Usted está en la choza, tranquilo, a punto de hacerse un cafecito o calentar el gallo pinto del día anterior. De repente, un olor extraño le pega en la nariz. No es el café, no es el pinto. Es ese olor inconfundible a huevo podrido que nos enseñaron a temer desde güilas. En ese microsegundo, uno tiene dos opciones: hacerse el loco y pensar “ya se pasa”, o entender que está frente a una situación que podría, literalmente, hacer que todo se vaya al traste. Y créanme, los números no mienten: según Bomberos, solo en lo que llevamos de 2025 ya han atendido más de 1.300 emergencias por fugas de gas. ¡Qué torta! Esto no es un juego, y la diferencia entre un simple susto y una tragedia de portada de periódico es saber exactamente qué hacer (y qué NO hacer).
Hablemos claro, porque aquí es donde la mayoría se puede jalar una torta monumental. Lo primero que nos dice el instinto es prender la luz para ver mejor, ¿verdad? ¡ERROR! Según José Vitelio, un carga en ingeniería de BlueFlame con quien conversó Diario Extra, esa simple acción puede ser el detonante para un despiche de proporciones épicas. El interruptor, por más inofensivo que parezca, genera una microchispa. Si hay suficiente gas acumulado en el ambiente, esa chispita es como tirarle un fósforo a un charco de gasolina. Así que la regla número uno del club de la supervivencia es: NADA de chispas. No encienda luces, no las apague, no conecte ni desconecte chunches, no use el celular dentro de la casa y, por el amor de Dios, no encienda un cigarro para “calmar los nervios”.
Ok, ya sabemos lo que no hay que hacer. Ahora, ¿cuál es la jugada correcta? Primero, mantenga la calma. Segundo, ventile. Pero no se le ocurra prender un ventilador (volvemos al riesgo de la chispa). A pata, mae, a pura ventilación manual. Abra todas las puertas y ventanas que pueda de par en par para que se haga una corriente de aire y el gas empiece a disiparse. El siguiente movimiento, solo si es seguro y puede llegar sin riesgo, es cerrar la válvula del cilindro. La mayoría tiene una perilla arriba; gírela hacia la derecha, como apretando un tornillo, hasta que no dé más. Con eso corta el suministro. Una vez hecho esto, salga de la choza, ponga a todo el mundo a salvo y AHORA SÍ, desde afuera y a una distancia prudente, llame al 9-1-1.
El brete de verdad, sin embargo, no está en la reacción, sino en la prevención. Aquí es donde muchos fallamos por pura pereza o desconocimiento. Vitelio insiste en una regla de oro que parece que a muchos se nos olvida: el cilindro de gas NUNCA, pero NUNCA, va adentro de la casa. Siempre afuera, en un lugar ventilado. Además, cuando le llega el nuevo cilindro, tómese dos segundos para revisarlo. Si ve que ese chunche está todo oxidado, golpeado o parece más viejo que un chiste de su tata, no lo acepte. Es su derecho y su seguridad. Otro punto clave es pasarse a las válvulas de rosca (las tipo POL), que son mucho más seguras que las viejas de acople rápido que a veces fugan si no quedan bien puestas. Son pequeños detalles que evitan un problemón.
Al final del día, esta vara es de pura lógica y un poquito de malicia. El consumo de gas en Tiquicia sigue subiendo, y con ello, el riesgo si no nos ponemos las pilas. Las estadísticas de los Bomberos no son para meter miedo, son un llamado de atención. Un recordatorio de que en nuestras manos está evitar que una simple fuga de gas se convierta en la razón por la que salimos en las noticias. No hace falta ser un experto, solo un usuario responsable que sabe que con la seguridad del hogar no se juega. Porque cuando se trata de gas, andar de confiado es la receta perfecta para terminar bien, pero bien salado.
Hablemos claro, porque aquí es donde la mayoría se puede jalar una torta monumental. Lo primero que nos dice el instinto es prender la luz para ver mejor, ¿verdad? ¡ERROR! Según José Vitelio, un carga en ingeniería de BlueFlame con quien conversó Diario Extra, esa simple acción puede ser el detonante para un despiche de proporciones épicas. El interruptor, por más inofensivo que parezca, genera una microchispa. Si hay suficiente gas acumulado en el ambiente, esa chispita es como tirarle un fósforo a un charco de gasolina. Así que la regla número uno del club de la supervivencia es: NADA de chispas. No encienda luces, no las apague, no conecte ni desconecte chunches, no use el celular dentro de la casa y, por el amor de Dios, no encienda un cigarro para “calmar los nervios”.
Ok, ya sabemos lo que no hay que hacer. Ahora, ¿cuál es la jugada correcta? Primero, mantenga la calma. Segundo, ventile. Pero no se le ocurra prender un ventilador (volvemos al riesgo de la chispa). A pata, mae, a pura ventilación manual. Abra todas las puertas y ventanas que pueda de par en par para que se haga una corriente de aire y el gas empiece a disiparse. El siguiente movimiento, solo si es seguro y puede llegar sin riesgo, es cerrar la válvula del cilindro. La mayoría tiene una perilla arriba; gírela hacia la derecha, como apretando un tornillo, hasta que no dé más. Con eso corta el suministro. Una vez hecho esto, salga de la choza, ponga a todo el mundo a salvo y AHORA SÍ, desde afuera y a una distancia prudente, llame al 9-1-1.
El brete de verdad, sin embargo, no está en la reacción, sino en la prevención. Aquí es donde muchos fallamos por pura pereza o desconocimiento. Vitelio insiste en una regla de oro que parece que a muchos se nos olvida: el cilindro de gas NUNCA, pero NUNCA, va adentro de la casa. Siempre afuera, en un lugar ventilado. Además, cuando le llega el nuevo cilindro, tómese dos segundos para revisarlo. Si ve que ese chunche está todo oxidado, golpeado o parece más viejo que un chiste de su tata, no lo acepte. Es su derecho y su seguridad. Otro punto clave es pasarse a las válvulas de rosca (las tipo POL), que son mucho más seguras que las viejas de acople rápido que a veces fugan si no quedan bien puestas. Son pequeños detalles que evitan un problemón.
Al final del día, esta vara es de pura lógica y un poquito de malicia. El consumo de gas en Tiquicia sigue subiendo, y con ello, el riesgo si no nos ponemos las pilas. Las estadísticas de los Bomberos no son para meter miedo, son un llamado de atención. Un recordatorio de que en nuestras manos está evitar que una simple fuga de gas se convierta en la razón por la que salimos en las noticias. No hace falta ser un experto, solo un usuario responsable que sabe que con la seguridad del hogar no se juega. Porque cuando se trata de gas, andar de confiado es la receta perfecta para terminar bien, pero bien salado.