¡Ay, Dios mío! Otra vez estamos acá, hablando del 25 de noviembre... Ya parece que nos tocó jalarle a eso, ¿verdad? Pero la verdad es que no podemos ni pensarnos en dejarlo pasar, porque la situación sigue bien turbia. Este año no es la excepción, tenemos que seguir gritándole al mundo –y a nosotros mismos– que la violencia contra las mujeres no es un juego y que hay que ponerle pañales a este problema.
Como sabemos, el 25 de noviembre es el Día Nacional e Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, una fecha que nos recuerda la muerte de Mirabal Sisters en República Dominicana y que sirve para reflexionar sobre la gravedad de esta problemática a nivel mundial. En Costa Rica, así como en muchos otros lugares, seguimos viendo números que te dejan helao, estadísticas que hablan de dolor y pérdida irreparable. Porque detrás de cada número hay una historia, una familia destrozada, sueños rotos... ¡Un pesar!
Y los datos de este 2025… uf, qué sal. Lamentablemente, nuestro país contabiliza la muerte de 33 mujeres a causa de la violencia. Treinta y tres vidas truncadas, treinta y tres familias hechas pedazos. Esto no es un dato estadístico, son personas reales, nuestras hermanas, nuestras madres, nuestras amigas... ¡Máquinas de pensar! Es un recordatorio contundente de que, aunque hemos avanzado en algunos aspectos, todavía queda muchísimo por hacer. El llamado es claro: necesitamos esfuerzos sostenidos y coordinados entre todas las instancias del país. No se vale echar balones fuera, esto nos concierne a todos y cada uno de nosotros.
Se insiste mucho en las alianzas sólidas y la articulación efectiva, y sí, tienen razón. No basta con discursos bonitos o campañas publicitarias. Se necesita que comunidades, familias, empresas, organizaciones sociales e instituciones trabajen de la mano, como un verdadero equipo. Las empresas, por ejemplo, pueden crear ambientes laborales libres de violencia y promover la igualdad de género, rompiendo con esos machismos que siguen arraigados en nuestra cultura. Las escuelas también tienen un papel fundamental: educar a nuestros niños y jóvenes desde temprana edad en valores de respeto, equidad y tolerancia. ¡Eso sí que le pone empeño!
Pero ojo, que la responsabilidad no recae únicamente en el Estado. Nosotros, como ciudadanos, también tenemos que hacer nuestra parte. Estar alertas a nuestro alrededor, denunciar cualquier acto de violencia que presenciemos, apoyar a las víctimas, romper con aquellos patrones de conducta que perpetúan la desigualdad y el abuso. A veces, hasta en nuestros propios hogares, inconscientemente, estamos transmitiendo mensajes negativos. Tenemos que tomar conciencia de ello y cambiar el chip. Esta brete es de todos.
Hablemos claro: prevenir el femicidio exige mucho más que buenas intenciones. Requiere compromiso real, acción concreta y valentía para confrontar a aquellos que ejercen el poder y la dominación sobre las mujeres. Significa cuestionar roles de género estereotipados, desafiar normas sociales injustas y exigir justicia para las víctimas. Y ahí entra el Poder Judicial, con la obligación de garantizar un acceso rápido y efectivo a la justicia para todas las mujeres, sin importar su condición social o económica. ¡Que se pongan las pilas!
Además, no olvidemos a esas mujeres valientes que luchan día a día por sus derechos, a las sobrevivientes que han logrado salir adelante a pesar de haber vivido experiencias traumáticas y a las familias que claman por justicia. Ellas son un ejemplo de resiliencia y fortaleza, y nos inspiran a seguir adelante en esta lucha. Reconocerlas y honrarlas es un deber moral de toda sociedad decente. Son unas guerreras, ¡de pura cepa!
Entonces, pensando en todo esto, me pregunto: ¿qué acciones concretas estás dispuesto a realizar tú, en tu entorno cotidiano, para contribuir a la construcción de una sociedad libre de violencia contra las mujeres? ¿Crees que las políticas públicas actuales son suficientes para abordar este problema de raíz o necesitamos ir más allá? ¡Compárteme tu opinión, mael!
Como sabemos, el 25 de noviembre es el Día Nacional e Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, una fecha que nos recuerda la muerte de Mirabal Sisters en República Dominicana y que sirve para reflexionar sobre la gravedad de esta problemática a nivel mundial. En Costa Rica, así como en muchos otros lugares, seguimos viendo números que te dejan helao, estadísticas que hablan de dolor y pérdida irreparable. Porque detrás de cada número hay una historia, una familia destrozada, sueños rotos... ¡Un pesar!
Y los datos de este 2025… uf, qué sal. Lamentablemente, nuestro país contabiliza la muerte de 33 mujeres a causa de la violencia. Treinta y tres vidas truncadas, treinta y tres familias hechas pedazos. Esto no es un dato estadístico, son personas reales, nuestras hermanas, nuestras madres, nuestras amigas... ¡Máquinas de pensar! Es un recordatorio contundente de que, aunque hemos avanzado en algunos aspectos, todavía queda muchísimo por hacer. El llamado es claro: necesitamos esfuerzos sostenidos y coordinados entre todas las instancias del país. No se vale echar balones fuera, esto nos concierne a todos y cada uno de nosotros.
Se insiste mucho en las alianzas sólidas y la articulación efectiva, y sí, tienen razón. No basta con discursos bonitos o campañas publicitarias. Se necesita que comunidades, familias, empresas, organizaciones sociales e instituciones trabajen de la mano, como un verdadero equipo. Las empresas, por ejemplo, pueden crear ambientes laborales libres de violencia y promover la igualdad de género, rompiendo con esos machismos que siguen arraigados en nuestra cultura. Las escuelas también tienen un papel fundamental: educar a nuestros niños y jóvenes desde temprana edad en valores de respeto, equidad y tolerancia. ¡Eso sí que le pone empeño!
Pero ojo, que la responsabilidad no recae únicamente en el Estado. Nosotros, como ciudadanos, también tenemos que hacer nuestra parte. Estar alertas a nuestro alrededor, denunciar cualquier acto de violencia que presenciemos, apoyar a las víctimas, romper con aquellos patrones de conducta que perpetúan la desigualdad y el abuso. A veces, hasta en nuestros propios hogares, inconscientemente, estamos transmitiendo mensajes negativos. Tenemos que tomar conciencia de ello y cambiar el chip. Esta brete es de todos.
Hablemos claro: prevenir el femicidio exige mucho más que buenas intenciones. Requiere compromiso real, acción concreta y valentía para confrontar a aquellos que ejercen el poder y la dominación sobre las mujeres. Significa cuestionar roles de género estereotipados, desafiar normas sociales injustas y exigir justicia para las víctimas. Y ahí entra el Poder Judicial, con la obligación de garantizar un acceso rápido y efectivo a la justicia para todas las mujeres, sin importar su condición social o económica. ¡Que se pongan las pilas!
Además, no olvidemos a esas mujeres valientes que luchan día a día por sus derechos, a las sobrevivientes que han logrado salir adelante a pesar de haber vivido experiencias traumáticas y a las familias que claman por justicia. Ellas son un ejemplo de resiliencia y fortaleza, y nos inspiran a seguir adelante en esta lucha. Reconocerlas y honrarlas es un deber moral de toda sociedad decente. Son unas guerreras, ¡de pura cepa!
Entonces, pensando en todo esto, me pregunto: ¿qué acciones concretas estás dispuesto a realizar tú, en tu entorno cotidiano, para contribuir a la construcción de una sociedad libre de violencia contra las mujeres? ¿Crees que las políticas públicas actuales son suficientes para abordar este problema de raíz o necesitamos ir más allá? ¡Compárteme tu opinión, mael!