Seamos honestos, maes. ¿A quién no le ha pasado? Son las 11 de la noche, uno está hecho leña del brete, sabe que tiene que madrugar, pero el cerebro simplemente no se apaga. Empieza uno a dar vueltas en la cama, a pensar en la reunión de mañana, en si pagó el recibo del agua, en el último meme que vio… y cuando se da cuenta, son las 2 de la mañana. ¡Qué despiche! Pues diay, parece que hay una solución para esa tortura que no implica tomarse una pastilla ni contar un millón de ovejas. Y lo mejor de todo es que viene de un doctor carga de Harvard y es más fácil que pelar un banano.
La vara se llama la técnica 4-7-8, y fue popularizada por un doctor de apellido Weil, un experto en medicina integrativa. El mae no se inventó el agua tibia, para nada; se basó en técnicas de respiración de yoga que tienen siglos de existir, llamadas pranayama. Pero el tipo tuvo el mérito de empaquetarlas en una fórmula tan sencilla que hasta uno después de una fiesta la puede hacer. Apunten, que es así de fácil: se tapan la boca, inhalan por la nariz contando hasta 4. Luego, aguantan la respiración contando hasta 7. Y para terminar, botan todo el aire por la boca, despacito, como soplando una candela, mientras cuentan hasta 8. Repiten eso unas tres o cuatro veces y listo el pollo.
Aquí es donde uno piensa: "Mae, ¿ya? ¿Eso es todo? Suena a puro cuento". Pero no. Detrás de esta simpleza hay ciencia que lo respalda, y de la buena. Varios estudios han demostrado que este tipo de respiración controlada funciona como un tranquilizante natural para el sistema nervioso. Lo que hace, en tico, es bajarle dos rayas a la ansiedad. Al obligarse a respirar lento y profundo, el ritmo cardíaco disminuye, la presión arterial se estabiliza y el cuerpo recibe un bombazo de oxígeno. Es como mandarle un memo al cerebro que dice: "Tranquilo, compa, no hay ningún tigre persiguiéndolo, puede apagar el modo alerta". Y cuando el cuerpo se relaja a ese nivel, quedarse dormido es casi inevitable.
Pero lo más tuanis de esta técnica es que no sirve solo para dormir. Piénsenlo. Es un as bajo la manga para casi cualquier situación estresante. ¿Tiene una presentación importante en el brete y siente que el corazón se le va a salir? Váyase al baño un toque y hágase un par de ciclos de 4-7-8. ¿Está pegado en la presa de la General Cañas y siente que va a jalarse una torta del estrés? Lo mismo. No necesita ningún chunche especial, no ocupa estar en un spa de lujo, ni comprar nada. Solo necesita sus pulmones y un minuto de paz. Funciona a cachete para calmar los nervios antes de un examen, de una entrevista o después de una discusión.
Obviamente, no es magia. Tal vez usted no se quede frito en 60 segundos exactos la primera vez que lo intente. Pero de que funciona para calmar la mente y preparar el cuerpo para el descanso, no hay duda. En un mundo donde la primera solución para todo parece ser una pastilla, encontrar una herramienta así de poderosa, gratuita y que está literalmente en nuestra propia nariz es, sinceramente, algo de otro nivel. Es una forma de retomar el control cuando la ansiedad nos quiere ganar la partida, especialmente en esas noches largas.
Y ustedes, ¿qué? ¿Ya conocían esta vara? ¿Tienen algún otro truco para no pasar la noche en vela? ¡Cuenten todo en los comentarios, maes, que aquí más de uno se los va a agradecer!
La vara se llama la técnica 4-7-8, y fue popularizada por un doctor de apellido Weil, un experto en medicina integrativa. El mae no se inventó el agua tibia, para nada; se basó en técnicas de respiración de yoga que tienen siglos de existir, llamadas pranayama. Pero el tipo tuvo el mérito de empaquetarlas en una fórmula tan sencilla que hasta uno después de una fiesta la puede hacer. Apunten, que es así de fácil: se tapan la boca, inhalan por la nariz contando hasta 4. Luego, aguantan la respiración contando hasta 7. Y para terminar, botan todo el aire por la boca, despacito, como soplando una candela, mientras cuentan hasta 8. Repiten eso unas tres o cuatro veces y listo el pollo.
Aquí es donde uno piensa: "Mae, ¿ya? ¿Eso es todo? Suena a puro cuento". Pero no. Detrás de esta simpleza hay ciencia que lo respalda, y de la buena. Varios estudios han demostrado que este tipo de respiración controlada funciona como un tranquilizante natural para el sistema nervioso. Lo que hace, en tico, es bajarle dos rayas a la ansiedad. Al obligarse a respirar lento y profundo, el ritmo cardíaco disminuye, la presión arterial se estabiliza y el cuerpo recibe un bombazo de oxígeno. Es como mandarle un memo al cerebro que dice: "Tranquilo, compa, no hay ningún tigre persiguiéndolo, puede apagar el modo alerta". Y cuando el cuerpo se relaja a ese nivel, quedarse dormido es casi inevitable.
Pero lo más tuanis de esta técnica es que no sirve solo para dormir. Piénsenlo. Es un as bajo la manga para casi cualquier situación estresante. ¿Tiene una presentación importante en el brete y siente que el corazón se le va a salir? Váyase al baño un toque y hágase un par de ciclos de 4-7-8. ¿Está pegado en la presa de la General Cañas y siente que va a jalarse una torta del estrés? Lo mismo. No necesita ningún chunche especial, no ocupa estar en un spa de lujo, ni comprar nada. Solo necesita sus pulmones y un minuto de paz. Funciona a cachete para calmar los nervios antes de un examen, de una entrevista o después de una discusión.
Obviamente, no es magia. Tal vez usted no se quede frito en 60 segundos exactos la primera vez que lo intente. Pero de que funciona para calmar la mente y preparar el cuerpo para el descanso, no hay duda. En un mundo donde la primera solución para todo parece ser una pastilla, encontrar una herramienta así de poderosa, gratuita y que está literalmente en nuestra propia nariz es, sinceramente, algo de otro nivel. Es una forma de retomar el control cuando la ansiedad nos quiere ganar la partida, especialmente en esas noches largas.
Y ustedes, ¿qué? ¿Ya conocían esta vara? ¿Tienen algún otro truco para no pasar la noche en vela? ¡Cuenten todo en los comentarios, maes, que aquí más de uno se los va a agradecer!
