Pues resulta que la cosa está dura, bien dura, pa’ los refugiados a nivel mundial, y todo por culpa de unos recorte de billetera que están haciendo arriba. La Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), esa que le pone el hombro a tanta gente que huye de sus casas por la guerra o el hambre, anda tocada por dentro. Su director, Filippo Grandi, soltó la bomba esta semana: milanes de empleos perdidos y servicios cortados porque la plata simplemente no alcanza.
Y ojo, que esto no es un problema lejano. Estamos hablando de casi cinco mil compañeros de trabajo echados a la calle, más de una cuarta parte de toda la planilla. ¡Imagínate el batacazo! Y eso, dicen, es solo el principio. Se esperan más despidos, y vaya si da pena, porque esos son familias, maes, gente que depende de ese brete para salir adelante. Uno se queda pensando cómo van a ponerle comida al día ahora.
¿Y qué causó todo este lío? Pues la culpa es del señor Trump, amén. Desde que agarró el poder allá en Estados Unidos, que siempre fue el papá que ponía la lana, empezó a apretar el cinturón en cuanto a ayudas internacionales. Él cree que así va todo mejor, pero en la realidad, está dejando regada la casa, afectando a muchísima gente inocente. Era el colmo ver como tiraban la plata afuera y luego no podían ayudar a la gente que verdaderamente la necesita.
Grandi no se anduvo con rodeos y mandó un mensaje clarito: “Hubo que parar programas cruciales y actividades que salvan vidas”. Directo al grano, sin echar flores. Habló de cómo tuvieron que cerrar escuelas donde los niños refugiados aprendían a leer y escribir, cómo redujeron la ayuda alimentaria, cómo dejaron de pagar dineros en efectivo para que la gente pudiera comprar lo básico… Una tragedia, vamos. De verdad, no sé cómo pueden dormir tranquilos esos señores ahí arriba. No tienen ni idea del sufrimiento que están causando.”
El panorama es tan gris que, según Grandi, Acnur estaba preparándose para un corte del 10% en los fondos, pero la realidad superó todas las expectativas. Ahora, proyecciones indican que terminarán el año con casi cuatro mil millones de dólares disponibles, ¡casi dos mil millones menos de lo que tenían planeado! Y eso, maes, significa menos ayuda para quienes más la necesitan. Ni siquiera los países desarrollados que pensaban que estaban exentos se libraron de este embate, todos sintieron el pinchazo.
Uno se pregunta, ¿dónde quedó la solidaridad humana? ¿De qué sirve tener tanto dinero si no podemos ayudar a nuestros hermanos que están pasando por momentos difíciles? Ver cómo se recortan fondos destinados a proteger a mujeres víctimas de violencia, niños huérfanos, familias separadas por la guerra... me da unas ganas de gritar al cielo, diay. Parece que el mundo se está poniendo más egoísta día tras día, y eso no puede seguir así.
Esta crisis de Acnur nos afecta a nosotros también, aquí en Costa Rica. Sabemos que tenemos una política migratoria abierta y hemos recibido a muchos refugiados en los últimos años. ¿Cómo vamos a mantener ese compromiso si las agencias internacionales no tienen los recursos necesarios? Tenemos que redoblar esfuerzos, buscar nuevas formas de apoyar a estas personas que buscan una vida digna lejos de la violencia y la pobreza. Hay que hacerle frente, ponerse las pilas y aportar nuestro granito de arena, pues no podemos dejar que se vayan al traste las oportunidades de estos necesitados.
Ahora dime, ¿crees que deberíamos aumentar el aporte de Costa Rica a Acnur, aunque eso signifique sacrificar algún otro programa social? ¿O crees que debemos enfocarnos en ayudar directamente a los refugiados que ya están aquí, buscando soluciones alternativas? ¡Déjanos tus comentarios abajo y cuéntanos qué piensas tú!
Y ojo, que esto no es un problema lejano. Estamos hablando de casi cinco mil compañeros de trabajo echados a la calle, más de una cuarta parte de toda la planilla. ¡Imagínate el batacazo! Y eso, dicen, es solo el principio. Se esperan más despidos, y vaya si da pena, porque esos son familias, maes, gente que depende de ese brete para salir adelante. Uno se queda pensando cómo van a ponerle comida al día ahora.
¿Y qué causó todo este lío? Pues la culpa es del señor Trump, amén. Desde que agarró el poder allá en Estados Unidos, que siempre fue el papá que ponía la lana, empezó a apretar el cinturón en cuanto a ayudas internacionales. Él cree que así va todo mejor, pero en la realidad, está dejando regada la casa, afectando a muchísima gente inocente. Era el colmo ver como tiraban la plata afuera y luego no podían ayudar a la gente que verdaderamente la necesita.
Grandi no se anduvo con rodeos y mandó un mensaje clarito: “Hubo que parar programas cruciales y actividades que salvan vidas”. Directo al grano, sin echar flores. Habló de cómo tuvieron que cerrar escuelas donde los niños refugiados aprendían a leer y escribir, cómo redujeron la ayuda alimentaria, cómo dejaron de pagar dineros en efectivo para que la gente pudiera comprar lo básico… Una tragedia, vamos. De verdad, no sé cómo pueden dormir tranquilos esos señores ahí arriba. No tienen ni idea del sufrimiento que están causando.”
El panorama es tan gris que, según Grandi, Acnur estaba preparándose para un corte del 10% en los fondos, pero la realidad superó todas las expectativas. Ahora, proyecciones indican que terminarán el año con casi cuatro mil millones de dólares disponibles, ¡casi dos mil millones menos de lo que tenían planeado! Y eso, maes, significa menos ayuda para quienes más la necesitan. Ni siquiera los países desarrollados que pensaban que estaban exentos se libraron de este embate, todos sintieron el pinchazo.
Uno se pregunta, ¿dónde quedó la solidaridad humana? ¿De qué sirve tener tanto dinero si no podemos ayudar a nuestros hermanos que están pasando por momentos difíciles? Ver cómo se recortan fondos destinados a proteger a mujeres víctimas de violencia, niños huérfanos, familias separadas por la guerra... me da unas ganas de gritar al cielo, diay. Parece que el mundo se está poniendo más egoísta día tras día, y eso no puede seguir así.
Esta crisis de Acnur nos afecta a nosotros también, aquí en Costa Rica. Sabemos que tenemos una política migratoria abierta y hemos recibido a muchos refugiados en los últimos años. ¿Cómo vamos a mantener ese compromiso si las agencias internacionales no tienen los recursos necesarios? Tenemos que redoblar esfuerzos, buscar nuevas formas de apoyar a estas personas que buscan una vida digna lejos de la violencia y la pobreza. Hay que hacerle frente, ponerse las pilas y aportar nuestro granito de arena, pues no podemos dejar que se vayan al traste las oportunidades de estos necesitados.
Ahora dime, ¿crees que deberíamos aumentar el aporte de Costa Rica a Acnur, aunque eso signifique sacrificar algún otro programa social? ¿O crees que debemos enfocarnos en ayudar directamente a los refugiados que ya están aquí, buscando soluciones alternativas? ¡Déjanos tus comentarios abajo y cuéntanos qué piensas tú!
