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Bien, veamos:
Postura interesante con respecto a la educación religiosa. Los obispos esgrimen que la libertad de formación religiosa es un derecho humano consagrado(lo cual es cierto), por tanto sostienen que la iniciativa tendiente a eliminar el carácter confesional de la educación religiosa contraviene ese derecho. Es decir, el individuo tiene derecho a formar a sus hijos bajo la religión que considere pertinente, por tanto se le exige al estado como medida para proteger ese derecho, que la educación religiosa en centros educativos públicos sea confesional, obligatoriamente de corte cristiano católico. Además para garantizar este derecho humano, la Iglesia debe supervisar quién da las clases de religión.
Curioso no, la palabra arrogancia se queda corta.
Luego, viene otra afirmación todavía más peligrosa, NADIE, absolutamente nadie, ningún grupo social o político, puede cambiar las verdades objetivas esenciales definidas por Dios. En este caso por el bien de la sociedad, es mejor seguir los mandatos de Dios y no rendir pleitesía a ninguna autoridad terrenal.
Pero, ¿cómo sabemos cuáles son esos mandatos?, Sencillo, la iglesia nos hace el favor de interpretarlos.
Definitivamente son útiles las sugerencias de la IC con respecto al quehacer nacional, un actor imprescindible a la hora de diseñar políticas públicas.
También se me viene a la mente un disposición constitucional que prohibe invocar motivos religiosos para hacer política, pero, ¿qué mas da? Ya tenemos un par de "excepciones" a esta disposción esperando para ir a calentar sillas a la asamblea legislativa durante cuatro años. ¿Con qué cara le vamos a prohibir a la IC que haga lo mismo?
La fiesta del Día de San José fue aprovechada por el arzobispo de San José, Hugo Barrantes, para hacer un llamado a los diputados y los gobernantes a defender la familia, que es el centro de la sociedad, y a no sacar a Dios de las escuelas, sustituyendo la educación religiosa católica por una enseñanza del hecho religioso. “Los padres son los primeros maestros que educan en la fe. Se trata de un deber y de un derecho esencial, primario, insustituible e inalienable. El Estado no puede vulnerar este derecho primario que tienen los padres, ni puede imponer legítimamente ninguna formación de la conciencia moral de los alumnos al margen de la libre elección de sus padres. Esto se aplica, consecuentemente, en el caso de la educación sexual”, agregó Barrantes.
Las discrepancias entre la Iglesia y las políticas gubernamentales vienen desde las guías sexuales, que se utilizarían en los centros educativos, pasando por la eliminación de la potestad de la Iglesia en autorizar a los profesores de religión, hasta los proyectos de ley que se discuten en la corriente legislativa, como el de sociedades de convivencia, que viene a legitimar la relación entre homosexuales.
“Ni las personas particulares, ni los grupos sociales, ni la autoridad del Estado pueden manipular a su gusto sus orígenes, su naturaleza y sus propiedades esenciales, en una palabra, su razón de ser puesta por Dios. Para nosotros los cristianos proclamar el tesoro de la familia cristiana y alertar sobre los ataques a la integridad de la misma no es solo un derecho sino también un deber”, enfatizó el Arzobispo.
Detalló que la Iglesia no busca imponer sino proponer y así lo ha hecho en los distintos grupos e instituciones, en particular entre los legisladores, para que se vea a la familia como la célula primera y vital de la sociedad, y el Estado cumpla con la obligación de protegerla, tal como lo estableció la ONU hace 60 años en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Bien, veamos:
Postura interesante con respecto a la educación religiosa. Los obispos esgrimen que la libertad de formación religiosa es un derecho humano consagrado(lo cual es cierto), por tanto sostienen que la iniciativa tendiente a eliminar el carácter confesional de la educación religiosa contraviene ese derecho. Es decir, el individuo tiene derecho a formar a sus hijos bajo la religión que considere pertinente, por tanto se le exige al estado como medida para proteger ese derecho, que la educación religiosa en centros educativos públicos sea confesional, obligatoriamente de corte cristiano católico. Además para garantizar este derecho humano, la Iglesia debe supervisar quién da las clases de religión.
Curioso no, la palabra arrogancia se queda corta.
Luego, viene otra afirmación todavía más peligrosa, NADIE, absolutamente nadie, ningún grupo social o político, puede cambiar las verdades objetivas esenciales definidas por Dios. En este caso por el bien de la sociedad, es mejor seguir los mandatos de Dios y no rendir pleitesía a ninguna autoridad terrenal.
Pero, ¿cómo sabemos cuáles son esos mandatos?, Sencillo, la iglesia nos hace el favor de interpretarlos.
Definitivamente son útiles las sugerencias de la IC con respecto al quehacer nacional, un actor imprescindible a la hora de diseñar políticas públicas.
También se me viene a la mente un disposición constitucional que prohibe invocar motivos religiosos para hacer política, pero, ¿qué mas da? Ya tenemos un par de "excepciones" a esta disposción esperando para ir a calentar sillas a la asamblea legislativa durante cuatro años. ¿Con qué cara le vamos a prohibir a la IC que haga lo mismo?