¡Órale! Resulta que un estudio dice que dejarle al vicio de la bebida por solo un mes te hace milagros. Yo, que me consideraba un ‘social’, me quedé pensando… ¿Será pa’ hacer pruebas o esto va en serio? Porque ya saben, acá en Costa Rica el aguardiente corre por las venas como el café.
Según unos científicos yanquis – sí, porque aquí nos apolamos a lo extranjero–, la abstinencia alcohólica de 30 días produce cambios impresionantes tanto en el cuerpo como en la mente. Pero no me crean a mí, vamos a ver los datos duros porque eso es lo que cuenta, ¿verdad?
La investigación, llevada a cabo entre expertos de la Universidad de Buffalo y George Washington, siguió a un grupo de voluntarios que se propusieron echar raíz al alcohol durante un mes entero. Al principio, algunos juraban que era imposible, que iban a explotar, pero vaya si se les quitó el antojo y empezaron a notar cosas raras, ¡pero buenas!
¿Y qué encontraron, diay? Pues que los participantes experimentaron un subidón de energía que ni el café, una claridad mental que te permite pensar hasta en cómo solucionar el problema del tráfico en Escazú, pérdida de peso (¡eso sí que me interesa!), presión arterial más estable, hígado funcionando como Rolex suizo y hasta más resistencia a la insulina. ¡Todo suena demasiado bueno para ser verdad, pero ahí lo tienen!
Pero esperen que hay más, porque la cosa no termina ahí. También reportaron un sueño de lujo, mejora en el ánimo general y hasta una reducción en los ataques de ansiedad y depresión. Imagínense, señores: menos preocupaciones, más alegría, y sin necesidad de echarse unos traguitos para “relajarse”. Suena a cuento chino, pero la ciencia lo respalda.
Lo que realmente me dejó boquiabierto es que estos beneficios no desaparecieron con el tiempo. Medio año después, volvieron a chequear a los participantes y vieron que seguían bebiendo menos y tenían menos problemas relacionados con el alcohol. ¡Es como si el mes de sobriedad les hubiera abierto los ojos y les hubiera enseñado a disfrutar la vida sin depender de la botella!
Ahora, claro, no estoy diciendo que todos debamos tirar el aguador al río y convertirnos en monjes budistas. Aquí somos ticos, nos gusta compartir un trago con nuestros amigos y familiares, celebrar los buenos momentos con un brindis. Pero quizás, solo quizás, deberíamos replantearnos cuánto bebemos y si realmente necesitamos esa ‘varita mágica’ para sentirnos bien.
En fin, la pregunta que tengo para ustedes, mis queridos foreros: ¿Se atreven a probar el experimento de los 30 días sin alcohol? ¿Creen que vale la pena sacrificar algunas noches de jácama y música por frente para mejorar su salud y bienestar? ¡Compártanme sus pensamientos y experiencias en los comentarios! ¡Que no falte el debate sano y constructivo!
Según unos científicos yanquis – sí, porque aquí nos apolamos a lo extranjero–, la abstinencia alcohólica de 30 días produce cambios impresionantes tanto en el cuerpo como en la mente. Pero no me crean a mí, vamos a ver los datos duros porque eso es lo que cuenta, ¿verdad?
La investigación, llevada a cabo entre expertos de la Universidad de Buffalo y George Washington, siguió a un grupo de voluntarios que se propusieron echar raíz al alcohol durante un mes entero. Al principio, algunos juraban que era imposible, que iban a explotar, pero vaya si se les quitó el antojo y empezaron a notar cosas raras, ¡pero buenas!
¿Y qué encontraron, diay? Pues que los participantes experimentaron un subidón de energía que ni el café, una claridad mental que te permite pensar hasta en cómo solucionar el problema del tráfico en Escazú, pérdida de peso (¡eso sí que me interesa!), presión arterial más estable, hígado funcionando como Rolex suizo y hasta más resistencia a la insulina. ¡Todo suena demasiado bueno para ser verdad, pero ahí lo tienen!
Pero esperen que hay más, porque la cosa no termina ahí. También reportaron un sueño de lujo, mejora en el ánimo general y hasta una reducción en los ataques de ansiedad y depresión. Imagínense, señores: menos preocupaciones, más alegría, y sin necesidad de echarse unos traguitos para “relajarse”. Suena a cuento chino, pero la ciencia lo respalda.
Lo que realmente me dejó boquiabierto es que estos beneficios no desaparecieron con el tiempo. Medio año después, volvieron a chequear a los participantes y vieron que seguían bebiendo menos y tenían menos problemas relacionados con el alcohol. ¡Es como si el mes de sobriedad les hubiera abierto los ojos y les hubiera enseñado a disfrutar la vida sin depender de la botella!
Ahora, claro, no estoy diciendo que todos debamos tirar el aguador al río y convertirnos en monjes budistas. Aquí somos ticos, nos gusta compartir un trago con nuestros amigos y familiares, celebrar los buenos momentos con un brindis. Pero quizás, solo quizás, deberíamos replantearnos cuánto bebemos y si realmente necesitamos esa ‘varita mágica’ para sentirnos bien.
En fin, la pregunta que tengo para ustedes, mis queridos foreros: ¿Se atreven a probar el experimento de los 30 días sin alcohol? ¿Creen que vale la pena sacrificar algunas noches de jácama y música por frente para mejorar su salud y bienestar? ¡Compártanme sus pensamientos y experiencias en los comentarios! ¡Que no falte el debate sano y constructivo!