¡Ay, Dios mío! Aquí vamos otra vez con el Congreso haciendo cosas… bueno, tratando de hacerlas bien. Esta semana, después de un debate que pareció durar una eternidad, aprobaron la llamada 'Ley contra el Silencio' en temas de abuso sexual, especialmente dentro de organizaciones. Un tema que, miren, nos toca a todos, y más a las mujeres y los niños, díganle a mi abuela. Parece que finalmente van a ponerle candado a esa cultura del encubrimiento que tanto nos ha dañado, pero a ver si de verdad funciona, ¿eh?
La reforma, como dicen los abogados, modifica varias leyes tanto penales como civiles para clarificar quién tiene la obligación de denunciar, cómo se reparten responsabilidades si hay abuso y qué pasos tienen que seguir para investigar estos casos correctamente. Antes era un lío, un gallinero, y ahora buscan darle más claridad, aunque siempre queda esa sospecha de que habrá lagunas legales para que alguien se salga con la suya. Vamos, la realidad. La idea principal es que organizaciones – ya sean iglesias, clubes deportivos o cualquier otro lugar donde haya gente junta – tengan más responsabilidad si saben que hay abusos y no hacen nada al respecto.
Y hablando de iglesias, ahí está el meollo del asunto. La Iglesia Católica, que siempre anda metida en medio de todo, dio su visto bueno al resultado final. Pero ojo, porque durante el debate hubo un crujido tremendo sobre si debían obligar a los sacerdotes a denunciar incluso si se enteran en confesión. Al final, cedieron y mantuvieron el secreto de confesión. ¡Qué alivio para algunos, qué preocupación para otros!, digo yo. Parece que hasta los políticos tienen miedo de meterse con eso.
La respuesta oficial de la Iglesia, llena de tecnicismos y palabrería bonita, dice que ‘agradecen’ que se respetara el secreto de confesión y que están trabajando en sus propios programas de prevención y formación. Vaya, ¡qué sorpresa! Como si no estuvieran tardando en reconocer la magnitud del problema. Prometen protocolos, lineamientos y cursos para evitar abusos. ¡A ver si lo cumplen esta vez!, porque ya hemos escuchado muchas promesas vacías. Parece que, después de tantos escándalos a nivel mundial, les cayó el veinte, aunque muy tarde.
Pero analicemos esto un poquito más. La ley ahora obliga a denunciar a quienes estén en posiciones de autoridad en esas organizaciones, si tienen conocimiento de algún abuso. Si no lo hacen, la organización entera puede tener que pagar si se demuestra que hubo complicidad. Esto es importante, porque rompe con la idea de que ‘el cura no sabía nada’ o ‘el entrenador estaba ajeno’. Ahora, si te haces el loco, te va a doler en el bolsillo. Y espero que les duela bastante, porque este es un tema serio y no para juegos.
Por otro lado, los profesionales como abogados, médicos, psicólogos... ellos también pueden guardar silencio profesional, pero si los llaman a declarar, tienen que justificarse. Es decir, no pueden simplemente hacerse los dormilones. Y lo más importante, la ley establece que la demanda por daños y perjuicios no caduca, nunca prescribe. Lo que significa que las víctimas pueden reclamar justicia aunque hayan pasado muchos años desde que ocurrió el abuso. Eso es fundamental para romper con la impunidad.
Ahora bien, la pregunta que surge es: ¿esto realmente va a cambiar las cosas? ¿Será suficiente para crear una cultura de denuncia y protección de las víctimas? O seguirá habiendo casos ocultos, encubiertos, silenciados por miedo o conveniencia? Hay mucho escepticismo, claro está. Porque sabemos que las leyes, por sí solas, no resuelven problemas. Necesitamos un cambio cultural profundo, una sociedad que no tolere el abuso y que dé voz a las víctimas. Y eso requiere educación, conciencia y valentía.
Con toda esta información, me pregunto: ¿Crees que esta ley será efectiva para proteger a las víctimas de abuso sexual en Costa Rica, o es solo otra medida superficial que no atacará las raíces del problema? ¡Déjanos tus opiniones en los comentarios!
	
		
			
		
		
	
				
			La reforma, como dicen los abogados, modifica varias leyes tanto penales como civiles para clarificar quién tiene la obligación de denunciar, cómo se reparten responsabilidades si hay abuso y qué pasos tienen que seguir para investigar estos casos correctamente. Antes era un lío, un gallinero, y ahora buscan darle más claridad, aunque siempre queda esa sospecha de que habrá lagunas legales para que alguien se salga con la suya. Vamos, la realidad. La idea principal es que organizaciones – ya sean iglesias, clubes deportivos o cualquier otro lugar donde haya gente junta – tengan más responsabilidad si saben que hay abusos y no hacen nada al respecto.
Y hablando de iglesias, ahí está el meollo del asunto. La Iglesia Católica, que siempre anda metida en medio de todo, dio su visto bueno al resultado final. Pero ojo, porque durante el debate hubo un crujido tremendo sobre si debían obligar a los sacerdotes a denunciar incluso si se enteran en confesión. Al final, cedieron y mantuvieron el secreto de confesión. ¡Qué alivio para algunos, qué preocupación para otros!, digo yo. Parece que hasta los políticos tienen miedo de meterse con eso.
La respuesta oficial de la Iglesia, llena de tecnicismos y palabrería bonita, dice que ‘agradecen’ que se respetara el secreto de confesión y que están trabajando en sus propios programas de prevención y formación. Vaya, ¡qué sorpresa! Como si no estuvieran tardando en reconocer la magnitud del problema. Prometen protocolos, lineamientos y cursos para evitar abusos. ¡A ver si lo cumplen esta vez!, porque ya hemos escuchado muchas promesas vacías. Parece que, después de tantos escándalos a nivel mundial, les cayó el veinte, aunque muy tarde.
Pero analicemos esto un poquito más. La ley ahora obliga a denunciar a quienes estén en posiciones de autoridad en esas organizaciones, si tienen conocimiento de algún abuso. Si no lo hacen, la organización entera puede tener que pagar si se demuestra que hubo complicidad. Esto es importante, porque rompe con la idea de que ‘el cura no sabía nada’ o ‘el entrenador estaba ajeno’. Ahora, si te haces el loco, te va a doler en el bolsillo. Y espero que les duela bastante, porque este es un tema serio y no para juegos.
Por otro lado, los profesionales como abogados, médicos, psicólogos... ellos también pueden guardar silencio profesional, pero si los llaman a declarar, tienen que justificarse. Es decir, no pueden simplemente hacerse los dormilones. Y lo más importante, la ley establece que la demanda por daños y perjuicios no caduca, nunca prescribe. Lo que significa que las víctimas pueden reclamar justicia aunque hayan pasado muchos años desde que ocurrió el abuso. Eso es fundamental para romper con la impunidad.
Ahora bien, la pregunta que surge es: ¿esto realmente va a cambiar las cosas? ¿Será suficiente para crear una cultura de denuncia y protección de las víctimas? O seguirá habiendo casos ocultos, encubiertos, silenciados por miedo o conveniencia? Hay mucho escepticismo, claro está. Porque sabemos que las leyes, por sí solas, no resuelven problemas. Necesitamos un cambio cultural profundo, una sociedad que no tolere el abuso y que dé voz a las víctimas. Y eso requiere educación, conciencia y valentía.
Con toda esta información, me pregunto: ¿Crees que esta ley será efectiva para proteger a las víctimas de abuso sexual en Costa Rica, o es solo otra medida superficial que no atacará las raíces del problema? ¡Déjanos tus opiniones en los comentarios!
 
	 
 
		 
  
 
		 
 
		 
 
		 
  
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		