¡Qué cargada nos hemos metido, pura verdad! Por años, Costa Rica se ha pavoneado diciendo que somos el país eco-friendly de Latinoamérica, los que vivimos del sol, del agua y del viento. Y no me entienden mal, tener casi el 100% de energía renovable es un logro que le hace sombra a muchos países desarrollados. Pero parece que ahora estamos jugando con fuego, y no precisamente con biomasa sostenible.
La última movida del gobierno, aprobando permisos para reactivar proyectos de generación eléctrica a base de combustibles fósiles – especialmente gas natural licuado (GNL) –, ha levantado ampollas, y con justa razón. Dicen que es “temporal”, que es para asegurar el suministro eléctrico mientras las fuentes renovables aún no dan para más. Jalarse una torta, porque siempre hay un “pero”. ¿Quién garantiza que esto no se convierta en una costumbre, en una dependencia peligrosa?
Y ojo, no estoy diciendo que las energías renovables sean perfectas. Tenemos problemas con la intermitencia, con la infraestructura de transmisión… ¡Es un brete! Pero eso no justifica retroceder a la edad de piedra energética. Recuerdo cuando el discurso oficial era “energía limpia para un futuro sostenible”. Ahora suena a excusa barata para complacer intereses turbios y llenar los bolsillos de unos cuantos allegados. ¡Qué sal!
Lo peor de todo es que este cambio de rumbo contradice todos nuestros compromisos internacionales en materia climática. Estamos hablando de Net Zero 2050, de acuerdos firmados en París, de toda esa rodamante que nos hizo lucir bien ante el mundo. ¿Ahora vamos a tirar todo a perder por unas pocas monedas a corto plazo? Parece que algunos prefieren el beneficio inmediato al bienestar de las futuras generaciones. ¡Qué poca visión!
Muchos expertos advierten que depender del GNL nos pone en una posición vulnerable frente a las fluctuaciones del mercado internacional. Imaginen si sube el precio del gas... ¡Nos vamos al traste! Además, la quema de combustibles fósiles libera gases de efecto invernadero, contribuyendo al calentamiento global y a sus devastadores efectos. No es solamente un problema nuestro; es un problema mundial, y nosotros tenemos la responsabilidad de hacer nuestra parte. Y vaya que estamos haciendo una, pero para atrás.
Además, hay que recordar que Costa Rica cuenta con un potencial enorme de energía geotérmica, hidroeléctrica y eólica que todavía no hemos explotado al máximo. Estamos sentados sobre un tesoro energético, pero en lugar de invertir en él, preferimos cavar pozos de petróleo virtual con el GNL. ¿Será que alguien se queda con la tajada más grande en estos negocios? Esa es la gran duda que ronda entre muchos, diay.
Es importante analizar a fondo las alternativas que existen para garantizar el suministro eléctrico sin comprometer nuestras metas ambientales. Se necesita un diálogo abierto y transparente entre el gobierno, el sector privado, las organizaciones ambientalistas y la sociedad civil. No podemos permitir que decisiones tan trascendentales se tomen a puerta cerrada, bajo la presión de grupos de interés. Necesitamos que esto se haga a cielo abierto, con toda la información disponible para que podamos tomar decisiones informadas. La transparencia es clave, y en estos temas, la falta de ella genera sospechas fundadas.
En fin, la situación es complicada y requiere de una reflexión profunda. Hemos construido una imagen de líderes en sostenibilidad, pero corremos el riesgo de perderlo todo por un atajo equivocado. ¿Deberíamos exigir una auditoría independiente sobre los costos y beneficios de los proyectos de GNL, así como una evaluación exhaustiva de las alternativas renovables disponibles, o simplemente esperamos a que nos venga encima la tormenta, ya con las consecuencias agraviantes? Déjenme saber qué piensan ustedes, ¿creen que estamos caminando hacia un precipicio energético o podemos todavía corregir el rumbo y seguir brillando como faro de sostenibilidad en América Latina?
La última movida del gobierno, aprobando permisos para reactivar proyectos de generación eléctrica a base de combustibles fósiles – especialmente gas natural licuado (GNL) –, ha levantado ampollas, y con justa razón. Dicen que es “temporal”, que es para asegurar el suministro eléctrico mientras las fuentes renovables aún no dan para más. Jalarse una torta, porque siempre hay un “pero”. ¿Quién garantiza que esto no se convierta en una costumbre, en una dependencia peligrosa?
Y ojo, no estoy diciendo que las energías renovables sean perfectas. Tenemos problemas con la intermitencia, con la infraestructura de transmisión… ¡Es un brete! Pero eso no justifica retroceder a la edad de piedra energética. Recuerdo cuando el discurso oficial era “energía limpia para un futuro sostenible”. Ahora suena a excusa barata para complacer intereses turbios y llenar los bolsillos de unos cuantos allegados. ¡Qué sal!
Lo peor de todo es que este cambio de rumbo contradice todos nuestros compromisos internacionales en materia climática. Estamos hablando de Net Zero 2050, de acuerdos firmados en París, de toda esa rodamante que nos hizo lucir bien ante el mundo. ¿Ahora vamos a tirar todo a perder por unas pocas monedas a corto plazo? Parece que algunos prefieren el beneficio inmediato al bienestar de las futuras generaciones. ¡Qué poca visión!
Muchos expertos advierten que depender del GNL nos pone en una posición vulnerable frente a las fluctuaciones del mercado internacional. Imaginen si sube el precio del gas... ¡Nos vamos al traste! Además, la quema de combustibles fósiles libera gases de efecto invernadero, contribuyendo al calentamiento global y a sus devastadores efectos. No es solamente un problema nuestro; es un problema mundial, y nosotros tenemos la responsabilidad de hacer nuestra parte. Y vaya que estamos haciendo una, pero para atrás.
Además, hay que recordar que Costa Rica cuenta con un potencial enorme de energía geotérmica, hidroeléctrica y eólica que todavía no hemos explotado al máximo. Estamos sentados sobre un tesoro energético, pero en lugar de invertir en él, preferimos cavar pozos de petróleo virtual con el GNL. ¿Será que alguien se queda con la tajada más grande en estos negocios? Esa es la gran duda que ronda entre muchos, diay.
Es importante analizar a fondo las alternativas que existen para garantizar el suministro eléctrico sin comprometer nuestras metas ambientales. Se necesita un diálogo abierto y transparente entre el gobierno, el sector privado, las organizaciones ambientalistas y la sociedad civil. No podemos permitir que decisiones tan trascendentales se tomen a puerta cerrada, bajo la presión de grupos de interés. Necesitamos que esto se haga a cielo abierto, con toda la información disponible para que podamos tomar decisiones informadas. La transparencia es clave, y en estos temas, la falta de ella genera sospechas fundadas.
En fin, la situación es complicada y requiere de una reflexión profunda. Hemos construido una imagen de líderes en sostenibilidad, pero corremos el riesgo de perderlo todo por un atajo equivocado. ¿Deberíamos exigir una auditoría independiente sobre los costos y beneficios de los proyectos de GNL, así como una evaluación exhaustiva de las alternativas renovables disponibles, o simplemente esperamos a que nos venga encima la tormenta, ya con las consecuencias agraviantes? Déjenme saber qué piensan ustedes, ¿creen que estamos caminando hacia un precipicio energético o podemos todavía corregir el rumbo y seguir brillando como faro de sostenibilidad en América Latina?