¡Ay, Dios mío, pura vida! Los científicos de la UCR le dieron duro a la selva y encontraron una nueva especie de salamandra, ¡pero no cualquiera! Se trata de la *Bolitoglossa chirripoensis*, una cosita que parece sacada de una película de fantasía, exclusiva del Parque Nacional Chirripó. Después de unos batidos de analizarla, ya les digo, esto se puso bueno.
La movida es que ya la habían visto por ahí en 2019, pero nomás ahora, después de cinco años de darle vueltas y análisis genéticos de esos que dan dolor de cabeza, pudieron confirmar que es diferente a todas las demás salamandras que tenemos acá en el país. Imagínate, medio año dedicándole a eso, ¡qué brete!
Jeremy Klank, el biólogo que lideró la investigación, nos cuenta que esta salamandra es de esas que no pasan desapercibidas. Tiene un tamaño mediano, es robusta, y encima viene adornada con un fondo oscuro, manchitas doradas y otras blanquecitas por todo el cuerpo y la colita. ¡Parece un tesoro escondido en el páramo! No se ven así todos los días, ¿eh?
Ahora, ¿dónde vive esta belleza? Pues precisamente en los páramos de Talamanca, esos lugares altos y fríos donde el clima cambia rapidito. Ahí, junto a otros tipos de salamandras, pero todas genéticamente distanciadas, como si fueran de familias distintas. Son ecosistemas únicos, con temperaturas bajas, lluvias a borbotones y una época seca que te deja seco hasta los huesos. Un verdadero desafío para la biodiversidad.
Pero ojo, que esto no es motivo únicamente de celebración. Nuestros investigadores, Klank, Erick Arias y Gerardo Chaves, ya le avisaron a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) que deberían declararla vulnerable. Porque, díganle a alguien, estos páramos son como un plato de frutas para los incendios forestales. Un descuido y ¡zas!, a volar la población entera de esta salamandra recién descubierta. ¡Qué torta sería perder algo así!
Y la vaina es que, según Arias, cualquier especie que se agarre a las cimas de las montañas está en peligro crítico de extinción. Esta salamandra vive en unas poquitas hectáreas de un pico de montaña, no tiene ganas de moverse mucho y su territorio es limitado. Piensen en el Cerro de la Muerte, donde algunos visitantes se ponen creativos buscando salamandras y terminan removiendo piedras para hacerse selfies. ¡Eso no es plan! Las salamandras son lentas, tardan entre 10 y 20 años en crecer y no se reproducen como regaderas.
Así que, ¿qué hacemos ahora? Bueno, nuestros expertos ya hablaron con los papitos del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC) para ver cómo ponerle freno a la multitud de turistas que visitan el Chirripó. Porque aunque el turismo es bueno, tanta gente revolviendo piedritas y pisoteando el suelo les complica la vida a estas criaturas. Les quitan los espacios donde se esconden, los agujeritos donde se refugian, ¡todo un brete para ellas!
Vaya, esta nueva salamandra es un recordatorio de que tenemos joyas naturales valiosas que cuidar. Pero me pregunto, ¿cómo podemos equilibrar el deseo de explorar y admirar la naturaleza con la necesidad de proteger a sus habitantes más vulnerables, especialmente cuando hablamos de especies tan sensibles como esta *Bolitoglossa chirripoensis*? ¿Cuál creen que será la estrategia más efectiva para asegurar su supervivencia en el Parque Nacional Chirripó?
La movida es que ya la habían visto por ahí en 2019, pero nomás ahora, después de cinco años de darle vueltas y análisis genéticos de esos que dan dolor de cabeza, pudieron confirmar que es diferente a todas las demás salamandras que tenemos acá en el país. Imagínate, medio año dedicándole a eso, ¡qué brete!
Jeremy Klank, el biólogo que lideró la investigación, nos cuenta que esta salamandra es de esas que no pasan desapercibidas. Tiene un tamaño mediano, es robusta, y encima viene adornada con un fondo oscuro, manchitas doradas y otras blanquecitas por todo el cuerpo y la colita. ¡Parece un tesoro escondido en el páramo! No se ven así todos los días, ¿eh?
Ahora, ¿dónde vive esta belleza? Pues precisamente en los páramos de Talamanca, esos lugares altos y fríos donde el clima cambia rapidito. Ahí, junto a otros tipos de salamandras, pero todas genéticamente distanciadas, como si fueran de familias distintas. Son ecosistemas únicos, con temperaturas bajas, lluvias a borbotones y una época seca que te deja seco hasta los huesos. Un verdadero desafío para la biodiversidad.
Pero ojo, que esto no es motivo únicamente de celebración. Nuestros investigadores, Klank, Erick Arias y Gerardo Chaves, ya le avisaron a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) que deberían declararla vulnerable. Porque, díganle a alguien, estos páramos son como un plato de frutas para los incendios forestales. Un descuido y ¡zas!, a volar la población entera de esta salamandra recién descubierta. ¡Qué torta sería perder algo así!
Y la vaina es que, según Arias, cualquier especie que se agarre a las cimas de las montañas está en peligro crítico de extinción. Esta salamandra vive en unas poquitas hectáreas de un pico de montaña, no tiene ganas de moverse mucho y su territorio es limitado. Piensen en el Cerro de la Muerte, donde algunos visitantes se ponen creativos buscando salamandras y terminan removiendo piedras para hacerse selfies. ¡Eso no es plan! Las salamandras son lentas, tardan entre 10 y 20 años en crecer y no se reproducen como regaderas.
Así que, ¿qué hacemos ahora? Bueno, nuestros expertos ya hablaron con los papitos del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC) para ver cómo ponerle freno a la multitud de turistas que visitan el Chirripó. Porque aunque el turismo es bueno, tanta gente revolviendo piedritas y pisoteando el suelo les complica la vida a estas criaturas. Les quitan los espacios donde se esconden, los agujeritos donde se refugian, ¡todo un brete para ellas!
Vaya, esta nueva salamandra es un recordatorio de que tenemos joyas naturales valiosas que cuidar. Pero me pregunto, ¿cómo podemos equilibrar el deseo de explorar y admirar la naturaleza con la necesidad de proteger a sus habitantes más vulnerables, especialmente cuando hablamos de especies tan sensibles como esta *Bolitoglossa chirripoensis*? ¿Cuál creen que será la estrategia más efectiva para asegurar su supervivencia en el Parque Nacional Chirripó?
