Bueno, pues llegó la hora de decir adiós al 2025, mi gente. Un año que se fue rapidito, como el rayo en aguas turbias, dejando un sabor agridulce en la boca. Celebrábamos cosas bien chivitas, como la tranquilidad democrática que envidia hasta el vecino, pero a la vez, andábamos con la mosca detrás de la oreja, pensando qué nos espera el próximo año. Este 2025, vamos a ser honestos, fue un brete de cambios, mándale saludos a la incertidumbre.
Digamos que la sociedad costarricense le dio un buen manotazo al futuro. Cambiamos la forma de trabajar, cómo nos comunicamos, e incluso cómo le hacemos al Estado. Antes era 'llamar al ministerio y esperar tres meses', ahora es 'click, click, trámite online'. Claro, todavía hay quiénes no saben ni prender la computadora, pero ahí va la cosa, pa’ delante.
La digitalización de los servicios públicos fue una verdadera revolución. El debate sobre si la inteligencia artificial debería estar tomando decisiones judiciales, eso sí nos puso a pensar. Imagínate, un robot juzgando… ¡qué carga! Pero bueno, la idea es mejorar la eficiencia y hacer las cosas más rápidas, aunque eso dé un poquito de cosita a los abogados más tradicionales. El derecho, ya no es solo leer leyes aburridas, sino entender la tecnología y cómo afecta nuestras vidas, diay.
Y hablando de abogados, tienen que ponerse las pilas, mae. Ya no basta con saber citar artículos del Código Civil. Ahora toca entender de blockchain, big data y toda esa vaina tecnológica. El abogado del siglo XXI tiene que ser un crack, un “carga” en el buen sentido de la palabra, alguien que esté al día con todas las innovaciones y que pueda defender los derechos de las personas en este nuevo mundo digital. Que sepan entender que la tecnología no es magia, es herramienta.
Pero no todo es miel sobre hojuelas, ¿eh? Todavía tenemos la mora judicial apurada, la burocracia que te hace perder el pelo y la administración pública que necesita urgentemente un cambio de aires. Cosas que no podemos dejar pa' mañana, porque la paciencia, como dicen por acá, es un tesoro, pero nadie anda dispuesto a esperarla eternamente. Tenemos que acelerarle el paso, chúpala.
Lo bueno es que la ciudadanía se está poniendo más activa y exigente. Ya no nos conformamos con migajas, queremos resultados. Queremos que nuestros representantes cumplan lo que prometieron y que trabajen por el bienestar del país. Eso sí es positivo, porque una democracia sana necesita gente atenta y profesional, gente que no se deje engañar fácilmente. Que no les caiga la chincha, entienden?
Ahora, con inteligencia artificial y toda esa onda, hay que ponerle cuidado. No podemos andar implementando tecnologías nuevas sin pensar en las consecuencias. Garantías fundamentales como el debido proceso, la seguridad jurídica y la dignidad humana no son juguetes con los que se juega. Hay que ir con pies de plomo, pero sin quedarse paralizados por el miedo. Avanzar, sí, pero con cabeza fría y corazón tico.
Así que cerramos este 2025 con una sonrisa y un poco de preocupación. Agradecidos por lo que logramos, pero con la mirada puesta en el 2026 y todos los retos que nos esperan. ¿Ustedes creen que Costa Rica logrará equilibrar la innovación tecnológica con la protección de nuestros valores democráticos, o estamos condenados a convertirnos en un país donde la máquina decide nuestro destino?
Digamos que la sociedad costarricense le dio un buen manotazo al futuro. Cambiamos la forma de trabajar, cómo nos comunicamos, e incluso cómo le hacemos al Estado. Antes era 'llamar al ministerio y esperar tres meses', ahora es 'click, click, trámite online'. Claro, todavía hay quiénes no saben ni prender la computadora, pero ahí va la cosa, pa’ delante.
La digitalización de los servicios públicos fue una verdadera revolución. El debate sobre si la inteligencia artificial debería estar tomando decisiones judiciales, eso sí nos puso a pensar. Imagínate, un robot juzgando… ¡qué carga! Pero bueno, la idea es mejorar la eficiencia y hacer las cosas más rápidas, aunque eso dé un poquito de cosita a los abogados más tradicionales. El derecho, ya no es solo leer leyes aburridas, sino entender la tecnología y cómo afecta nuestras vidas, diay.
Y hablando de abogados, tienen que ponerse las pilas, mae. Ya no basta con saber citar artículos del Código Civil. Ahora toca entender de blockchain, big data y toda esa vaina tecnológica. El abogado del siglo XXI tiene que ser un crack, un “carga” en el buen sentido de la palabra, alguien que esté al día con todas las innovaciones y que pueda defender los derechos de las personas en este nuevo mundo digital. Que sepan entender que la tecnología no es magia, es herramienta.
Pero no todo es miel sobre hojuelas, ¿eh? Todavía tenemos la mora judicial apurada, la burocracia que te hace perder el pelo y la administración pública que necesita urgentemente un cambio de aires. Cosas que no podemos dejar pa' mañana, porque la paciencia, como dicen por acá, es un tesoro, pero nadie anda dispuesto a esperarla eternamente. Tenemos que acelerarle el paso, chúpala.
Lo bueno es que la ciudadanía se está poniendo más activa y exigente. Ya no nos conformamos con migajas, queremos resultados. Queremos que nuestros representantes cumplan lo que prometieron y que trabajen por el bienestar del país. Eso sí es positivo, porque una democracia sana necesita gente atenta y profesional, gente que no se deje engañar fácilmente. Que no les caiga la chincha, entienden?
Ahora, con inteligencia artificial y toda esa onda, hay que ponerle cuidado. No podemos andar implementando tecnologías nuevas sin pensar en las consecuencias. Garantías fundamentales como el debido proceso, la seguridad jurídica y la dignidad humana no son juguetes con los que se juega. Hay que ir con pies de plomo, pero sin quedarse paralizados por el miedo. Avanzar, sí, pero con cabeza fría y corazón tico.
Así que cerramos este 2025 con una sonrisa y un poco de preocupación. Agradecidos por lo que logramos, pero con la mirada puesta en el 2026 y todos los retos que nos esperan. ¿Ustedes creen que Costa Rica logrará equilibrar la innovación tecnológica con la protección de nuestros valores democráticos, o estamos condenados a convertirnos en un país donde la máquina decide nuestro destino?
