¡Ay, Dios mío! Imagínate la bronca: 16 personas apretujadas en una casita, compartiendo hasta el aire. No es cuento, es la realidad de Luz Marina Hernández y sus allegados en 'Los Huevitos', un lugarito pegadito al aeropuerto donde la vida, pa’ ponerlo macizo, no pinta fácil. Esto no es solo una historia personal, mis panas, es el retrato crudo de la crisis habitacional que nos está royendo el coco a muchos.
Los Huevitos, ese nombre ya te da una idea del sitio. Un asentamiento improvisado, lejos de las comodidades y la seguridad que deberíamos tener todos. Allí, tres familias – la de Doña Luz Marina con su esposo e hija, luego la de su otra hija con su pareja y seis criaturas, y por último la de su hijo, su cuñada y un par de primos pequeños – intentan sobrevivir en un espacio que apenas alcanza para unos pocos. Es un brete, imagínate, con tanto movimiento y necesidades diferentes chocando todo el tiempo.
Y ni hablar de los trabajos. De esas 16 bocas que hay que alimentar, solo cuatro tienen un chuche estable. Una hija limpia casas, su cuñado labura en la construcción, el otro hijo hace lo mismo y la esposa de este tiene un enguaje en una oficina de Alajuela. El resto… bueno, ahí buscando qué hacer para llevar el pan a la mesa. Esa es la realidad de muchos ticos, mi clave, luchando contra viento y marea para salir adelante. Es pura fuerza bruta y fe, diay.
“Vivimos así porque no tenemos opción”, soltó Doña Luz Marina con la voz quebrada. “La vivienda digna es un lujo que no podemos permitirnos”. Me contó cómo es la vida diaria en esa casa: poco espacio, pilas básicas justas, y la preocupación constante por el futuro de sus nietos. Pa' dormir tenés que hacer equilibrios, pa' comer esperar tu turno y pa' respirar...¡ufff!, ahí sí se pone bravo todo!
Pero lo peor, según me platicó una vecina, es la inseguridad. “Aquí es muy chungo dejar a los niños jugar afuera, porque hay mucha gente con malas intenciones. Uno nunca sabe quién anda merodeando por la zona.” Es un ambiente tenso, lleno de incertidumbre y miedo. Uno se pregunta cómo puede crecer un niño en esas condiciones, sin poder siquiera sentirse seguro en su propia comunidad.
Lo de ‘Los Huevitos’ no es un caso aislado, mis panas. Una investigación de la Contraloría General de la República reveló que la mayoría de los asentamientos informales en Costa Rica se aglomeran en apenas 20 cantones, donde vive el 80% de la población en precarias condiciones. ¡Una cifra escalofriante! El informe también resalta que la entrega de bonos de vivienda ha disminuido considerablemente en los últimos años, dejando miles de familias sin esperanza de acceder a una solución habitacional decente.
Cantones como San José, Curridabat, Desamparados, Alajuela y La Unión encabezan la lista de los más afectados, con miles de personas viviendo hacinadas en viviendas precarias. Incluso en las provincias costeras, como Puntarenas, Limón y Quepos, la situación es preocupante. ¡Parece que estamos viendo la misma película una y otra vez! Y mientras tanto, los políticos siguen discutiendo y dando vueltas, y la gente sigue sufriendo las consecuencias.
Esta es una realidad que nos afecta a todos, ticos. Necesitamos urgentemente encontrar soluciones integrales que permitan garantizar el derecho a una vivienda digna para todas las familias. Pero dime, mi pana, ¿crees que el gobierno está haciendo lo suficiente para abordar esta crisis o estamos condenados a ver cómo la precariedad sigue creciendo en nuestro país?
Los Huevitos, ese nombre ya te da una idea del sitio. Un asentamiento improvisado, lejos de las comodidades y la seguridad que deberíamos tener todos. Allí, tres familias – la de Doña Luz Marina con su esposo e hija, luego la de su otra hija con su pareja y seis criaturas, y por último la de su hijo, su cuñada y un par de primos pequeños – intentan sobrevivir en un espacio que apenas alcanza para unos pocos. Es un brete, imagínate, con tanto movimiento y necesidades diferentes chocando todo el tiempo.
Y ni hablar de los trabajos. De esas 16 bocas que hay que alimentar, solo cuatro tienen un chuche estable. Una hija limpia casas, su cuñado labura en la construcción, el otro hijo hace lo mismo y la esposa de este tiene un enguaje en una oficina de Alajuela. El resto… bueno, ahí buscando qué hacer para llevar el pan a la mesa. Esa es la realidad de muchos ticos, mi clave, luchando contra viento y marea para salir adelante. Es pura fuerza bruta y fe, diay.
“Vivimos así porque no tenemos opción”, soltó Doña Luz Marina con la voz quebrada. “La vivienda digna es un lujo que no podemos permitirnos”. Me contó cómo es la vida diaria en esa casa: poco espacio, pilas básicas justas, y la preocupación constante por el futuro de sus nietos. Pa' dormir tenés que hacer equilibrios, pa' comer esperar tu turno y pa' respirar...¡ufff!, ahí sí se pone bravo todo!
Pero lo peor, según me platicó una vecina, es la inseguridad. “Aquí es muy chungo dejar a los niños jugar afuera, porque hay mucha gente con malas intenciones. Uno nunca sabe quién anda merodeando por la zona.” Es un ambiente tenso, lleno de incertidumbre y miedo. Uno se pregunta cómo puede crecer un niño en esas condiciones, sin poder siquiera sentirse seguro en su propia comunidad.
Lo de ‘Los Huevitos’ no es un caso aislado, mis panas. Una investigación de la Contraloría General de la República reveló que la mayoría de los asentamientos informales en Costa Rica se aglomeran en apenas 20 cantones, donde vive el 80% de la población en precarias condiciones. ¡Una cifra escalofriante! El informe también resalta que la entrega de bonos de vivienda ha disminuido considerablemente en los últimos años, dejando miles de familias sin esperanza de acceder a una solución habitacional decente.
Cantones como San José, Curridabat, Desamparados, Alajuela y La Unión encabezan la lista de los más afectados, con miles de personas viviendo hacinadas en viviendas precarias. Incluso en las provincias costeras, como Puntarenas, Limón y Quepos, la situación es preocupante. ¡Parece que estamos viendo la misma película una y otra vez! Y mientras tanto, los políticos siguen discutiendo y dando vueltas, y la gente sigue sufriendo las consecuencias.
Esta es una realidad que nos afecta a todos, ticos. Necesitamos urgentemente encontrar soluciones integrales que permitan garantizar el derecho a una vivienda digna para todas las familias. Pero dime, mi pana, ¿crees que el gobierno está haciendo lo suficiente para abordar esta crisis o estamos condenados a ver cómo la precariedad sigue creciendo en nuestro país?