manejar no es solo perder la posibilidad de ir al supermercado o visitar a los amigos. Para mucha gente, el carro es símbolo de independencia, de autonomía, de sentirse útil. Un amigo mío me contaba que su papá se puso bien depre cuando tuvo que dejar de conducir. Se sentía como si ya no sirviera para nada. Frases como ‘ya no soy el mismo’, ‘mi familia ya no confía en mí’… ¡qué pesar! Es normal sentirse así, pero hay que buscar formas de afrontarlo y encontrar nuevas actividades que te hagan sentir pleno.
Entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos quedamos encerrados en casa esperando a que la vida pase? ¡Ni loco! El estudio recomienda una transición gradual, buscando alternativas de transporte público, taxis, aplicaciones de ride-sharing, o incluso organizar paseos en compañía de familiares y amigos. Y, por supuesto, buscar apoyo emocional, hablar con un terapeuta si es necesario. Hay que recordar que la vida sigue, aunque tengamos que cambiar algunas costumbres.
Ahora bien, para esos que todavía estamos detrás del volante, los expertos tienen varios consejos. Revisar regularmente nuestra vista y oído, hacer chequeos médicos periódicos, evitar conducir de noche o con clima adverso, prestarle atención a los medicamentos que tomamos (porque algunos pueden afectarnos la atención y los reflejos). Y, lo más importante, ser honestos con nosotros mismos. Si sentimos que ya no estamos tan agudos como antes, ¡mejor pedir ayuda! No hay vergüenza en reconocer nuestras limitaciones.
Además, la ley está pensando en implementar más controles y evaluaciones psicológicas para los conductores mayores. Algunos proponen exigir exámenes más rigurosos a partir de cierta edad, mientras que otros prefieren un enfoque más flexible, basado en la evaluación individual de cada caso. ¡Qué brete! La idea es encontrar un punto medio que garantice la seguridad vial sin vulnerar los derechos de las personas mayores. Algo complicado, pero no imposible.
Y ahora llegamos a la pregunta clave: ¿Ustedes creen que deberíamos establecer una edad máxima para conducir en Costa Rica? ¿O deberían ser los médicos quienes decidan quién puede y quién no debe seguir al volante? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios! Me interesa saber qué piensan nuestros lectores sobre este tema tan importante y controversial. Piénsenlo bien, porque esto nos afecta a todos, maes.
