¡Ay, Dios mío! Quién lo diría, mi gente. Nuestra querida FIFCO, esa que nos dio el sabor de la Imperial fría y el panecito de musmanni recién horneado, está dando un giro más grande que la Sabana. Resulta que Heineken se llevó el 75% del negocio, dejando a FIFCO con… bueno, con qué quedó FIFCO, precisamente, ¿eh?
Si nos ponemos a rascarle, la jugada de Heineken es clara: quieren dominar el mercado cervecero y de alimentos preparados acá en Costa Rica. Pero para nosotros, los que crecimos con esas marcas, ver a FIFCO transformándose es como ver a don Pedro cambiar su sombrero de fieltro por un gorrito de béisbol. ¡Qué cambio!
Pero tranquilos, que no todo está perdido. A pesar de haber vendido lo que muchos consideraban su corazón (Imperial, Musmanni, Musi), FIFCO todavía tiene algunas cartas bajo la manga. No se trata solamente de la birra y el pan, sino de cosas mucho más sólidas y, aunque menos visibles para el día a día, con un potencial enorme.
Una de ellas es el portafolio inmobiliario. Parece mentira, pero FIFCO tiene terrenos y desarrollos en zonas súper estratégicas del país. Esto les da un ingreso constante y representa una base muy importante para su futuro. Imagínense, en vez de venderle cervezas, vendiendo casas y apartamentos en Escazú o Tamarindo. ¡Es otra liga, chunches!
Y luego está el tema del turismo. FIFCO ha estado invirtiendo pesado en hoteles y complejos en Guanacaste, una zona que, como todos sabemos, es pura máquina para el turismo. Un país como el nuestro, donde el turismo es como el oxígeno para la economía, tener propiedades ahí es oro puro, diay.
Además, FIFCO no solo opera dentro del país. Tiene inversiones en otros mercados que no entraron en el trato con Heineken. Aunque no sean tan famosas por acá, estas participaciones ayudan a diversificar riesgos y darle más solidez a la compañía en medio de este cambio. Se trata de jugar a lo seguro, y eso siempre le sienta bien a cualquier negocio.
Si nos ponemos a rascarle, la jugada de Heineken es clara: quieren dominar el mercado cervecero y de alimentos preparados acá en Costa Rica. Pero para nosotros, los que crecimos con esas marcas, ver a FIFCO transformándose es como ver a don Pedro cambiar su sombrero de fieltro por un gorrito de béisbol. ¡Qué cambio!
Pero tranquilos, que no todo está perdido. A pesar de haber vendido lo que muchos consideraban su corazón (Imperial, Musmanni, Musi), FIFCO todavía tiene algunas cartas bajo la manga. No se trata solamente de la birra y el pan, sino de cosas mucho más sólidas y, aunque menos visibles para el día a día, con un potencial enorme.
Una de ellas es el portafolio inmobiliario. Parece mentira, pero FIFCO tiene terrenos y desarrollos en zonas súper estratégicas del país. Esto les da un ingreso constante y representa una base muy importante para su futuro. Imagínense, en vez de venderle cervezas, vendiendo casas y apartamentos en Escazú o Tamarindo. ¡Es otra liga, chunches!
Y luego está el tema del turismo. FIFCO ha estado invirtiendo pesado en hoteles y complejos en Guanacaste, una zona que, como todos sabemos, es pura máquina para el turismo. Un país como el nuestro, donde el turismo es como el oxígeno para la economía, tener propiedades ahí es oro puro, diay.
Además, FIFCO no solo opera dentro del país. Tiene inversiones en otros mercados que no entraron en el trato con Heineken. Aunque no sean tan famosas por acá, estas participaciones ayudan a diversificar riesgos y darle más solidez a la compañía en medio de este cambio. Se trata de jugar a lo seguro, y eso siempre le sienta bien a cualquier negocio.