Bueno, pues, la polémica llegó hasta el Tribunal Disciplinario de la FCRF y vaya si le pegaron duro a ambos equipos por los chinches que hubo en la final. Después de toda la bronca y los objetos volando, tanto Alajuelense como Saprissa tienen que abrirle la cartera y sufrir algunas consecuencias que, sinceramente, no les van a gustar ni poquito. Parece que la pasión futbolera se les fue de las manos, ¿eh?
La jugada se puso fea desde temprano, con la gente lanzando de todo al campo. No solo objetos inofensivos, sino que hasta llegaron cosas peligrosas, lo cual ya es otra gallina. Alajuelense, parece que no aprendió la lección porque ya habían tenido problemas similares esta temporada. Y Saprissa tampoco quedó exento, porque echaron a perder el brete con demasiados jugadores metiéndose en peleas y calenturas. ¡Qué cargaza!
Para empezar, Alajuelense tendrá que soltar unos buenos colones: ¡¢3.756.250! Una suma considerable, vamos. Eso es pa’ pagar bien unas cuantas multas de tránsito, ¡y encima tienen que enfrentarse a esto! Lo peor es que no sólo eso, ahora tendrán que jugar con un estadio medio vacío en su próximo partido de local, con una reducción del 20% en el aforo. Imagínate, el Mansión lleno a medias... ¡Qué pena!
Y no se crean que Alajuelense fue el único afectado. Saprissa también tuvo que pasar por la caja, aunque con una sanción menor, de ¢375 mil. Parece que al árbitro le cansó tener que poner orden entre tantos saprissistas discutiendo, porque tuvo que amonestar a más de cinco jugadores en el mismo partido. Además, Gerald Taylor se mandó una macana y va a estar suspendido dos partidos por juego brusco grave. El mae se jaló una torta.
Pero la cosa no terminó ahí. Resulta que los jugadores de Alajuelense tuvieron un pique con el reglamento de premiación, porque algunos decidieron que no iban a ponerse la camiseta de campeón. Un despiste tremendo, ¡cuando deberían haber estado festejando! Y encima tardaron más de media hora en sacar a la gente del campo después de terminado el partido. ¿Será que estaban escondiendo el trofeo o qué?
Lo que más preocupa es el tema de los objetos peligrosos y los artículos pirotécnicos que entraron al estadio. Ya era la segunda vez en la temporada que pasaba algo así. Y no sólo eso, alguien dejó entrar unas pancartas gigantescas que bloqueaban la visión de la mitad del estadio. En fin, un desastre organizado. De verdad, parece que algunos aficionados perdieron el sentido común en medio de la euforia.
Ahora, más allá de las multas y las suspensiones, lo importante es que esto sirva de ejemplo para todos. Los hinchas tenemos que entender que ir a apoyar a nuestro equipo no significa convertir el estadio en un circo. Hay que respetar a los rivales, a los árbitros y, sobre todo, a nosotros mismos. Porque al final, somos nosotros los que nos hacemos daño a nosotros mismos con este tipo de actitudes. El fútbol es deporte, pasión, alegría… pero no violencia.
Así que, diay, me pregunto: ¿Deberían endurecer aún más las sanciones para estos casos o creen que con las medidas actuales será suficiente para evitar que se repitan estos incidentes en futuros partidos? Vamos a debatirlo, mae. ¿Qué opinan ustedes?
La jugada se puso fea desde temprano, con la gente lanzando de todo al campo. No solo objetos inofensivos, sino que hasta llegaron cosas peligrosas, lo cual ya es otra gallina. Alajuelense, parece que no aprendió la lección porque ya habían tenido problemas similares esta temporada. Y Saprissa tampoco quedó exento, porque echaron a perder el brete con demasiados jugadores metiéndose en peleas y calenturas. ¡Qué cargaza!
Para empezar, Alajuelense tendrá que soltar unos buenos colones: ¡¢3.756.250! Una suma considerable, vamos. Eso es pa’ pagar bien unas cuantas multas de tránsito, ¡y encima tienen que enfrentarse a esto! Lo peor es que no sólo eso, ahora tendrán que jugar con un estadio medio vacío en su próximo partido de local, con una reducción del 20% en el aforo. Imagínate, el Mansión lleno a medias... ¡Qué pena!
Y no se crean que Alajuelense fue el único afectado. Saprissa también tuvo que pasar por la caja, aunque con una sanción menor, de ¢375 mil. Parece que al árbitro le cansó tener que poner orden entre tantos saprissistas discutiendo, porque tuvo que amonestar a más de cinco jugadores en el mismo partido. Además, Gerald Taylor se mandó una macana y va a estar suspendido dos partidos por juego brusco grave. El mae se jaló una torta.
Pero la cosa no terminó ahí. Resulta que los jugadores de Alajuelense tuvieron un pique con el reglamento de premiación, porque algunos decidieron que no iban a ponerse la camiseta de campeón. Un despiste tremendo, ¡cuando deberían haber estado festejando! Y encima tardaron más de media hora en sacar a la gente del campo después de terminado el partido. ¿Será que estaban escondiendo el trofeo o qué?
Lo que más preocupa es el tema de los objetos peligrosos y los artículos pirotécnicos que entraron al estadio. Ya era la segunda vez en la temporada que pasaba algo así. Y no sólo eso, alguien dejó entrar unas pancartas gigantescas que bloqueaban la visión de la mitad del estadio. En fin, un desastre organizado. De verdad, parece que algunos aficionados perdieron el sentido común en medio de la euforia.
Ahora, más allá de las multas y las suspensiones, lo importante es que esto sirva de ejemplo para todos. Los hinchas tenemos que entender que ir a apoyar a nuestro equipo no significa convertir el estadio en un circo. Hay que respetar a los rivales, a los árbitros y, sobre todo, a nosotros mismos. Porque al final, somos nosotros los que nos hacemos daño a nosotros mismos con este tipo de actitudes. El fútbol es deporte, pasión, alegría… pero no violencia.
Así que, diay, me pregunto: ¿Deberían endurecer aún más las sanciones para estos casos o creen que con las medidas actuales será suficiente para evitar que se repitan estos incidentes en futuros partidos? Vamos a debatirlo, mae. ¿Qué opinan ustedes?