¡Ay, Dios mío! La cosa está feísima, pura torta. Resulta que la Cámara de Comercio nos soltó la bomba: el comercio ilícito en Costa Rica se ha disparado hasta niveles alarmantes, moviendo más de mil millones de colones anualmente. Eso, mis queridos lectores, es casi un dos por ciento del PIB nacional. ¡Un pincho! Y eso no es cuento, es una realidad que nos está comiendo vivo, poco a poco.
La CCCR desenmascaró cómo la importación ilegal de productos falsificados –fertilizantes, zapatos, ropa, artículos de limpieza– ya no es un secreto a voces, sino una práctica normalizada. Pero lo peor viene ahora: se ha triplicado la entrada de medicamentos ilegales al país, poniendo en riesgo la salud pública. Imagínate, mael, comprándote unas pastillas pensando que te van a curar y resulta que te estás haciendo daño. ¡Qué sal!
Ricardo Carvajal, el mero mero del Observatorio de Comercio Ilícito (OBCI), nos abrió los ojos a una realidad incómoda. Ya no basta con pensar en el narcotráfico y los asesinos a sueldo, porque el crimen organizado está metido hasta las tapias en cosas que consideramos inocentes. Una playita, comprar unos tenis baratos o unos remedios que parecen confiables… ¡y pum!, te estás financiando a organizaciones criminales. ¡Qué carga!
Y no se trata solo de productos falsificados. El contrabando de alcohol y cigarrillos también está engordando a estos delincuentes. Casi la mitad de los puros que consumimos aquí provienen de fuentes ilegales, principalmente de Panamá, Paraguay y China. ¡Una barbaridad! Y lo que es peor, estos negocios turbios están conectados con operaciones de lavado de dinero, complicando aún más la situación.
Lo más preocupante es que este problema no afecta solo a las empresas formales, sino que también debilita nuestras finanzas públicas. Mientras más compren productos ilegales, menos impuestos recauda el gobierno, y menos recursos hay para invertir en educación, salud y seguridad. Un círculo vicioso que nos está llevando directo al despecho, diay. La CCCR recalca que esta economía sumergida florece precisamente donde el Estado no llega o falla, aprovechándose de las brechas sociales y la falta de oportunidades.
Según el estudio, el sector de la construcción, el inmobiliario e incluso la hotelería están siendo utilizados como fachadas para lavar el dinero sucio que entra al país. ¿Se imaginan? Usted va a comprar una casa pensando que todo está legal y resulta que el vendedor está blanqueando plata de cosas turbias. No es broma, es la realidad con la que estamos lidiando. Hasta llanteras y restaurantes están involucrados, utilizando sus negocios para ocultar las ganancias obtenidas de actividades ilegales. ¡Qué chin!
Además, identificaron más de cien establecimientos en San José que podrían estar implicados en la evasión fiscal y la venta ilegal de cigarrillos. Esto demuestra que el sistema está lleno de agujeros y que los criminales están encontrando la forma de evadir la justicia. Necesitamos revisar a fondo nuestros controles y fortalecer la colaboración entre las instituciones para combatir eficazmente este flagelo. Este brete nos toca resolverlo a todos, y rápido, antes de que sea demasiado tarde. ¡Ya la cosa está muy fea!
Ahora bien, con toda esta información a cuestas, me pregunto: ¿cree usted que las autoridades realmente tienen la capacidad y la voluntad política para enfrentar este creciente problema del comercio ilícito y recuperar la seguridad que hemos perdido? ¿O simplemente seguiremos viendo como el crimen organizado se consolida y nos hunde aún más en este despecho?
La CCCR desenmascaró cómo la importación ilegal de productos falsificados –fertilizantes, zapatos, ropa, artículos de limpieza– ya no es un secreto a voces, sino una práctica normalizada. Pero lo peor viene ahora: se ha triplicado la entrada de medicamentos ilegales al país, poniendo en riesgo la salud pública. Imagínate, mael, comprándote unas pastillas pensando que te van a curar y resulta que te estás haciendo daño. ¡Qué sal!
Ricardo Carvajal, el mero mero del Observatorio de Comercio Ilícito (OBCI), nos abrió los ojos a una realidad incómoda. Ya no basta con pensar en el narcotráfico y los asesinos a sueldo, porque el crimen organizado está metido hasta las tapias en cosas que consideramos inocentes. Una playita, comprar unos tenis baratos o unos remedios que parecen confiables… ¡y pum!, te estás financiando a organizaciones criminales. ¡Qué carga!
Y no se trata solo de productos falsificados. El contrabando de alcohol y cigarrillos también está engordando a estos delincuentes. Casi la mitad de los puros que consumimos aquí provienen de fuentes ilegales, principalmente de Panamá, Paraguay y China. ¡Una barbaridad! Y lo que es peor, estos negocios turbios están conectados con operaciones de lavado de dinero, complicando aún más la situación.
Lo más preocupante es que este problema no afecta solo a las empresas formales, sino que también debilita nuestras finanzas públicas. Mientras más compren productos ilegales, menos impuestos recauda el gobierno, y menos recursos hay para invertir en educación, salud y seguridad. Un círculo vicioso que nos está llevando directo al despecho, diay. La CCCR recalca que esta economía sumergida florece precisamente donde el Estado no llega o falla, aprovechándose de las brechas sociales y la falta de oportunidades.
Según el estudio, el sector de la construcción, el inmobiliario e incluso la hotelería están siendo utilizados como fachadas para lavar el dinero sucio que entra al país. ¿Se imaginan? Usted va a comprar una casa pensando que todo está legal y resulta que el vendedor está blanqueando plata de cosas turbias. No es broma, es la realidad con la que estamos lidiando. Hasta llanteras y restaurantes están involucrados, utilizando sus negocios para ocultar las ganancias obtenidas de actividades ilegales. ¡Qué chin!
Además, identificaron más de cien establecimientos en San José que podrían estar implicados en la evasión fiscal y la venta ilegal de cigarrillos. Esto demuestra que el sistema está lleno de agujeros y que los criminales están encontrando la forma de evadir la justicia. Necesitamos revisar a fondo nuestros controles y fortalecer la colaboración entre las instituciones para combatir eficazmente este flagelo. Este brete nos toca resolverlo a todos, y rápido, antes de que sea demasiado tarde. ¡Ya la cosa está muy fea!
Ahora bien, con toda esta información a cuestas, me pregunto: ¿cree usted que las autoridades realmente tienen la capacidad y la voluntad política para enfrentar este creciente problema del comercio ilícito y recuperar la seguridad que hemos perdido? ¿O simplemente seguiremos viendo como el crimen organizado se consolida y nos hunde aún más en este despecho?
