¡Echale, raza! Resulta que unos muchachos y muchachas del Liceo de Moravia, esos sí que le ponen el corazón a las cosas, han estado chambeando duro en un proyecto que te calienta el alma. No se trata de la última vaina tecnológica ni de una competencia deportiva, sino de algo mucho más bacano: reparar pupitres viejos y donarlos a escuelas que andan escasas de mobiliario. ¡Quién diría que unas maderas desechadas podrían hacer tanta diferencia!
Esta iniciativa, que va camino a convertirse en una tradición dentro del liceo, forma parte del programa de Bachillerato Internacional, esos que te exigen pensar a lo grande y comprometerte con la comunidad. Desde 2018, estos estudiantes han estado llevando alegría y comodidad a colegios en zonas rurales de nuestro país. Primero fueron las escuelas Zapatón y La Gloria en Puriscal, luego el Liceo Roca Quemada en Turrialba… y ahora, ¡le toca al territorio indígena de Barrio Chirripó!
Imagínate la bronca que deben pasar los niños y niñas de la Escuela Cerro Azul, allá arriba en Chirripó, estudiando sentados en pupitres raídos o hasta improvisando con piedras y troncos. Pero eso está a punto de cambiar gracias al esfuerzo de estos jóvenes. Treinta estudiantes de undécimo y duodécimo año se encargaron de darle una nueva vida a esos pupitres que ya estaban pa’l basurero, lijándolos, barnizándolos y asegurándose de que estén en perfectas condiciones para recibir a los nuevos estudiantes.
El brete, como dicen ellos, no es tan simple como parece. Todo empieza con el profe que dirige el programa, quien primero identifica qué escuela necesita los pupitres. Luego, un grupo de cinco estudiantes hace un planeamiento bien chévere, detallando cuántos pupitres van a restaurar, qué materiales necesitan, cómo van a conseguir el dinero (porque esto no sale gratis, diay), y cómo van a llevarlos hasta la escuela. ¡Un verdadero ejercicio de planificación y organización!
Durante casi tres meses, estos estudiantes invierten unas cuatro horas semanales dedicadas exclusivamente a este trabajo operativo. Imagínate, entre tareas, exámenes y salidas con los amigos, hacen tiempo para ayudar a sus compañeros de otras comunidades. ¡Eso sí es espíritu tico! Se fajaron pintando, lijando y lixando cada pupitre hasta que quedaron como nuevos. Un verdadero orgullo ver cómo le meten empeño a esta vara.
Pero la parte más emocionante viene al final: la entrega. Ahí es cuando ven la sonrisa en los rostros de los niños y maestros de la Escuela Cerro Azul, y saben que su esfuerzo valió la pena. Ese día, el 13 de noviembre, estarán llegando con los pupitres recién renovados, listos para recibir a los pequeños estudiantes. ¡Qué lindo gesto y qué ejemplo para todos nosotros!
Y hablando de ejemplos, me pregunto si otros liceos y colegios de Costa Rica podrían inspirarse en esta iniciativa y replicarla en sus propias comunidades. Sería una manera excelente de fortalecer el sentido de pertenencia, promover la solidaridad y contribuir al desarrollo de nuestras zonas rurales. Ya se sabe, juntitos somos más fuertes y podemos lograr cosas increíbles, ¡como dejar una huella positiva en la vida de los demás!
Ahora dime, ¿qué opinas tú? ¿Crees que deberíamos impulsar más proyectos como este en nuestras escuelas y colegios? ¿Cómo podríamos involucrar aún más a la comunidad en iniciativas solidarias como esta? ¡Déjame tu comentario y empecemos a conversar sobre cómo construir un Costa Rica más justo y equitativo para todos!
Esta iniciativa, que va camino a convertirse en una tradición dentro del liceo, forma parte del programa de Bachillerato Internacional, esos que te exigen pensar a lo grande y comprometerte con la comunidad. Desde 2018, estos estudiantes han estado llevando alegría y comodidad a colegios en zonas rurales de nuestro país. Primero fueron las escuelas Zapatón y La Gloria en Puriscal, luego el Liceo Roca Quemada en Turrialba… y ahora, ¡le toca al territorio indígena de Barrio Chirripó!
Imagínate la bronca que deben pasar los niños y niñas de la Escuela Cerro Azul, allá arriba en Chirripó, estudiando sentados en pupitres raídos o hasta improvisando con piedras y troncos. Pero eso está a punto de cambiar gracias al esfuerzo de estos jóvenes. Treinta estudiantes de undécimo y duodécimo año se encargaron de darle una nueva vida a esos pupitres que ya estaban pa’l basurero, lijándolos, barnizándolos y asegurándose de que estén en perfectas condiciones para recibir a los nuevos estudiantes.
El brete, como dicen ellos, no es tan simple como parece. Todo empieza con el profe que dirige el programa, quien primero identifica qué escuela necesita los pupitres. Luego, un grupo de cinco estudiantes hace un planeamiento bien chévere, detallando cuántos pupitres van a restaurar, qué materiales necesitan, cómo van a conseguir el dinero (porque esto no sale gratis, diay), y cómo van a llevarlos hasta la escuela. ¡Un verdadero ejercicio de planificación y organización!
Durante casi tres meses, estos estudiantes invierten unas cuatro horas semanales dedicadas exclusivamente a este trabajo operativo. Imagínate, entre tareas, exámenes y salidas con los amigos, hacen tiempo para ayudar a sus compañeros de otras comunidades. ¡Eso sí es espíritu tico! Se fajaron pintando, lijando y lixando cada pupitre hasta que quedaron como nuevos. Un verdadero orgullo ver cómo le meten empeño a esta vara.
Pero la parte más emocionante viene al final: la entrega. Ahí es cuando ven la sonrisa en los rostros de los niños y maestros de la Escuela Cerro Azul, y saben que su esfuerzo valió la pena. Ese día, el 13 de noviembre, estarán llegando con los pupitres recién renovados, listos para recibir a los pequeños estudiantes. ¡Qué lindo gesto y qué ejemplo para todos nosotros!
Y hablando de ejemplos, me pregunto si otros liceos y colegios de Costa Rica podrían inspirarse en esta iniciativa y replicarla en sus propias comunidades. Sería una manera excelente de fortalecer el sentido de pertenencia, promover la solidaridad y contribuir al desarrollo de nuestras zonas rurales. Ya se sabe, juntitos somos más fuertes y podemos lograr cosas increíbles, ¡como dejar una huella positiva en la vida de los demás!
Ahora dime, ¿qué opinas tú? ¿Crees que deberíamos impulsar más proyectos como este en nuestras escuelas y colegios? ¿Cómo podríamos involucrar aún más a la comunidad en iniciativas solidarias como esta? ¡Déjame tu comentario y empecemos a conversar sobre cómo construir un Costa Rica más justo y equitativo para todos!