os envio con cariño un microrelato desde Andalucia,a ver si os gusta.
Título: Pura atracción.
Eran las siete menos cuarto de la mañana en San Pedro Sula, y yo era voluntario de una o.n.g queriendo ir a Tegus. Iba volando al barrio Guamilito, a la calle tres, de donde salía mi Hedman Alas camino de Tegus. Iba echando leches.
A cinco minutos para la salida estaba yo llegando a la cola de los billetes, donde había cuatro o cinco autóctonos delante de mí. Estaba desesperado: tenía que llegar como fuera. Y por lo que veía el autobús ejecutivo de Hedman Alas hasta los topes.
De pronto se hizo la luz: mis ojos se cruzaron con la mirada negra, profunda y sensual de la azafata que esa mañana hacía el servicio hasta Tegus. Nos miramos, y supo que necesitaba su ayuda.
• ¿En qué puedo ayudarle señor? -un cuerpo de mujer de unos treinta años, unos ojos negros azabache, un pelo liso a juego con su mirada, y una boca sensual carnosa y gruesa.
• Tengo que estar en Tegus a las diez de esta mañana. Soy voluntario médico de una ong y tengo que llegar a Tegus esta mañana. -le dije aturullado.
• Déjame un minuto a ver qué puedo hacer por ti-me regaló una mirada y se marchó a un despacho anexo.
• Ven conmigo...-me sugirió nada más volver-, salimos ya mismito.
• Gracias-acerté a balbucear.
Subimos precipitadamente, yo detrás de ella, rozándome con su cuerpo.
Se llamaba Dalmis, me dijo: foulard al cuello, blusa que marcaba dos senos puntiagudos en permanente erección, y falda estrecha y a medio muslo, uniformada con el logo de Hedman Alas.
Dalmis tenía su almacén y office a mi derecha, y nada más perder de vista a San Pedro Sula empezó a servir cafés, bebidas y galletas. Cada vez que venía hasta el office me regalaba una sonrisa sensual, un roce de sus senos casi a la
altura de mi boca, y un “perdone caballero” que, con el paso de los kilómetros se había convertido en “perdona, pero ya mismo acabo y estoy contigo”.
Y vaya si acabó pronto, pues a la altura de Pullhapanzac, antes de lago Yojoa, se sentó a mi lado procurando apoyar su muslo izquierdo sobe el derecho mío; y alargando la mano para intentar coger cualquier cosa su blusa se desabotonó y me rozó su seno y su pezón a la altura de mi boca, que buscó la succión. Sus ojos brillaron y mi erección se disparó cuando se sentó encima de mí, subiéndose la estrecha falda hasta la cintura y cubriéndose con una manta. Sentí que chorreaba cuando mi sexo erecto la clavó por detrás,y su cuerpo no pudo evitar contraer los músculos del periné e iniciar un galope excitante; ni su boca pudo sofrenar un “!ay,Dios,cómo me pones¡”.
Y se corrió durante veinte segundos eternos, hasta que un tipejo de los del bus le gritó:
¡Doña, un cafecito!
Durante dos horas mi miembro no dejó de pedirle más, moviéndose fiero cada vez que se aproximaba.
A las diez estaba llegando a Tegus.
Título: Pura atracción.
Eran las siete menos cuarto de la mañana en San Pedro Sula, y yo era voluntario de una o.n.g queriendo ir a Tegus. Iba volando al barrio Guamilito, a la calle tres, de donde salía mi Hedman Alas camino de Tegus. Iba echando leches.
A cinco minutos para la salida estaba yo llegando a la cola de los billetes, donde había cuatro o cinco autóctonos delante de mí. Estaba desesperado: tenía que llegar como fuera. Y por lo que veía el autobús ejecutivo de Hedman Alas hasta los topes.
De pronto se hizo la luz: mis ojos se cruzaron con la mirada negra, profunda y sensual de la azafata que esa mañana hacía el servicio hasta Tegus. Nos miramos, y supo que necesitaba su ayuda.
• ¿En qué puedo ayudarle señor? -un cuerpo de mujer de unos treinta años, unos ojos negros azabache, un pelo liso a juego con su mirada, y una boca sensual carnosa y gruesa.
• Tengo que estar en Tegus a las diez de esta mañana. Soy voluntario médico de una ong y tengo que llegar a Tegus esta mañana. -le dije aturullado.
• Déjame un minuto a ver qué puedo hacer por ti-me regaló una mirada y se marchó a un despacho anexo.
• Ven conmigo...-me sugirió nada más volver-, salimos ya mismito.
• Gracias-acerté a balbucear.
Subimos precipitadamente, yo detrás de ella, rozándome con su cuerpo.
Se llamaba Dalmis, me dijo: foulard al cuello, blusa que marcaba dos senos puntiagudos en permanente erección, y falda estrecha y a medio muslo, uniformada con el logo de Hedman Alas.
Dalmis tenía su almacén y office a mi derecha, y nada más perder de vista a San Pedro Sula empezó a servir cafés, bebidas y galletas. Cada vez que venía hasta el office me regalaba una sonrisa sensual, un roce de sus senos casi a la
altura de mi boca, y un “perdone caballero” que, con el paso de los kilómetros se había convertido en “perdona, pero ya mismo acabo y estoy contigo”.
Y vaya si acabó pronto, pues a la altura de Pullhapanzac, antes de lago Yojoa, se sentó a mi lado procurando apoyar su muslo izquierdo sobe el derecho mío; y alargando la mano para intentar coger cualquier cosa su blusa se desabotonó y me rozó su seno y su pezón a la altura de mi boca, que buscó la succión. Sus ojos brillaron y mi erección se disparó cuando se sentó encima de mí, subiéndose la estrecha falda hasta la cintura y cubriéndose con una manta. Sentí que chorreaba cuando mi sexo erecto la clavó por detrás,y su cuerpo no pudo evitar contraer los músculos del periné e iniciar un galope excitante; ni su boca pudo sofrenar un “!ay,Dios,cómo me pones¡”.
Y se corrió durante veinte segundos eternos, hasta que un tipejo de los del bus le gritó:
¡Doña, un cafecito!
Durante dos horas mi miembro no dejó de pedirle más, moviéndose fiero cada vez que se aproximaba.
A las diez estaba llegando a Tegus.