Seamos honestos, ya es parte del paisaje. Uno va por la calle y ahí están: las nubecitas de humo con olor a chicle de tutti-frutti saliendo de los pulmones de un güila que a leguas se ve que todavía está en el cole. Lo que empezó como una moda “cool” y una supuesta alternativa “sana” al cigarro, se nos convirtió en un problema gigante. Y ahora, con los datos que soltó el Ministerio de Salud, queda claro que no es una exageración: la situación con el vapeo en Costa Rica es un despiche en toda regla y nos está explotando en la cara.
Para que se hagan una idea, la vara se puso tan fea que las cifras dan hasta miedo. Según un estudio del IAFA y el Inciensa, 1 de cada 7 adolescentes entre 15 y 19 años ya le entra al vapeo. ¡Uno de cada siete! Esto no es un grupito aislado, es una estadística masiva. La misma ministra de Salud, Mary Munive, anda con el pelo parado, y con toda la razón. Dijo que el consumo en esta población se triplicó, pasando de un 4% en 2021 a un alarmante 13% hoy. O sea, en cuestión de un par de años, el problema se nos hizo tres veces más grande. Y lo más agüevado: solo uno de cada cinco de estos jóvenes siquiera ha pensado en bajarle al consumo.
Pero la pregunta del millón es: ¿qué carajos le están metiendo a ese chunche? Porque la gente se traga el cuento de que es “solo vapor con sabor”. Pues no. El Inciensa se puso en el brete de analizar los líquidos que venden aquí y lo que encontraron es para sentarse a llorar. Hallaron más de 50 sustancias nocivas que pueden causar desde irritación en la piel y los ojos hasta daños serios en órganos internos con el uso continuo. Pero la cereza del pastel es la nicotina. En algunas muestras, el nivel era TRES VECES superior al máximo permitido en países serios. Creer que esto es agüita con sabor es, para ser claros, jalarse una torta monumental que te puede costar los pulmones.
Y como era de esperarse, la factura ya le está llegando a la Caja. Esto no es un juego de números, es gente real enfermándose. En lo que va del año, la CCSS ha atendido a más de 42 mil personas por broncas relacionadas con el vapeo. ¡42 mil! Estamos hablando de una crisis que está mandando a adolescentes y adultos jóvenes al hospital con síntomas respiratorios graves y una dependencia a la nicotina que da pavor. Incluso ya tenemos diagnósticos de EVALI, un síndrome con un nombre todo tieso que básicamente significa que los pulmones se le van al traste a uno. Ya hemos tenido casos de un joven de 16 y una muchacha de 26 que terminaron hospitalizados, algunos necesitando intubación. El daño, dicen los doctores, puede ser para siempre.
Así que, mientras el MEP anda viendo si rebaja 20 puntos en conducta y suspende por 15 días (medidas que se sienten como ponerle una curita a una hemorragia), el problema de fondo sigue creciendo. Esto ya superó la categoría de “mala costumbre” y se instaló cómodamente como una emergencia de salud pública. La pregunta que queda en el aire es densa como el humo de un vaper: más allá de las multas y los regaños, ¿cómo le entramos a este despiche como sociedad? ¿O ya es muy tarde y nos quedamos de brazos cruzados viendo cómo se nos enferma una generación entera por perseguir una nube de mango con menta?
Para que se hagan una idea, la vara se puso tan fea que las cifras dan hasta miedo. Según un estudio del IAFA y el Inciensa, 1 de cada 7 adolescentes entre 15 y 19 años ya le entra al vapeo. ¡Uno de cada siete! Esto no es un grupito aislado, es una estadística masiva. La misma ministra de Salud, Mary Munive, anda con el pelo parado, y con toda la razón. Dijo que el consumo en esta población se triplicó, pasando de un 4% en 2021 a un alarmante 13% hoy. O sea, en cuestión de un par de años, el problema se nos hizo tres veces más grande. Y lo más agüevado: solo uno de cada cinco de estos jóvenes siquiera ha pensado en bajarle al consumo.
Pero la pregunta del millón es: ¿qué carajos le están metiendo a ese chunche? Porque la gente se traga el cuento de que es “solo vapor con sabor”. Pues no. El Inciensa se puso en el brete de analizar los líquidos que venden aquí y lo que encontraron es para sentarse a llorar. Hallaron más de 50 sustancias nocivas que pueden causar desde irritación en la piel y los ojos hasta daños serios en órganos internos con el uso continuo. Pero la cereza del pastel es la nicotina. En algunas muestras, el nivel era TRES VECES superior al máximo permitido en países serios. Creer que esto es agüita con sabor es, para ser claros, jalarse una torta monumental que te puede costar los pulmones.
Y como era de esperarse, la factura ya le está llegando a la Caja. Esto no es un juego de números, es gente real enfermándose. En lo que va del año, la CCSS ha atendido a más de 42 mil personas por broncas relacionadas con el vapeo. ¡42 mil! Estamos hablando de una crisis que está mandando a adolescentes y adultos jóvenes al hospital con síntomas respiratorios graves y una dependencia a la nicotina que da pavor. Incluso ya tenemos diagnósticos de EVALI, un síndrome con un nombre todo tieso que básicamente significa que los pulmones se le van al traste a uno. Ya hemos tenido casos de un joven de 16 y una muchacha de 26 que terminaron hospitalizados, algunos necesitando intubación. El daño, dicen los doctores, puede ser para siempre.
Así que, mientras el MEP anda viendo si rebaja 20 puntos en conducta y suspende por 15 días (medidas que se sienten como ponerle una curita a una hemorragia), el problema de fondo sigue creciendo. Esto ya superó la categoría de “mala costumbre” y se instaló cómodamente como una emergencia de salud pública. La pregunta que queda en el aire es densa como el humo de un vaper: más allá de las multas y los regaños, ¿cómo le entramos a este despiche como sociedad? ¿O ya es muy tarde y nos quedamos de brazos cruzados viendo cómo se nos enferma una generación entera por perseguir una nube de mango con menta?