Ay, patéticos, prepárense porque vamos a hablar del último capítulo de los Warren. Después de diez pelis, incluyendo Annabelle y todas esas cositas, Warner Bros. decide colgar los crucifijos y decir “adiós” a Ed y Lorraine. ‘El Conjuro: Los Últimos Ritos’ llegó a las salas, prometiendo un cierre digno de una saga que redefinió el terror moderno. La pregunta ahora es: ¿lo lograron?
Michael Chaves, el mismo flaco que nos trajo ‘El Diablo Me Obligó a Hacerlo’, tuvo la tarea de cerrar este ciclo. La trama nos lleva a la casa de los Smurl, un verdadero clásico de las historias paranormales americanas –voces, golpes, apariciones… el combo completo. Pero acá viene el giro: Chaves decide meter la historia personal de los Warren en el medio, especialmente enfocándose en su hija Judy. Esa chamaquita que nació con un rollete raro y que, aparentemente, está conectada con un espejo maldito desde el primer día.
La peli empieza con un flash back a los sesenta, justo cuando Judy sale al mundo. Desde ahí, el espejo maldito pasa a ser una sombra constante, acechando cada escena. Se intenta jugar con esa idea de que el trauma se transmite de generación en generación, que el mal no solo te persigue a ti, sino que puede afectar a tus hijos. Un poco heavy, ¿verdad? Lo cierto es que juega bastante bien con esa dinámica familiar, alejándose un poco de la típica historia de posesiones y exorcismos tradicionales.
En términos de terror, la peli cumple. Hay algunas escenas que te hacen saltar del asiento, especialmente esa del probador con todos esos espejos infinitos, ¡qué cagada! Y la muñequita arrastrándose por el suelo... simple, pero efectiva. De hecho, Chaves parece entender el momento exacto para asustarte, sin caer en la exageración gratuita. A diferencia de otras pelis de terror actuales que se basan en el gore y el jump scare barato, acá todavía se respeta un poco la atmósfera, la tensión y la sugestión.
Dicho esto, no todo es miel sobre hojuelas. La película se siente alargadísima; 135 minutos es mucho tiempo, compas. Hubo momentos en los que sentí que la trama se estancaba, que se repetían cosas. Como si quisieran exprimir hasta la última gota de jugo de la franquicia, pero terminaron extendiéndose innecesariamente. Y bueno, comparar con las dos primeras pelis de la saga es injusto; esas eran obras maestras, pura magia negra, mientras que esta se queda un poquito corta.
Patrick Wilson y Vera Farmiga, como Ed y Lorraine, siguen siendo el alma de la peli. Su química es intacta, incluso frente al terror más absoluto. Verlos lidiar con los demonios, tanto literales como personales, es lo que realmente le da peso a la historia. Mia Tomlinson, como Judy, hace un buen trabajo transmitiendo la vulnerabilidad de una chica que carga con el peso de un linaje maldito. En resumen, actoralmente, la peli está bien servidita. Aunque, ¡diay!, a veces sientes que les están exigiendo demasiado con tantos flashbacks y subtramas.
Al final del día, ‘El Conjuro: Los Últimos Ritos’ es una película decente, un cierre aceptable para una saga que marcó una época. No es la epopeya cinematográfica que algunos esperaban, ni la más aterradora de todas, pero cumple su cometido. Nos recuerda que, más allá de los fantasmas y los objetos malditos, lo que realmente mantiene a raya el mal es la fe, la unión y el amor incondicional. Eso sí, espero que Warner Bros. deje de sacarle provecho a la marca Warren, ¡por favor! Ya basta, que la agarran y se van a la puna.
Entonces, mis queridos aficionados al terror, después de ver ‘El Conjuro: Los Últimos Ritos’, ¿creen que cerraron el libro definitivamente con los Warren o ven potencial para más exploraciones en este universo paranormal? ¿Y qué les pareció el enfoque en la historia de Judy, fue un acierto o una distracción innecesaria?
Michael Chaves, el mismo flaco que nos trajo ‘El Diablo Me Obligó a Hacerlo’, tuvo la tarea de cerrar este ciclo. La trama nos lleva a la casa de los Smurl, un verdadero clásico de las historias paranormales americanas –voces, golpes, apariciones… el combo completo. Pero acá viene el giro: Chaves decide meter la historia personal de los Warren en el medio, especialmente enfocándose en su hija Judy. Esa chamaquita que nació con un rollete raro y que, aparentemente, está conectada con un espejo maldito desde el primer día.
La peli empieza con un flash back a los sesenta, justo cuando Judy sale al mundo. Desde ahí, el espejo maldito pasa a ser una sombra constante, acechando cada escena. Se intenta jugar con esa idea de que el trauma se transmite de generación en generación, que el mal no solo te persigue a ti, sino que puede afectar a tus hijos. Un poco heavy, ¿verdad? Lo cierto es que juega bastante bien con esa dinámica familiar, alejándose un poco de la típica historia de posesiones y exorcismos tradicionales.
En términos de terror, la peli cumple. Hay algunas escenas que te hacen saltar del asiento, especialmente esa del probador con todos esos espejos infinitos, ¡qué cagada! Y la muñequita arrastrándose por el suelo... simple, pero efectiva. De hecho, Chaves parece entender el momento exacto para asustarte, sin caer en la exageración gratuita. A diferencia de otras pelis de terror actuales que se basan en el gore y el jump scare barato, acá todavía se respeta un poco la atmósfera, la tensión y la sugestión.
Dicho esto, no todo es miel sobre hojuelas. La película se siente alargadísima; 135 minutos es mucho tiempo, compas. Hubo momentos en los que sentí que la trama se estancaba, que se repetían cosas. Como si quisieran exprimir hasta la última gota de jugo de la franquicia, pero terminaron extendiéndose innecesariamente. Y bueno, comparar con las dos primeras pelis de la saga es injusto; esas eran obras maestras, pura magia negra, mientras que esta se queda un poquito corta.
Patrick Wilson y Vera Farmiga, como Ed y Lorraine, siguen siendo el alma de la peli. Su química es intacta, incluso frente al terror más absoluto. Verlos lidiar con los demonios, tanto literales como personales, es lo que realmente le da peso a la historia. Mia Tomlinson, como Judy, hace un buen trabajo transmitiendo la vulnerabilidad de una chica que carga con el peso de un linaje maldito. En resumen, actoralmente, la peli está bien servidita. Aunque, ¡diay!, a veces sientes que les están exigiendo demasiado con tantos flashbacks y subtramas.
Al final del día, ‘El Conjuro: Los Últimos Ritos’ es una película decente, un cierre aceptable para una saga que marcó una época. No es la epopeya cinematográfica que algunos esperaban, ni la más aterradora de todas, pero cumple su cometido. Nos recuerda que, más allá de los fantasmas y los objetos malditos, lo que realmente mantiene a raya el mal es la fe, la unión y el amor incondicional. Eso sí, espero que Warner Bros. deje de sacarle provecho a la marca Warren, ¡por favor! Ya basta, que la agarran y se van a la puna.
Entonces, mis queridos aficionados al terror, después de ver ‘El Conjuro: Los Últimos Ritos’, ¿creen que cerraron el libro definitivamente con los Warren o ven potencial para más exploraciones en este universo paranormal? ¿Y qué les pareció el enfoque en la historia de Judy, fue un acierto o una distracción innecesaria?
