¡Duro, duro! Australia acaba de meterle mano a las redes sociales, echándolas a patadas de casa para los chamacos menores de 16 años. Sí, así como lo escuchaste, adiós Facebook, Instagram, TikTok... ¡Todo! Un intento por frenar el acoso online y proteger a los jovencitos de ese mundillo turbio donde a veces les hacen tremenda vaca.
La movida salió a raíz de la tragedia de Ollie, un nene que, pobre diay, no aguantó tanto acoso en las redes y terminó tomando una decisión irreversible. Su má, Mia Bannister, se puso las pilas y empezó a mover cielo y tierra hasta que el gobierno australiano finalmente se dio cuenta de que había que hacer algo. Ahora, la ley es oficial: a partir del 10 de diciembre, ¡prohibido pa’ los menores!
Imagínate, las compañías de redes sociales andan bien sudadas porque si no cumplen la ley, se les cae encima una multa de ¡32 millones de dólares! Eso sí que duele, ¿verdad, jefes? Mia, con toda la razón del mundo, dice que si la ley hubiera existido antes, quizás Ollie seguiría con nosotros, riendo y haciendo sus travesuras.
La má de Ollie, hablando con toda la honestidad del mundo, relata cómo era su nene, con esos rizos rojitos y esa sonrisa que iluminaba todo. Recuerda cómo él era su mejor amigo, su mundo entero, y cómo poco a poco, con el avance de esos trastos electrónicos y el bullying virtual, ese brillo se fue apagando. Y la bronca es clara: culpa de las plataformas que permiten que los niños accedan a contenido peligroso y sin filtros adecuados.
Muchos padres, según estudios recientes, no saben ni en qué plataformas andan metidos sus hijos. Es un brete, ¿eh? Uno quiere trabajar y darle a los chamacos un teléfono para que estén comunicados, pero a la vez uno anda con el susto de que se topen con cosas feas. Como dice Mia, “darle un teléfono a tu hijo es como darle el arma más peligrosa que existe”. ¡Qué cara dura la tecnología, wey!
Ahora, la polémica está servida. Algunos dicen que es una medida exagerada, que se están privando a los jóvenes de herramientas valiosas para aprender y desarrollarse. Otros, como Catherine Page Jeffery, catedrática de la Universidad de Sidney, argumentan que lo importante es poner más controles de seguridad en las plataformas, obligarlas a proteger a los usuarios, en lugar de simplemente prohibir el acceso.
Pero hay historias inspiradoras también. Ava Chanel Jones, una niña de 12 años, utiliza Instagram para mostrar su talento como animadora, bailarina y modelo. Se gana unos mangos con eso, promueve marcas y hasta lanzó su propia línea de ropa. Demuestra que las redes sociales, usadas con cabeza y bajo la supervisión de los padres, pueden ser una oportunidad increíble para crecer y aprender. Aunque ahora, a ella también le preocupa cómo afectará la ley su cuenta.
Claro, todo esto es nuevo, y nadie sabe exactamente cómo va a funcionar. La comisionada australiana de seguridad digital, Julie Inman Grant, reconoce que no hay soluciones fáciles, pero está segura de que la restricción es una herramienta poderosa para combatir el acoso y el daño en línea. Mia, por su parte, sigue luchando por concienciar sobre el problema, llevando la historia de Ollie a todos lados. Al final, lo hace por él, por los demás niños que necesitan protección y porque espera que esto sirva para que nadie más tenga que pasar por el sufrimiento que ella vivió. Y aquí viene la pregunta, pura checha: ¿Deberíamos Costa Rica considerar medidas similares para proteger a nuestros jóvenes del acoso en redes sociales, aunque esto implique limitar su libertad en internet?
La movida salió a raíz de la tragedia de Ollie, un nene que, pobre diay, no aguantó tanto acoso en las redes y terminó tomando una decisión irreversible. Su má, Mia Bannister, se puso las pilas y empezó a mover cielo y tierra hasta que el gobierno australiano finalmente se dio cuenta de que había que hacer algo. Ahora, la ley es oficial: a partir del 10 de diciembre, ¡prohibido pa’ los menores!
Imagínate, las compañías de redes sociales andan bien sudadas porque si no cumplen la ley, se les cae encima una multa de ¡32 millones de dólares! Eso sí que duele, ¿verdad, jefes? Mia, con toda la razón del mundo, dice que si la ley hubiera existido antes, quizás Ollie seguiría con nosotros, riendo y haciendo sus travesuras.
La má de Ollie, hablando con toda la honestidad del mundo, relata cómo era su nene, con esos rizos rojitos y esa sonrisa que iluminaba todo. Recuerda cómo él era su mejor amigo, su mundo entero, y cómo poco a poco, con el avance de esos trastos electrónicos y el bullying virtual, ese brillo se fue apagando. Y la bronca es clara: culpa de las plataformas que permiten que los niños accedan a contenido peligroso y sin filtros adecuados.
Muchos padres, según estudios recientes, no saben ni en qué plataformas andan metidos sus hijos. Es un brete, ¿eh? Uno quiere trabajar y darle a los chamacos un teléfono para que estén comunicados, pero a la vez uno anda con el susto de que se topen con cosas feas. Como dice Mia, “darle un teléfono a tu hijo es como darle el arma más peligrosa que existe”. ¡Qué cara dura la tecnología, wey!
Ahora, la polémica está servida. Algunos dicen que es una medida exagerada, que se están privando a los jóvenes de herramientas valiosas para aprender y desarrollarse. Otros, como Catherine Page Jeffery, catedrática de la Universidad de Sidney, argumentan que lo importante es poner más controles de seguridad en las plataformas, obligarlas a proteger a los usuarios, en lugar de simplemente prohibir el acceso.
Pero hay historias inspiradoras también. Ava Chanel Jones, una niña de 12 años, utiliza Instagram para mostrar su talento como animadora, bailarina y modelo. Se gana unos mangos con eso, promueve marcas y hasta lanzó su propia línea de ropa. Demuestra que las redes sociales, usadas con cabeza y bajo la supervisión de los padres, pueden ser una oportunidad increíble para crecer y aprender. Aunque ahora, a ella también le preocupa cómo afectará la ley su cuenta.
Claro, todo esto es nuevo, y nadie sabe exactamente cómo va a funcionar. La comisionada australiana de seguridad digital, Julie Inman Grant, reconoce que no hay soluciones fáciles, pero está segura de que la restricción es una herramienta poderosa para combatir el acoso y el daño en línea. Mia, por su parte, sigue luchando por concienciar sobre el problema, llevando la historia de Ollie a todos lados. Al final, lo hace por él, por los demás niños que necesitan protección y porque espera que esto sirva para que nadie más tenga que pasar por el sufrimiento que ella vivió. Y aquí viene la pregunta, pura checha: ¿Deberíamos Costa Rica considerar medidas similares para proteger a nuestros jóvenes del acoso en redes sociales, aunque esto implique limitar su libertad en internet?
