Aranceles de EE. UU.: La nueva papa caliente que nadie quiere y el despiche que nos espera

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Diay, maes, a ver si entendemos esta vara. Primero nos clavaron un 10%, después subieron la apuesta a 15% y ahora la novela de suspenso es si los chunches más pro, como los semiconductores, van a terminar con un arancel del 100%. Así, sin vaselina. Este es el panorama con nuestro socio comercial más importante, Estados Unidos, y la verdad es que la cosa no pinta nada bien. Justo cuando estamos a menos de seis meses de ir a votar, nos cae esta papa caliente en las manos. Y claro, ahora todos los que quieren la silla de Zapote tienen que ver qué carajos hacen, porque esta bronca le va a explotar en la cara al próximo gobierno, sea del color que sea.

El primer instinto, como era de esperarse, es el diplomático. Casi todos los candidatos coinciden en que hay que ir a hablar con los gringos. Álvaro Ramos, de Liberación, dice que hasta COMEX se quedó viendo para el ciprés con la sorpresa y que hay que entender por qué nos subieron el castigo. Básicamente, su teoría es que hay algo más que números, una jugada extracomercial que no nos han contado. Por su lado, Juan Carlos Hidalgo del PUSC apela a la nostalgia, a recordarle a Washington que somos el "aliado democrático" y la "historia de éxito". La versión del oficialismo, con Laura Fernández, es quizás la más irónica: dice que nos están castigando por ser buenos alumnos y tener superávit. “Nos premiaron el éxito”, tiró. ¡Qué sal! Es como sacar un 100 en el examen y que la profe te baje la nota por pura hablada.

Pero aquí es donde la vara se pone interesante. Más allá de llorarle a Washington, hay un consenso que da hasta miedito: el verdadero problema también está aquí, en nuestro propio chante. El baldazo de agua fría de los aranceles solo vino a recordarnos una lista de tareas pendientes que venimos pateando desde hace años. De repente, todos hablan de las jornadas 4/3, de bajar el costo de la luz (¡aleluya!), de modernizar puertos y carreteras que parecen del siglo pasado y de reformar la educación. Es el coctel de siempre, pero ahora con el cronómetro en contra. Si no abaratamos costos aquí adentro, ¿cómo vamos a competir si encima nos meten impuestos afuera?

Aquí es donde las propuestas se vuelven más concretas. Natalia Díaz, por ejemplo, habla de agarrar al INA y ponerlo a bretear de verdad, formando gente en programación e inglés en menos de un año para que las transnacionales los contraten de una. Hidalgo, del PUSC, insiste en ponerle una "alfombra roja" a la producción, y mete el dedo en la llaga con algo que nos duele a todos: las tasas de interés del Banco Central. Su argumento es simple: con la inflación por los suelos (negativa, de hecho), ¿por qué seguimos con tasas tan altas que ahogan a cualquiera que quiera producir o pedir un préstamo? Bajar eso, dice, sería como un tanque de oxígeno para absorber el golpe de los aranceles. Es una lógica que hasta el más pintado entiende, pero que sigue en veremos.

Al final del día, este despiche de los aranceles nos obliga a jugar en dos canchas al mismo tiempo. Por un lado, la diplomacia de alto nivel para que EE. UU. le baje dos rayitas a su ímpetu. Por otro, y quizás más importante, una maratón interna para arreglar nuestro propio desorden y dejar de ser un país caro y complicado para producir. La advertencia de Hidalgo es clara: la amenaza ya no es solo para el que exporta piña; ahora van por los servicios, como los call centers. Mientras tanto, el oficialismo habla de buscar nuevos mercados y no depender tanto del humor de la Casa Blanca, apuntando al Acuerdo Transpacífico. Suena bien, pero esos son procesos que duran años. Y la procesión, maes, va por dentro.

Entonces, la pregunta del millón para el foro es: ¿dónde está la verdadera bronca? ¿En nuestra capacidad para convencer a los gringos o en nuestra incapacidad para arreglar el desorden interno y ser competitivos sin importar quién nos compre? ¿Ocupamos mejores negociadores o mejores gerentes para el país? Los leo.
 
Esto es un broncon y, por cómo US está calculando, la única forma de bajar aranceles es o exprotsr menos o importar más de estados para que ese balance se haga más pequeño

Trump nos cobra que le exportamos mucho y que importamos poco, pero es como si yo me puteara con palí porque le compro mucho y él no me compra nada
 
Diay, maes, a ver si entendemos esta vara. Primero nos clavaron un 10%, después subieron la apuesta a 15% y ahora la novela de suspenso es si los chunches más pro, como los semiconductores, van a terminar con un arancel del 100%. Así, sin vaselina. Este es el panorama con nuestro socio comercial más importante, Estados Unidos, y la verdad es que la cosa no pinta nada bien. Justo cuando estamos a menos de seis meses de ir a votar, nos cae esta papa caliente en las manos. Y claro, ahora todos los que quieren la silla de Zapote tienen que ver qué carajos hacen, porque esta bronca le va a explotar en la cara al próximo gobierno, sea del color que sea.

El primer instinto, como era de esperarse, es el diplomático. Casi todos los candidatos coinciden en que hay que ir a hablar con los gringos. Álvaro Ramos, de Liberación, dice que hasta COMEX se quedó viendo para el ciprés con la sorpresa y que hay que entender por qué nos subieron el castigo. Básicamente, su teoría es que hay algo más que números, una jugada extracomercial que no nos han contado. Por su lado, Juan Carlos Hidalgo del PUSC apela a la nostalgia, a recordarle a Washington que somos el "aliado democrático" y la "historia de éxito". La versión del oficialismo, con Laura Fernández, es quizás la más irónica: dice que nos están castigando por ser buenos alumnos y tener superávit. “Nos premiaron el éxito”, tiró. ¡Qué sal! Es como sacar un 100 en el examen y que la profe te baje la nota por pura hablada.

Pero aquí es donde la vara se pone interesante. Más allá de llorarle a Washington, hay un consenso que da hasta miedito: el verdadero problema también está aquí, en nuestro propio chante. El baldazo de agua fría de los aranceles solo vino a recordarnos una lista de tareas pendientes que venimos pateando desde hace años. De repente, todos hablan de las jornadas 4/3, de bajar el costo de la luz (¡aleluya!), de modernizar puertos y carreteras que parecen del siglo pasado y de reformar la educación. Es el coctel de siempre, pero ahora con el cronómetro en contra. Si no abaratamos costos aquí adentro, ¿cómo vamos a competir si encima nos meten impuestos afuera?

Aquí es donde las propuestas se vuelven más concretas. Natalia Díaz, por ejemplo, habla de agarrar al INA y ponerlo a bretear de verdad, formando gente en programación e inglés en menos de un año para que las transnacionales los contraten de una. Hidalgo, del PUSC, insiste en ponerle una "alfombra roja" a la producción, y mete el dedo en la llaga con algo que nos duele a todos: las tasas de interés del Banco Central. Su argumento es simple: con la inflación por los suelos (negativa, de hecho), ¿por qué seguimos con tasas tan altas que ahogan a cualquiera que quiera producir o pedir un préstamo? Bajar eso, dice, sería como un tanque de oxígeno para absorber el golpe de los aranceles. Es una lógica que hasta el más pintado entiende, pero que sigue en veremos.

Al final del día, este despiche de los aranceles nos obliga a jugar en dos canchas al mismo tiempo. Por un lado, la diplomacia de alto nivel para que EE. UU. le baje dos rayitas a su ímpetu. Por otro, y quizás más importante, una maratón interna para arreglar nuestro propio desorden y dejar de ser un país caro y complicado para producir. La advertencia de Hidalgo es clara: la amenaza ya no es solo para el que exporta piña; ahora van por los servicios, como los call centers. Mientras tanto, el oficialismo habla de buscar nuevos mercados y no depender tanto del humor de la Casa Blanca, apuntando al Acuerdo Transpacífico. Suena bien, pero esos son procesos que duran años. Y la procesión, maes, va por dentro.

Entonces, la pregunta del millón para el foro es: ¿dónde está la verdadera bronca? ¿En nuestra capacidad para convencer a los gringos o en nuestra incapacidad para arreglar el desorden interno y ser competitivos sin importar quién nos compre? ¿Ocupamos mejores negociadores o mejores gerentes para el país? Los leo.
Es la incapacidad como país de buscar soberanía y tener una dependencia enorme.
 
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Estados unidos esta intentando conbrar todo lo que le deben los demas paises, sin embargo deberian tener en cuenta que somos uno de esos paises en los que la mano de obra les sale muy barata, ademas que en lenguaje y localizacion les conviene mucho mas que otros paises incluido la india, lo cual deberia de tratarnos con menor agresividad en terminos de aranceles al ser un socio importante, ademas que muchisimas empresas multinacionales de origen estadounidense buscan poner sus operaciones aqui.
 

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