¡Ay, Dios mío! Aquí vamos otra vez con situaciones que nos tocan de cerca. Resulta que Estados Unidos anda tramando echarle Nicaragua del CAFTA-DR, y eso, mis amigos, no es un churrito cualquiera, sino una verdadera bronca que puede sacudirle el brete a nuestra economía. Parece mentira que estemos hablando de esto en pleno 2025, pero ahí va la jugada, cortita y al pie:
La gata está en la olla porque los yanquis dicen que el régimen de Ortega y Murillo anda haciendo cosas turbias con los derechos humanos y el respeto a la ley, y que eso está afectando el comercio. Con base en eso, quieren meterles aranceles altísimos –hasta el 100%, ¡qué barbaridad!– y sacarlos del acuerdo de libre comercio. Esto no es cualquier cosa, pues Nicaragua manda más del 55% de sus exportaciones al mercado americano; imagine usted el golpe, especialmente para sectores como el textil, el oro, la carne, el café y el tabaco. Ya estamos viendo cómo se empiezan a mover las piezas, y no pinta lindo.
Ahora, ¿cómo nos pega esto a nosotros, los tranquilos costarricenses? Pues imagínense que somos como un tren que depende de otros vagones para llegar a su destino. Nicaragua es un punto clave en el corredor centroamericano, conectando el sur con el norte. Si ese corredor se tranca, nuestro comercio se complica, los precios suben, y nos empezamos a sentir la sal en la piel. Durante la crisis del 2018, cuando hubo problemas políticos en Nicaragua, el comercio regional se desplomó un 40% en dos meses. ¡Imagínese ahora, con sanciones americanas encima!
Pero no es solo el tema del transporte. Muchas empresas acá en Costa Rica usan materiales o partes que vienen de Nicaragua para hacer sus productos y venderlos en Estados Unidos con los beneficios del CAFTA-DR. Si Nicaragua sale del juego, esas empresas tendrán que buscar otras fuentes o pagar aranceles más altos, lo cual les quita competitividad. La industria textil, que es importantísima para nosotros, podría sufrir bastante, pues hay mucha colaboración entre Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. Sería como quitarle un brazo a una máquina.
Y ni hablar del miedo generalizado. Cuando se viene una tormenta así, los inversionistas extranjeros se ponen nerviosos y prefieren llevar su dinero a lugares más seguros. Costa Rica siempre ha sido vista como un oasis de democracia y estabilidad en la región, pero si el vecino se cae a pedazos, nos afecta a todos. Es como tener una casa muy bonita al lado de un terreno baldío; da un poco de cosa, ¿verdad? La verdad es que el arancel del 15% que ya nos impusieron los americanos nos está apretando el cuello, y esto no hace más que empeorar la vara.
Algunos analistas dicen que podríamos aprovechar para traer empresas de Nicaragua a Costa Rica. Suena bonito, pero la realidad es que las fábricas textiles están buscando irse a países donde la mano de obra sea aún más barata, y nosotros tenemos salarios y leyes laborales más estrictas. Además, con estos aranceles que nos están imponiendo, no es el mejor momento para atraer inversiones. Lo que sí podemos hacer es enfocarnos en fabricar productos de alta tecnología y cosechas de calidad, cosas que nos diferencien del resto de la región.
Por supuesto, no todo está perdido. La Cámara de Comercio Exterior está pidiendo que busquemos nuevos mercados, que fortalezcamos nuestras propias cadenas productivas y que mantengamos una relación diplomática activa con Estados Unidos para defender nuestros intereses. Hay que ponerle huevo, mis amigos, porque esto no se resuelve solo con buenas intenciones. Tenemos que ser astutos y adaptarnos rápido a los cambios, o sino, nos iremos al traste.
En fin, la situación es compleja y llena de incertidumbre. Ahora me pregunto, ¿cree usted que Costa Rica está preparada para afrontar este posible cambio en el panorama comercial regional y cuáles medidas debería tomar el gobierno para proteger nuestra economía y mitigar los posibles impactos negativos?
La gata está en la olla porque los yanquis dicen que el régimen de Ortega y Murillo anda haciendo cosas turbias con los derechos humanos y el respeto a la ley, y que eso está afectando el comercio. Con base en eso, quieren meterles aranceles altísimos –hasta el 100%, ¡qué barbaridad!– y sacarlos del acuerdo de libre comercio. Esto no es cualquier cosa, pues Nicaragua manda más del 55% de sus exportaciones al mercado americano; imagine usted el golpe, especialmente para sectores como el textil, el oro, la carne, el café y el tabaco. Ya estamos viendo cómo se empiezan a mover las piezas, y no pinta lindo.
Ahora, ¿cómo nos pega esto a nosotros, los tranquilos costarricenses? Pues imagínense que somos como un tren que depende de otros vagones para llegar a su destino. Nicaragua es un punto clave en el corredor centroamericano, conectando el sur con el norte. Si ese corredor se tranca, nuestro comercio se complica, los precios suben, y nos empezamos a sentir la sal en la piel. Durante la crisis del 2018, cuando hubo problemas políticos en Nicaragua, el comercio regional se desplomó un 40% en dos meses. ¡Imagínese ahora, con sanciones americanas encima!
Pero no es solo el tema del transporte. Muchas empresas acá en Costa Rica usan materiales o partes que vienen de Nicaragua para hacer sus productos y venderlos en Estados Unidos con los beneficios del CAFTA-DR. Si Nicaragua sale del juego, esas empresas tendrán que buscar otras fuentes o pagar aranceles más altos, lo cual les quita competitividad. La industria textil, que es importantísima para nosotros, podría sufrir bastante, pues hay mucha colaboración entre Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. Sería como quitarle un brazo a una máquina.
Y ni hablar del miedo generalizado. Cuando se viene una tormenta así, los inversionistas extranjeros se ponen nerviosos y prefieren llevar su dinero a lugares más seguros. Costa Rica siempre ha sido vista como un oasis de democracia y estabilidad en la región, pero si el vecino se cae a pedazos, nos afecta a todos. Es como tener una casa muy bonita al lado de un terreno baldío; da un poco de cosa, ¿verdad? La verdad es que el arancel del 15% que ya nos impusieron los americanos nos está apretando el cuello, y esto no hace más que empeorar la vara.
Algunos analistas dicen que podríamos aprovechar para traer empresas de Nicaragua a Costa Rica. Suena bonito, pero la realidad es que las fábricas textiles están buscando irse a países donde la mano de obra sea aún más barata, y nosotros tenemos salarios y leyes laborales más estrictas. Además, con estos aranceles que nos están imponiendo, no es el mejor momento para atraer inversiones. Lo que sí podemos hacer es enfocarnos en fabricar productos de alta tecnología y cosechas de calidad, cosas que nos diferencien del resto de la región.
Por supuesto, no todo está perdido. La Cámara de Comercio Exterior está pidiendo que busquemos nuevos mercados, que fortalezcamos nuestras propias cadenas productivas y que mantengamos una relación diplomática activa con Estados Unidos para defender nuestros intereses. Hay que ponerle huevo, mis amigos, porque esto no se resuelve solo con buenas intenciones. Tenemos que ser astutos y adaptarnos rápido a los cambios, o sino, nos iremos al traste.
En fin, la situación es compleja y llena de incertidumbre. Ahora me pregunto, ¿cree usted que Costa Rica está preparada para afrontar este posible cambio en el panorama comercial regional y cuáles medidas debería tomar el gobierno para proteger nuestra economía y mitigar los posibles impactos negativos?
