¡Ay, patético! El país entero está sacudido por lo que pasó en Alajuelita. Un doble crimen que dejó a todos boquiabiertos, especialmente a la comunidad de Finca Lajas, donde Antonio Badilla y Mauren Molina, dos abuelitos queridísimos, fueron arrebatados de nuestra vida de manera cruel e injusta. La tristeza se siente a palazos por estos lados, mae.
Don Toño y Doña Maureen, como cariñosamente los conocían, eran figuras emblemáticas de la zona. Su finca, ubicada estratégicamente en las zonas altas de Alajuelita, era parada obligatoria para los caminantes que buscaban disfrutar de la belleza de nuestros cerros centrales. Siempre estaban ahí, con una sonrisa y un café calentito para recibir a quienes se aventuraban a recorrer esos senderos, ofreciendo un trato amable y generoso que quedará grabado en la memoria de muchos.
La semana pasada, el golpe cayó como un balde de agua fría. Una brutal agresión truncó la vida de esta pareja ejemplar, generando indignación y consternación en todo el país. Las autoridades investigan el caso, buscando desesperadamente a los responsables de este acto atroz que ha sembrado el terror entre los vecinos y ha puesto de manifiesto la preocupante ola de violencia que azota nuestro suelo costarricense. ¡Qué pena, we!
Ante esta terrible tragedia, decenas de personas se movilizaron este lunes en una marcha pacífica para exigir justicia. Familiares, amigos, vecinos y excursionistas se unieron para despedir a Don Toño y Doña Maureen, portando flores y velas mientras clamaban por el esclarecimiento de los hechos y el castigo merecido para los culpables. La imagen de Johana Bonilla, hija de Don Toño, pidiendo con fe que la justicia divina salga a la luz, tocó fibras sensibles en todo el país.
"Confío en la justicia, en especial la justicia divina, sé que todo va a salir a la luz en el tiempo de Dios, para que ellos puedan tener su descanso eterno", expresó Bonilla, visiblemente afectada por el dolor pero firme en su convicción. Agradeció el inmenso apoyo recibido por parte de la comunidad de Alajuelita, resaltando cómo el cariño y la solidaridad han sido un bálsamo en momentos tan difíciles. "Ver a tanta gente dándoles el último adiós... eso sí que es algo especial", añadió.
Pero la indignación no se limita a la familia directa. Eduardo Retana, vecino de Alajuelita, compartió su sentir colectivo: "Para nosotros es muy doloroso perder a Antonio y a doña Maureen. Aquí lo que en Alajuelita decimos es que estamos perdiendo Costa Rica... lamentablemente la seguridad no da la talla." Sus palabras reflejan la preocupación creciente de muchos ciudadanos ante el deterioro de la seguridad pública y la sensación de impunidad que se cierne sobre el país. Que salado, diay, todo se complica.
Muchos recuerdan a Don Toño y Doña Maureen como pilares fundamentales de la comunidad, personas sencillas y trabajadoras que dedicaron su vida a brindar alegría y hospitalidad a quienes les visitaban. Juan Bautista Navarro, un frecuente visitante de la finca, enfatizó cómo siempre fueron recibidos con los brazos abiertos y una sonrisa genuina. “Era una gente muy especial, trataban a la gente muy bien. Todos los caminantes de la montaña pasaban a desayunar y almorzar allí.” La noticia de su fallecimiento ha dejado un vacío irreparable en el corazón de todos aquellos que tuvieron la fortuna de conocerlos.
Este hecho, sumado a otras situaciones similares que hemos visto últimamente, nos obliga a reflexionar sobre el rumbo que está tomando nuestro país. ¿Estamos dispuestos a aceptar que la inseguridad siga creciendo y que la violencia se normalice? ¿Cómo podemos fortalecer nuestras comunidades y garantizar la protección de nuestros seres queridos, especialmente de aquellos más vulnerables? ¿Será que necesitamos un cambio radical en las políticas de seguridad o simplemente falta mayor compromiso por parte de todos los actores sociales?
Don Toño y Doña Maureen, como cariñosamente los conocían, eran figuras emblemáticas de la zona. Su finca, ubicada estratégicamente en las zonas altas de Alajuelita, era parada obligatoria para los caminantes que buscaban disfrutar de la belleza de nuestros cerros centrales. Siempre estaban ahí, con una sonrisa y un café calentito para recibir a quienes se aventuraban a recorrer esos senderos, ofreciendo un trato amable y generoso que quedará grabado en la memoria de muchos.
La semana pasada, el golpe cayó como un balde de agua fría. Una brutal agresión truncó la vida de esta pareja ejemplar, generando indignación y consternación en todo el país. Las autoridades investigan el caso, buscando desesperadamente a los responsables de este acto atroz que ha sembrado el terror entre los vecinos y ha puesto de manifiesto la preocupante ola de violencia que azota nuestro suelo costarricense. ¡Qué pena, we!
Ante esta terrible tragedia, decenas de personas se movilizaron este lunes en una marcha pacífica para exigir justicia. Familiares, amigos, vecinos y excursionistas se unieron para despedir a Don Toño y Doña Maureen, portando flores y velas mientras clamaban por el esclarecimiento de los hechos y el castigo merecido para los culpables. La imagen de Johana Bonilla, hija de Don Toño, pidiendo con fe que la justicia divina salga a la luz, tocó fibras sensibles en todo el país.
"Confío en la justicia, en especial la justicia divina, sé que todo va a salir a la luz en el tiempo de Dios, para que ellos puedan tener su descanso eterno", expresó Bonilla, visiblemente afectada por el dolor pero firme en su convicción. Agradeció el inmenso apoyo recibido por parte de la comunidad de Alajuelita, resaltando cómo el cariño y la solidaridad han sido un bálsamo en momentos tan difíciles. "Ver a tanta gente dándoles el último adiós... eso sí que es algo especial", añadió.
Pero la indignación no se limita a la familia directa. Eduardo Retana, vecino de Alajuelita, compartió su sentir colectivo: "Para nosotros es muy doloroso perder a Antonio y a doña Maureen. Aquí lo que en Alajuelita decimos es que estamos perdiendo Costa Rica... lamentablemente la seguridad no da la talla." Sus palabras reflejan la preocupación creciente de muchos ciudadanos ante el deterioro de la seguridad pública y la sensación de impunidad que se cierne sobre el país. Que salado, diay, todo se complica.
Muchos recuerdan a Don Toño y Doña Maureen como pilares fundamentales de la comunidad, personas sencillas y trabajadoras que dedicaron su vida a brindar alegría y hospitalidad a quienes les visitaban. Juan Bautista Navarro, un frecuente visitante de la finca, enfatizó cómo siempre fueron recibidos con los brazos abiertos y una sonrisa genuina. “Era una gente muy especial, trataban a la gente muy bien. Todos los caminantes de la montaña pasaban a desayunar y almorzar allí.” La noticia de su fallecimiento ha dejado un vacío irreparable en el corazón de todos aquellos que tuvieron la fortuna de conocerlos.
Este hecho, sumado a otras situaciones similares que hemos visto últimamente, nos obliga a reflexionar sobre el rumbo que está tomando nuestro país. ¿Estamos dispuestos a aceptar que la inseguridad siga creciendo y que la violencia se normalice? ¿Cómo podemos fortalecer nuestras comunidades y garantizar la protección de nuestros seres queridos, especialmente de aquellos más vulnerables? ¿Será que necesitamos un cambio radical en las políticas de seguridad o simplemente falta mayor compromiso por parte de todos los actores sociales?
