¡Ay, Dios mío! Esto sí que está cargado. Las malas noticias nunca descansan, y ahora nos llega una que pone un escalofrío por la espalda: el consumo de alcohol y drogas entre nuestros jóvenes ha alcanzado niveles preocupantes, según revela un estudio reciente de la Universidad Libre de Costa Rica (ULICORI). ¡Qué torta!, porque parece que estamos perdiendo el control de la niñez tica.
Según los datos más recientes, casi un cuarto (23,3%) de los adolescentes ya se ha echado unos tragos en el último mes. ¡Imagínate!, eso significa que hay muchos chavales por ahí metidos en problemas. Y si pensábamos que era raro, prepárense: ocho de cada diez ya lo han hecho antes de salir del colegio. Ni hablar de aquellos que, desde muy jóvenes, han probado el brete del licor; la edad promedio del primer contacto con la botella es de apenas 12,8 años. ¡Un diay! ¿Hasta dónde caeremos?
Pero la cosa no termina ahí, porque el reporte también señala un repunte inquietante en el consumo de cannabis y cocaína entre los adolescentes. Esto ya no es un simple problema de “salir de juerga” los fines de semana. Estamos hablando de una adicción que puede destrozar vidas y familias enteras. ¡Qué salada está la cosa!
Paulina Molina, directora de la Escuela de Trabajo Social de Ulicori, no se anda con rodeos: “Estas cifras son una alerta clara. No podemos seguir esperando que los jóvenes sean los únicos responsables de sus actos.” Y tiene toda la razón. La responsabilidad no recae solo en ellos, sino en todos nosotros: padres, maestros, autoridades, sociedad en general.
Expertos señalan que este problema tiene raíces profundas. La pobreza, la discriminación y el desempleo son algunos de los factores que contribuyen a empujar a nuestros jóvenes hacia el abismo de las drogas. A veces, buscan refugio en estas sustancias como una forma de escapar de la realidad, de olvidar sus penas y frustraciones. Pero claro, ¡qué carga! Porque esa solución siempre trae consigo peores consecuencias.
Para revertir esta tendencia, los especialistas recomiendan implementar campañas masivas de educación y concientización dirigidas a adolescentes y jóvenes. No basta con decirles que las drogas son malas; hay que explicarles cómo afectan su salud física y mental, cómo destruyen sus sueños y aspiraciones. También es fundamental fortalecer los programas de apoyo psicológico y social para las familias vulnerables.
Además, se necesita atacar directamente las causas estructurales del problema. Crear oportunidades de empleo para los jóvenes, brindarles acceso a una educación de calidad, promover valores como la responsabilidad y el respeto... En resumen, construir una sociedad más justa y equitativa donde todos tengan la oportunidad de prosperar. Ya saben, ponerle maña al brete, como decimos aquí en Costa Rica.
En fin, la situación es grave y requiere de la atención urgente de todos. ¿Cómo crees tú, compa, que podemos frenar esta ola de consumo de sustancias entre nuestros jóvenes? ¿Qué medidas concretas debemos tomar para proteger a las futuras generaciones y evitar que se vayan al traste?
Según los datos más recientes, casi un cuarto (23,3%) de los adolescentes ya se ha echado unos tragos en el último mes. ¡Imagínate!, eso significa que hay muchos chavales por ahí metidos en problemas. Y si pensábamos que era raro, prepárense: ocho de cada diez ya lo han hecho antes de salir del colegio. Ni hablar de aquellos que, desde muy jóvenes, han probado el brete del licor; la edad promedio del primer contacto con la botella es de apenas 12,8 años. ¡Un diay! ¿Hasta dónde caeremos?
Pero la cosa no termina ahí, porque el reporte también señala un repunte inquietante en el consumo de cannabis y cocaína entre los adolescentes. Esto ya no es un simple problema de “salir de juerga” los fines de semana. Estamos hablando de una adicción que puede destrozar vidas y familias enteras. ¡Qué salada está la cosa!
Paulina Molina, directora de la Escuela de Trabajo Social de Ulicori, no se anda con rodeos: “Estas cifras son una alerta clara. No podemos seguir esperando que los jóvenes sean los únicos responsables de sus actos.” Y tiene toda la razón. La responsabilidad no recae solo en ellos, sino en todos nosotros: padres, maestros, autoridades, sociedad en general.
Expertos señalan que este problema tiene raíces profundas. La pobreza, la discriminación y el desempleo son algunos de los factores que contribuyen a empujar a nuestros jóvenes hacia el abismo de las drogas. A veces, buscan refugio en estas sustancias como una forma de escapar de la realidad, de olvidar sus penas y frustraciones. Pero claro, ¡qué carga! Porque esa solución siempre trae consigo peores consecuencias.
Para revertir esta tendencia, los especialistas recomiendan implementar campañas masivas de educación y concientización dirigidas a adolescentes y jóvenes. No basta con decirles que las drogas son malas; hay que explicarles cómo afectan su salud física y mental, cómo destruyen sus sueños y aspiraciones. También es fundamental fortalecer los programas de apoyo psicológico y social para las familias vulnerables.
Además, se necesita atacar directamente las causas estructurales del problema. Crear oportunidades de empleo para los jóvenes, brindarles acceso a una educación de calidad, promover valores como la responsabilidad y el respeto... En resumen, construir una sociedad más justa y equitativa donde todos tengan la oportunidad de prosperar. Ya saben, ponerle maña al brete, como decimos aquí en Costa Rica.
En fin, la situación es grave y requiere de la atención urgente de todos. ¿Cómo crees tú, compa, que podemos frenar esta ola de consumo de sustancias entre nuestros jóvenes? ¿Qué medidas concretas debemos tomar para proteger a las futuras generaciones y evitar que se vayan al traste?