¡Aguante, pura vida! Parece que la cosa está más dura que pan sin sal, porque los precios de la comida andan por las nubes. Un nuevo estudio del Colegio de Ciencias Económicas de Costa Rica (CCECR) acaba de confirmar lo que muchos estamos sintiendo en el bolsillo: la comida está subiendo más rápido que la inflación general. ¡Qué despiche!
El economista José Francisco Pacheco le dio duro al asunto. Según sus cálculos, entre diciembre de 2020 y septiembre de este año, los alimentos y bebidas no alcohólicas se fueron arriba un 14,6%. ¡Un chorro! Comparándolo con la inflación general, que apenas llegó al 8,2%, se nota que estamos comiendo un bocado muy amargo. Después de junio del 2022, la cosa empeoró, y los precios de la comida no han parado de subir.
Lo peor de todo es que la Canasta Básica Alimentaria (CBA) representa medio camino del ingreso de las familias rurales y casi la mitad de las urbanas. Eso quiere decir que cualquier cambio en los precios de la comida nos pega directo al bolsillo. Si esto sigue así, vamos a tener que empezar a comer solo raíces y hierbas, ¡y eso no va con nosotros, eh!
Y ni hablar de lo que ha pasado en 2025. Aunque la inflación general parezca estar bajando –que hasta ahora parece breva–, algunos productos clave están pegando patadas. El café, que es nuestro tesoro, se fue arriba un 17,8%, los chocolates un 11,7%, y hasta los frutitos rojos, esos que tanto nos gustan para el desayuno, subieron un 10,6%. ¡Qué carga!
Ahora, si nos metemos a ver los productos básicos, la cosa está todavía peor. Productos como la avena y la harina de trigo se han ido para atrás un montón, ¡pero ojo!, eso no significa que estemos tranquilos. Significa que dependemos mucho de importaciones y que cualquier problema afuera nos puede pegar fuerte acá adentro. Tenemos que echarle gallito a la producción local, diay.
El estudio dice clarito que cerca de 310 mil personas no pueden comprar la CBA, ¡y eso es de pelar las paredes! Eso significa que hay familias enteras viviendo en pobreza extrema, con niños que no están recibiendo la alimentación que necesitan. Y para colmo, ¡hay 106 mil menores de 15 años en esa situación! Es hora de que alguien le ponga el corazón a este problema, porque esto ya no puede seguir así.
El CCECR sugiere que necesitamos políticas públicas que estabilicen los precios, apoyen a los productores nacionales y hagan que la cadena de distribución sea más eficiente. También quieren que estén pendientes de los precios para poder actuar rápido si las cosas se ponen feas. A ver si nuestros diputados le hacen caso y dejan de pelearse por huevitos y empiezan a trabajar por el bienestar de la gente, chunches.
En fin, la situación pinta complicada. La comida sigue siendo cara, y los más necesitados son los que más sufren. Ahora me pregunto, compas: ¿ustedes creen que el gobierno está haciendo lo suficiente para proteger a las familias más vulnerables de este golpe en el bolsillo, o deberíamos esperar lo peor y empezar a cultivar nuestras propias papayas?
	
		
			
		
		
	
				
			El economista José Francisco Pacheco le dio duro al asunto. Según sus cálculos, entre diciembre de 2020 y septiembre de este año, los alimentos y bebidas no alcohólicas se fueron arriba un 14,6%. ¡Un chorro! Comparándolo con la inflación general, que apenas llegó al 8,2%, se nota que estamos comiendo un bocado muy amargo. Después de junio del 2022, la cosa empeoró, y los precios de la comida no han parado de subir.
Lo peor de todo es que la Canasta Básica Alimentaria (CBA) representa medio camino del ingreso de las familias rurales y casi la mitad de las urbanas. Eso quiere decir que cualquier cambio en los precios de la comida nos pega directo al bolsillo. Si esto sigue así, vamos a tener que empezar a comer solo raíces y hierbas, ¡y eso no va con nosotros, eh!
Y ni hablar de lo que ha pasado en 2025. Aunque la inflación general parezca estar bajando –que hasta ahora parece breva–, algunos productos clave están pegando patadas. El café, que es nuestro tesoro, se fue arriba un 17,8%, los chocolates un 11,7%, y hasta los frutitos rojos, esos que tanto nos gustan para el desayuno, subieron un 10,6%. ¡Qué carga!
Ahora, si nos metemos a ver los productos básicos, la cosa está todavía peor. Productos como la avena y la harina de trigo se han ido para atrás un montón, ¡pero ojo!, eso no significa que estemos tranquilos. Significa que dependemos mucho de importaciones y que cualquier problema afuera nos puede pegar fuerte acá adentro. Tenemos que echarle gallito a la producción local, diay.
El estudio dice clarito que cerca de 310 mil personas no pueden comprar la CBA, ¡y eso es de pelar las paredes! Eso significa que hay familias enteras viviendo en pobreza extrema, con niños que no están recibiendo la alimentación que necesitan. Y para colmo, ¡hay 106 mil menores de 15 años en esa situación! Es hora de que alguien le ponga el corazón a este problema, porque esto ya no puede seguir así.
El CCECR sugiere que necesitamos políticas públicas que estabilicen los precios, apoyen a los productores nacionales y hagan que la cadena de distribución sea más eficiente. También quieren que estén pendientes de los precios para poder actuar rápido si las cosas se ponen feas. A ver si nuestros diputados le hacen caso y dejan de pelearse por huevitos y empiezan a trabajar por el bienestar de la gente, chunches.
En fin, la situación pinta complicada. La comida sigue siendo cara, y los más necesitados son los que más sufren. Ahora me pregunto, compas: ¿ustedes creen que el gobierno está haciendo lo suficiente para proteger a las familias más vulnerables de este golpe en el bolsillo, o deberíamos esperar lo peor y empezar a cultivar nuestras propias papayas?
 
	 
 
		 
  
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
  
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		