¡Aguántense!, parece que seguimos teniendo un poco de pique con nuestros hermanos nicolaagüenses. Ya van dos gobiernos consecutivos – Alvarado y Chaves – que no envían embajador a Managua. Una jugada diplomática que ha levantado más preguntas que respuestas, y que nos deja pensando qué tan buena onda estamos siendo realmente.
Todo empezó en 2018, cuando la bronca entre el gobierno de Ortega y un grupito de estudiantes y opositores llegó a niveles de locura. Las protestas por el aumento en la cuota del seguro social terminaron en represión policial, y don Carlos Alvarado decidió que lo mejor era darle espacio al régimen sandinista. En vez de un embajador, mandamos un encargado de negocio, una especie de mensajero diplomático, pa’ mantener abierto algún canal de comunicación, pero sin reconocer totalmente la situación.
Y ojo, que la corriente esa no cambió con la llegada de Don Rodri al Palacio. Aunque había quien pensaba que con él las cosas cambiarían, la política de mandar un encargado de negocio siguió vigente. Parece que el asunto tiene raíces más profundas que solo un cambio de gobierno, ¿eh?
La política exterior de Costa Rica siempre ha sido de defender el Derecho Internacional y garantizar los Derechos Humanos, y bueno, esos son los argumentos que se han usado para justificar estas decisiones. Pero a ver, ¿hasta dónde podemos llegar con eso? Porque a final de cuentas, no tener representante a alto nivel puede complicarnos la vida en un montón de cosas, desde temas migratorios hasta acuerdos comerciales. ¡Una torta!
Ahora, con la elección presidencial a la vuelta de la esquina, la revista El Observador le preguntó a todos los candidatos si estarían dispuestos a mandar de nuevo un embajador a Nicaragua. Pa' variar, casi todos dijeron que sí. Álvaro Ramos Chaves, del PLN, fue directo: “Nuestro criterio es que sí. No contar con una comunicación oficial genera un montón de canales no oficiales, y eso no nos conviene”. De hecho, varios candidatos coincidieron en que es importante tener gente representando los intereses de Costa Rica en Managua, especialmente en temas de flujos migratorios y comercio.
Luis Amador, del PIN, también en la misma onda, recalcó la importancia de coordinar asuntos con el país vecino. José Aguilar, del Partido Avanza, incluso admitió que se enviaría un embajador, aunque sin quitarle ojo al problema de la pérdida del sistema democrático en Nicaragua. Otros, como Walter Hernández, de Justicia Social Costarricense, consideran que retirar embajadores es una estrategia antiquada y que hay que buscar formas nuevas de dialogar, porque a final de cuentas, “Costa Rica debe mantener relaciones diplomáticas con todo el mundo”.
Pero no todo es tan sencillo, ¿verdad? Algunos candidatos tomaron una postura más crítica. Claudio Alpízar, de Esperanza Nacional, destacó que los embajadores son una fuente primaria de información y que necesitamos tener ojos y oídos en Nicaragua. Eliécer Feinzaig, del PLP, insistió en la necesidad de acercamiento ante la cantidad de compatriotas residiendo allá. Incluso, David Hernández del PT, propuso nacionalizar los bienes de empresarios nicaragüenses ligados al régimen de Ortega, ¡qué nivel de radicalización! Mientras que Ana Virginia Calzada, del CDS, considera que enviar un embajador sería legitimar el autoritarismo sandinista.
Entonces, ¿hacia dónde vamos con esto? Después de escuchar todas las voces, queda claro que no hay un consenso fácil. Algunos priorizan los intereses económicos y la protección de los compatriotas, mientras que otros defienden la necesidad de mantener una postura firme frente a un régimen que consideran represor. Pero a final de cuentas, ¿ustedes qué piensan? Si estuvieran en el zapato del próximo presidente, ¿enviarle o no embajador a Nicaragua? ¿Es posible mantener buenas relaciones diplomáticas con un gobierno que viola los Derechos Humanos? ¡Déjenme sus opiniones aquí abajo!
Todo empezó en 2018, cuando la bronca entre el gobierno de Ortega y un grupito de estudiantes y opositores llegó a niveles de locura. Las protestas por el aumento en la cuota del seguro social terminaron en represión policial, y don Carlos Alvarado decidió que lo mejor era darle espacio al régimen sandinista. En vez de un embajador, mandamos un encargado de negocio, una especie de mensajero diplomático, pa’ mantener abierto algún canal de comunicación, pero sin reconocer totalmente la situación.
Y ojo, que la corriente esa no cambió con la llegada de Don Rodri al Palacio. Aunque había quien pensaba que con él las cosas cambiarían, la política de mandar un encargado de negocio siguió vigente. Parece que el asunto tiene raíces más profundas que solo un cambio de gobierno, ¿eh?
La política exterior de Costa Rica siempre ha sido de defender el Derecho Internacional y garantizar los Derechos Humanos, y bueno, esos son los argumentos que se han usado para justificar estas decisiones. Pero a ver, ¿hasta dónde podemos llegar con eso? Porque a final de cuentas, no tener representante a alto nivel puede complicarnos la vida en un montón de cosas, desde temas migratorios hasta acuerdos comerciales. ¡Una torta!
Ahora, con la elección presidencial a la vuelta de la esquina, la revista El Observador le preguntó a todos los candidatos si estarían dispuestos a mandar de nuevo un embajador a Nicaragua. Pa' variar, casi todos dijeron que sí. Álvaro Ramos Chaves, del PLN, fue directo: “Nuestro criterio es que sí. No contar con una comunicación oficial genera un montón de canales no oficiales, y eso no nos conviene”. De hecho, varios candidatos coincidieron en que es importante tener gente representando los intereses de Costa Rica en Managua, especialmente en temas de flujos migratorios y comercio.
Luis Amador, del PIN, también en la misma onda, recalcó la importancia de coordinar asuntos con el país vecino. José Aguilar, del Partido Avanza, incluso admitió que se enviaría un embajador, aunque sin quitarle ojo al problema de la pérdida del sistema democrático en Nicaragua. Otros, como Walter Hernández, de Justicia Social Costarricense, consideran que retirar embajadores es una estrategia antiquada y que hay que buscar formas nuevas de dialogar, porque a final de cuentas, “Costa Rica debe mantener relaciones diplomáticas con todo el mundo”.
Pero no todo es tan sencillo, ¿verdad? Algunos candidatos tomaron una postura más crítica. Claudio Alpízar, de Esperanza Nacional, destacó que los embajadores son una fuente primaria de información y que necesitamos tener ojos y oídos en Nicaragua. Eliécer Feinzaig, del PLP, insistió en la necesidad de acercamiento ante la cantidad de compatriotas residiendo allá. Incluso, David Hernández del PT, propuso nacionalizar los bienes de empresarios nicaragüenses ligados al régimen de Ortega, ¡qué nivel de radicalización! Mientras que Ana Virginia Calzada, del CDS, considera que enviar un embajador sería legitimar el autoritarismo sandinista.
Entonces, ¿hacia dónde vamos con esto? Después de escuchar todas las voces, queda claro que no hay un consenso fácil. Algunos priorizan los intereses económicos y la protección de los compatriotas, mientras que otros defienden la necesidad de mantener una postura firme frente a un régimen que consideran represor. Pero a final de cuentas, ¿ustedes qué piensan? Si estuvieran en el zapato del próximo presidente, ¿enviarle o no embajador a Nicaragua? ¿Es posible mantener buenas relaciones diplomáticas con un gobierno que viola los Derechos Humanos? ¡Déjenme sus opiniones aquí abajo!
