Un reciente estudio realizado por la Universidad de Costa Rica (UCR) y publicado en la revista Frontiers in Cellular and Infection Microbiology revela las enormes dificultades para diagnosticar de manera precisa el dengue, zika y chikunguña a través de la valoración clínica.
La investigación, llevada a cabo entre 2017 y 2018, analizó 246 muestras presuntivas de dengue y descubrió que un significativo porcentaje de estos diagnósticos eran incorrectos, destacando así la necesidad urgente de métodos diagnósticos más fiables.
Durante los dos años de estudio, se recolectaron y analizaron 399 muestras de suero y orina de pacientes en fase aguda, provenientes de centros de salud en Costa Rica. Los resultados fueron sorprendentes: solo el 10.3% de estas muestras resultaron ser realmente de dengue, mientras que el 27.3% correspondían a zika y un insignificante 0.2% a chikunguña. La gran mayoría, el 60.6%, no correspondían a ninguna de estas enfermedades.
La Dra. Eugenia Corrales Aguilar, viróloga de la UCR e integrante del equipo investigador, explicó que esta alta tasa de diagnósticos erróneos se debe a la enorme similitud en los síntomas de estas enfermedades. Fiebre, dolores musculares, erupciones cutáneas y otros síntomas comunes hacen casi imposible diferenciar entre dengue, zika y chikunguña sin pruebas moleculares específicas. Este problema se agrava con la clasificación clínica propuesta por la OMS en 2009, que simplificó en exceso los criterios diagnósticos.
La situación descrita no solo implica desafíos para el diagnóstico preciso, sino que también tiene repercusiones más amplias en la salud pública y la gestión de brotes. La identificación incorrecta de casos de dengue puede llevar a la subestimación de otros virus potencialmente circulantes en el ambiente, lo que a su vez dificulta el control efectivo de estas enfermedades.
La investigación sugiere que podría haber otros virus, quizás subtipos aún no identificados en Costa Rica, que están causando síntomas similares. La rica biodiversidad del país, con su abundancia de insectos y aves migratorias, podría estar facilitando la introducción y propagación de nuevos virus. Este fenómeno plantea un desafío adicional para las autoridades sanitarias y resalta la necesidad de una vigilancia epidemiológica más robusta y sofisticada.
Para abordar estas deficiencias diagnósticas, los investigadores enfatizan la importancia de utilizar pruebas moleculares y serológicas junto con la valoración clínica. La tecnología de reacción en cadena de la polimerasa (PCR), aunque costosa y técnicamente exigente, proporciona una mayor precisión en la identificación de estos virus. La pandemia de COVID-19 ha demostrado que la inversión en equipos y capacitación para pruebas moleculares es esencial y puede tener un impacto duradero en la capacidad de respuesta ante brotes.
La Dra. Corrales Aguilar y su equipo están actualmente explorando la posibilidad de que otros virus de la familia de los alfavirus estén circulando en el país. Aunque los resultados son preliminares, esta línea de investigación es prometedora y podría revolucionar la comprensión y el manejo de las enfermedades arbovirales en la región.
El estudio también destaca la necesidad de reevaluar los criterios diagnósticos utilizados por las autoridades de salud. La simplificación excesiva puede haber sido útil en un contexto de recursos limitados, pero hoy en día, con avances en tecnología y una mayor capacidad de diagnóstico, es crucial adoptar un enfoque más preciso y matizado.
Además, se subraya la importancia de capacitar a los profesionales de la salud en el uso de estas nuevas herramientas diagnósticas. La inversión en formación y educación continua es esencial para garantizar que los beneficios de las pruebas moleculares se traduzcan en una mejor atención al paciente y una gestión más efectiva de los brotes.
Este estudio es un llamado a la acción para mejorar las prácticas diagnósticas y de vigilancia en Costa Rica y otras regiones afectadas por enfermedades arbovirales. La precisión en el diagnóstico no solo mejora la atención individual del paciente, sino que también fortalece la respuesta de salud pública ante epidemias.
En un país con la biodiversidad y los desafíos epidemiológicos de Costa Rica, estas mejoras no pueden esperar.
La investigación, llevada a cabo entre 2017 y 2018, analizó 246 muestras presuntivas de dengue y descubrió que un significativo porcentaje de estos diagnósticos eran incorrectos, destacando así la necesidad urgente de métodos diagnósticos más fiables.
Durante los dos años de estudio, se recolectaron y analizaron 399 muestras de suero y orina de pacientes en fase aguda, provenientes de centros de salud en Costa Rica. Los resultados fueron sorprendentes: solo el 10.3% de estas muestras resultaron ser realmente de dengue, mientras que el 27.3% correspondían a zika y un insignificante 0.2% a chikunguña. La gran mayoría, el 60.6%, no correspondían a ninguna de estas enfermedades.
La Dra. Eugenia Corrales Aguilar, viróloga de la UCR e integrante del equipo investigador, explicó que esta alta tasa de diagnósticos erróneos se debe a la enorme similitud en los síntomas de estas enfermedades. Fiebre, dolores musculares, erupciones cutáneas y otros síntomas comunes hacen casi imposible diferenciar entre dengue, zika y chikunguña sin pruebas moleculares específicas. Este problema se agrava con la clasificación clínica propuesta por la OMS en 2009, que simplificó en exceso los criterios diagnósticos.
La situación descrita no solo implica desafíos para el diagnóstico preciso, sino que también tiene repercusiones más amplias en la salud pública y la gestión de brotes. La identificación incorrecta de casos de dengue puede llevar a la subestimación de otros virus potencialmente circulantes en el ambiente, lo que a su vez dificulta el control efectivo de estas enfermedades.
La investigación sugiere que podría haber otros virus, quizás subtipos aún no identificados en Costa Rica, que están causando síntomas similares. La rica biodiversidad del país, con su abundancia de insectos y aves migratorias, podría estar facilitando la introducción y propagación de nuevos virus. Este fenómeno plantea un desafío adicional para las autoridades sanitarias y resalta la necesidad de una vigilancia epidemiológica más robusta y sofisticada.
Para abordar estas deficiencias diagnósticas, los investigadores enfatizan la importancia de utilizar pruebas moleculares y serológicas junto con la valoración clínica. La tecnología de reacción en cadena de la polimerasa (PCR), aunque costosa y técnicamente exigente, proporciona una mayor precisión en la identificación de estos virus. La pandemia de COVID-19 ha demostrado que la inversión en equipos y capacitación para pruebas moleculares es esencial y puede tener un impacto duradero en la capacidad de respuesta ante brotes.
La Dra. Corrales Aguilar y su equipo están actualmente explorando la posibilidad de que otros virus de la familia de los alfavirus estén circulando en el país. Aunque los resultados son preliminares, esta línea de investigación es prometedora y podría revolucionar la comprensión y el manejo de las enfermedades arbovirales en la región.
El estudio también destaca la necesidad de reevaluar los criterios diagnósticos utilizados por las autoridades de salud. La simplificación excesiva puede haber sido útil en un contexto de recursos limitados, pero hoy en día, con avances en tecnología y una mayor capacidad de diagnóstico, es crucial adoptar un enfoque más preciso y matizado.
Además, se subraya la importancia de capacitar a los profesionales de la salud en el uso de estas nuevas herramientas diagnósticas. La inversión en formación y educación continua es esencial para garantizar que los beneficios de las pruebas moleculares se traduzcan en una mejor atención al paciente y una gestión más efectiva de los brotes.
Este estudio es un llamado a la acción para mejorar las prácticas diagnósticas y de vigilancia en Costa Rica y otras regiones afectadas por enfermedades arbovirales. La precisión en el diagnóstico no solo mejora la atención individual del paciente, sino que también fortalece la respuesta de salud pública ante epidemias.
En un país con la biodiversidad y los desafíos epidemiológicos de Costa Rica, estas mejoras no pueden esperar.