¡Ay, Dios mío! La cosa está dura, pura sal. Resulta que más de la mitad de las patrullas de la Fuerza Pública están pasándose de lanza con los años, y eso nos pone a todos en riesgo. Según datos revelados por fuentes dentro de Seguridad Pública, casi 500 de estas unidades ya tienen una década o más rodando por nuestras carreteras, lo cual es un verdadero brete.
La cifra oficial dice que hay 527 patrullas fuera de servicio, ¡una barbaridad! Pero lo que realmente preocupa es que de las que sí andan dando vueltas, 461 son verdaderas dinosaurios, allá por el 2014 o incluso antes. Imagínate, esas máquinas ya deberían estar tranquilamente jubiladas en un museo de autos antiguos, ¡pero siguen sirviendo a la comunidad!
Walter Navarro, exdirector de la Fuerza Pública, soltó la bomba explicando que los vehículos y el combustible son herramientas vitales para el trabajo policial. “Les permite presencia y patrullaje preventivo,” recalcó. Y vaya que tiene razón. Piensa en una emergencia cualquiera: un asalto, un secuestro… cada segundo cuenta, y si la patrulla tarda en llegar porque está fallando a diestra y siniestra, la situación puede complicarse mucho.
Rodrigo Campos, el criminólogo, no se quedó callado. Él disparó que el policía a pie pierde efectividad cuando no cuenta con un buen respaldo vehicular. “La Fuerza Pública tiene problemas serios, el recurso móvil es insuficiente y, además, tienen muchísimos años de uso”, sentenció. Parece que estamos metidos en un lío bastante grande, y la seguridad ciudadana empieza a verse amenazada por este descuido.
Lo peor de todo es que parece que esto es un problema crónico. Se comenta que las autoridades policiales siempre han tenido problemas con el mantenimiento y la reparación de las unidades. Dicen que en algunas delegaciones ya hasta le ponen techo al número de emergencias que pueden atender por día debido a la falta de carros en condiciones óptimas. ¡Qué despiche!
Recordemos que la última vez que hubo una compra importante de nuevas patrullas fue en 2020, cuando llegaron 95 unidades. Pero eso apenas pincha para tapar el agujero que tenemos ahora. Con tantos vehículos viejos y desgastados, es fácil imaginar el desgaste tanto físico como emocional que sufren nuestros policías, quienes se ven obligados a trabajar con recursos limitados y poco confiables.
Y ni hablar del kilometraje. Muchos de estos carros ya acumulan más de 400.000 kilómetros recorridos. Aunque aseguran que el mantenimiento preventivo se realiza cada 5.000 kilómetros, la realidad es que el tiempo y el uso implacable terminan haciendo mella. Se rumora que algunas unidades pasan más tiempo en talleres que patrullando las calles, lo cual es una verdadera lástima, ¡y nos afecta a todos!
Ahora bien, teniendo en cuenta esta grave situación, me pregunto: ¿No deberíamos exigir a nuestros representantes que destinen más recursos a modernizar el parque vehicular de la Policía, garantizando así una mayor seguridad para todos los ciudadanos? ¿O seguimos esperando a que la situación se agrave aún más antes de tomar medidas drásticas?
La cifra oficial dice que hay 527 patrullas fuera de servicio, ¡una barbaridad! Pero lo que realmente preocupa es que de las que sí andan dando vueltas, 461 son verdaderas dinosaurios, allá por el 2014 o incluso antes. Imagínate, esas máquinas ya deberían estar tranquilamente jubiladas en un museo de autos antiguos, ¡pero siguen sirviendo a la comunidad!
Walter Navarro, exdirector de la Fuerza Pública, soltó la bomba explicando que los vehículos y el combustible son herramientas vitales para el trabajo policial. “Les permite presencia y patrullaje preventivo,” recalcó. Y vaya que tiene razón. Piensa en una emergencia cualquiera: un asalto, un secuestro… cada segundo cuenta, y si la patrulla tarda en llegar porque está fallando a diestra y siniestra, la situación puede complicarse mucho.
Rodrigo Campos, el criminólogo, no se quedó callado. Él disparó que el policía a pie pierde efectividad cuando no cuenta con un buen respaldo vehicular. “La Fuerza Pública tiene problemas serios, el recurso móvil es insuficiente y, además, tienen muchísimos años de uso”, sentenció. Parece que estamos metidos en un lío bastante grande, y la seguridad ciudadana empieza a verse amenazada por este descuido.
Lo peor de todo es que parece que esto es un problema crónico. Se comenta que las autoridades policiales siempre han tenido problemas con el mantenimiento y la reparación de las unidades. Dicen que en algunas delegaciones ya hasta le ponen techo al número de emergencias que pueden atender por día debido a la falta de carros en condiciones óptimas. ¡Qué despiche!
Recordemos que la última vez que hubo una compra importante de nuevas patrullas fue en 2020, cuando llegaron 95 unidades. Pero eso apenas pincha para tapar el agujero que tenemos ahora. Con tantos vehículos viejos y desgastados, es fácil imaginar el desgaste tanto físico como emocional que sufren nuestros policías, quienes se ven obligados a trabajar con recursos limitados y poco confiables.
Y ni hablar del kilometraje. Muchos de estos carros ya acumulan más de 400.000 kilómetros recorridos. Aunque aseguran que el mantenimiento preventivo se realiza cada 5.000 kilómetros, la realidad es que el tiempo y el uso implacable terminan haciendo mella. Se rumora que algunas unidades pasan más tiempo en talleres que patrullando las calles, lo cual es una verdadera lástima, ¡y nos afecta a todos!
Ahora bien, teniendo en cuenta esta grave situación, me pregunto: ¿No deberíamos exigir a nuestros representantes que destinen más recursos a modernizar el parque vehicular de la Policía, garantizando así una mayor seguridad para todos los ciudadanos? ¿O seguimos esperando a que la situación se agrave aún más antes de tomar medidas drásticas?
