¡Ay, Dios mío! La cosa está dura, pura bruma. La desaparición de doña Ligia Faerrón, una señora de San Carlos, está sacudiendo a toda la familia y a todos nosotros aquí en el Foro. La pobre, una madre de cuatro y abuelita de dos, simplemente se esfumó hace ya una semana, dejando un vacío enorme y un montón de preguntas flotando en el aire.
Según nos cuentan desde el OIJ, doña Ligia fue vista por última vez el 26 de septiembre, camino a hacer unas diligencias por la mañana. Después de eso… silencio. La historia se puso aún más turbia cuando la hija de Ligia, Estefany Ponce, descubrió que la casa estaba hecha un desastre, como si alguien hubiera estado buscando algo desesperadamente. Las cámaras de seguridad, apagaditas, nada más. ¡Un despiche tremendo!
Pero lo que realmente puso a temblar a todos fue el hallazgo del carro de doña Ligia. Resulta que apareció en un taller mecánico en Santa Rita, con pinta de haber sido golpeado y prácticamente destrozado. Según testimonios recogidos por CRhoy, unos tipos estaban intentando venderlo por piezas. ¡Imagínate el aguinaldo que se podían estar perdiendo! Pero, sobre todo, imaginemos el miedo que debió sentir doña Ligia… si es que fue secuestrada.
Y ni hablar de su salud, ¡qué vara! Doña Ligia, además de la angustia de la desaparición, lidia con hipertensión y cáncer, enfermedades graves que requieren tratamiento médico constante. Su ex esposo, con quien compartió muchos años, falleció el año pasado precisamente por esta enfermedad. Que pesar, ¡la vida te da batacazos sin avisar!
Estefany, visiblemente afectada, describió a su mamá como una persona muy solidaria, siempre dispuesta a ayudar al prójimo. “Mi mamá es pura bondad, siempre dando una mano a quien lo necesita”, comentó entre lágrimas. Es justo este tipo de personas, tan nobles y generosas, las que deberían estar protegidas, no desaparecer misteriosamente.
Este caso, lamentablemente, no es aislado. El OIJ mantiene abiertas otras investigaciones similares, también preocupantes. Hay jóvenes como Camila Soto, Gloriana Madriz, Nicole Marilin y Víctor José González, cuyas familias viven con la incertidumbre y la esperanza de saber dónde están sus seres queridos. ¿Será que estamos ante un aumento de la criminalidad o una falla en nuestros sistemas de seguridad?
Las autoridades aseguran que están trabajando incansablemente para esclarecer estos hechos y encontrar a las personas desaparecidas. Se han desplegado equipos de búsqueda, se están analizando evidencias y se están realizando entrevistas a testigos. Pero la verdad es que el tiempo corre y cada día que pasa disminuyen las posibilidades de encontrarlas con vida. Necesitamos más recursos, más tecnología, y sobre todo, más atención mediática para estas causas.
Esta situación nos obliga a reflexionar sobre nuestra sociedad y la importancia de la seguridad ciudadana. ¿Estamos haciendo lo suficiente para proteger a nuestros vecinos, amigos y familiares? ¿Es momento de exigirle más a nuestras autoridades o debemos asumir una responsabilidad individual y fortalecer nuestros mecanismos de protección personal? ¿Ustedes qué opinan, compas? ¿Creen que el gobierno debería aumentar las medidas de seguridad, invertir en más patrullaje o fomentar programas de prevención del delito?
Según nos cuentan desde el OIJ, doña Ligia fue vista por última vez el 26 de septiembre, camino a hacer unas diligencias por la mañana. Después de eso… silencio. La historia se puso aún más turbia cuando la hija de Ligia, Estefany Ponce, descubrió que la casa estaba hecha un desastre, como si alguien hubiera estado buscando algo desesperadamente. Las cámaras de seguridad, apagaditas, nada más. ¡Un despiche tremendo!
Pero lo que realmente puso a temblar a todos fue el hallazgo del carro de doña Ligia. Resulta que apareció en un taller mecánico en Santa Rita, con pinta de haber sido golpeado y prácticamente destrozado. Según testimonios recogidos por CRhoy, unos tipos estaban intentando venderlo por piezas. ¡Imagínate el aguinaldo que se podían estar perdiendo! Pero, sobre todo, imaginemos el miedo que debió sentir doña Ligia… si es que fue secuestrada.
Y ni hablar de su salud, ¡qué vara! Doña Ligia, además de la angustia de la desaparición, lidia con hipertensión y cáncer, enfermedades graves que requieren tratamiento médico constante. Su ex esposo, con quien compartió muchos años, falleció el año pasado precisamente por esta enfermedad. Que pesar, ¡la vida te da batacazos sin avisar!
Estefany, visiblemente afectada, describió a su mamá como una persona muy solidaria, siempre dispuesta a ayudar al prójimo. “Mi mamá es pura bondad, siempre dando una mano a quien lo necesita”, comentó entre lágrimas. Es justo este tipo de personas, tan nobles y generosas, las que deberían estar protegidas, no desaparecer misteriosamente.
Este caso, lamentablemente, no es aislado. El OIJ mantiene abiertas otras investigaciones similares, también preocupantes. Hay jóvenes como Camila Soto, Gloriana Madriz, Nicole Marilin y Víctor José González, cuyas familias viven con la incertidumbre y la esperanza de saber dónde están sus seres queridos. ¿Será que estamos ante un aumento de la criminalidad o una falla en nuestros sistemas de seguridad?
Las autoridades aseguran que están trabajando incansablemente para esclarecer estos hechos y encontrar a las personas desaparecidas. Se han desplegado equipos de búsqueda, se están analizando evidencias y se están realizando entrevistas a testigos. Pero la verdad es que el tiempo corre y cada día que pasa disminuyen las posibilidades de encontrarlas con vida. Necesitamos más recursos, más tecnología, y sobre todo, más atención mediática para estas causas.
Esta situación nos obliga a reflexionar sobre nuestra sociedad y la importancia de la seguridad ciudadana. ¿Estamos haciendo lo suficiente para proteger a nuestros vecinos, amigos y familiares? ¿Es momento de exigirle más a nuestras autoridades o debemos asumir una responsabilidad individual y fortalecer nuestros mecanismos de protección personal? ¿Ustedes qué opinan, compas? ¿Creen que el gobierno debería aumentar las medidas de seguridad, invertir en más patrullaje o fomentar programas de prevención del delito?