¡Ay, mae! Quién diría que una comidita tranquila de sushi podía convertirse en la pesadilla más grande. La historia de Yuli nos golpea como un balde de agua fría, recordándonos que la vida te puede dar sorpresas más fuertes que un terremoto.
Todo empezó como cualquier otro día, buscando algo rico y diferente. Un simple antojo de sushi terminó desembocando en una cascada de problemas de salud que la tuvieron al borde del precipicio. Salmonella, fiebre tifoidea, pancreatitis, e incluso una vesícula biliar comprometiendo todo el panorama. ¡Qué torta!
La velocidad con la que se complicó la cosa fue impresionante. De un restaurante a la UCI en cuestión de horas. Yuli pasó 23 días luchando por su vida en cuidados intensivos, días en los que ni siquiera podía comer. Imagínate la sensación, sentir que te estás apagando poco a poco. ¡Qué nivel de sufrimiento!
Pero la vida, a veces, te da segundas oportunidades. Contra todo pronóstico, Yuli salió adelante, aunque no sin secuelas. Al despertar, se encontró con una nueva batalla: la parálisis facial. La mitad de su cara había perdido movilidad, obligándola a enfrentar terapias intensivas, dolor constante y medicamentos que parecían no hacer efecto. ¡Esto sí que era brete!
Meses de incertidumbre, de visitas médicas interminables y tratamientos frustrantes pasaron hasta que llegó el veredicto final: lupus eritematoso sistémico. Una enfermedad autoinmune que estaba atacando su cuerpo desde adentro, afectando su sistema nervioso y órganos vitales. ¡Cómo darle! Uno nunca sabe cuándo te va a caer encima una vara así.
Ahora, Yuli sigue peleando su batalla diaria contra el lupus, con sus días buenos y sus días malos. Pero en lugar de dejarse vencer por la adversidad, ha decidido compartir su historia para dar esperanza y fortaleza a otros que están pasando por situaciones similares. “Le pedí a Dios que hiciera lo que quisiera conmigo… y me dejó aquí para contarlo”, nos dice con convicción, demostrando que el espíritu humano puede superar cualquier obstáculo.
Su relato, que se ha viralizado en redes sociales, es mucho más que una historia de enfermedad; es un llamado a valorar cada instante de nuestras vidas y a reconocer la importancia de la resiliencia frente a la adversidad. Nos recuerda que la salud es un tesoro frágil y que debemos cuidarla como oro en paño de burgués.
Yuli nos enseña que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay luz al final del túnel. Su ejemplo es inspirador y nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vulnerabilidad y sobre la capacidad infinita que tenemos para levantarnos después de cada caída. Ahora bien, ¿qué medidas creen ustedes que deberíamos tomar para mejorar la prevención y detección temprana de enfermedades autoinmunes en Costa Rica?
Todo empezó como cualquier otro día, buscando algo rico y diferente. Un simple antojo de sushi terminó desembocando en una cascada de problemas de salud que la tuvieron al borde del precipicio. Salmonella, fiebre tifoidea, pancreatitis, e incluso una vesícula biliar comprometiendo todo el panorama. ¡Qué torta!
La velocidad con la que se complicó la cosa fue impresionante. De un restaurante a la UCI en cuestión de horas. Yuli pasó 23 días luchando por su vida en cuidados intensivos, días en los que ni siquiera podía comer. Imagínate la sensación, sentir que te estás apagando poco a poco. ¡Qué nivel de sufrimiento!
Pero la vida, a veces, te da segundas oportunidades. Contra todo pronóstico, Yuli salió adelante, aunque no sin secuelas. Al despertar, se encontró con una nueva batalla: la parálisis facial. La mitad de su cara había perdido movilidad, obligándola a enfrentar terapias intensivas, dolor constante y medicamentos que parecían no hacer efecto. ¡Esto sí que era brete!
Meses de incertidumbre, de visitas médicas interminables y tratamientos frustrantes pasaron hasta que llegó el veredicto final: lupus eritematoso sistémico. Una enfermedad autoinmune que estaba atacando su cuerpo desde adentro, afectando su sistema nervioso y órganos vitales. ¡Cómo darle! Uno nunca sabe cuándo te va a caer encima una vara así.
Ahora, Yuli sigue peleando su batalla diaria contra el lupus, con sus días buenos y sus días malos. Pero en lugar de dejarse vencer por la adversidad, ha decidido compartir su historia para dar esperanza y fortaleza a otros que están pasando por situaciones similares. “Le pedí a Dios que hiciera lo que quisiera conmigo… y me dejó aquí para contarlo”, nos dice con convicción, demostrando que el espíritu humano puede superar cualquier obstáculo.
Su relato, que se ha viralizado en redes sociales, es mucho más que una historia de enfermedad; es un llamado a valorar cada instante de nuestras vidas y a reconocer la importancia de la resiliencia frente a la adversidad. Nos recuerda que la salud es un tesoro frágil y que debemos cuidarla como oro en paño de burgués.
Yuli nos enseña que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay luz al final del túnel. Su ejemplo es inspirador y nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vulnerabilidad y sobre la capacidad infinita que tenemos para levantarnos después de cada caída. Ahora bien, ¿qué medidas creen ustedes que deberíamos tomar para mejorar la prevención y detección temprana de enfermedades autoinmunes en Costa Rica?