¡Ay, Dios mío! Qué torta nos cayó encima. Resulta que los diputados, esos mismos que andan dando tumbos, confirmaron oficialmente que hubo presión directa desde Casa Amarilla para meter baza en la votación sobre la inmunidad del presidente Rodrigo Chaves. Esto, mael, se puso bien feo, porque ahora todos estamos pensando qué tan libre es nuestro Congreso.
Para refrescarle la memoria a los que no estuvieron pegados a la tele estos días, la votación de la inmunidad presidencial ha sido un brete desde que salió a luz el caso de las tarjetas solidarias. Ahí, Chaves quedó señalado por supuesto, y el Congreso tenía que decidir si lo dejaba trabajar tranquilamente o lo ponía a responder ante la justicia. Pero parece que alguien, allá arriba en la montaña, quería manejar el asunto a su manera, ¿me entienden?
Según varios diputados, que prefirieron hablar bajo cuerda –porque claro, quién quiere irse al traste–, recibieron llamadas y mensajes directos de funcionarios del gobierno, instándolos a votar a favor de la inmunidad. Estos mismos diputados aseguran que le ofrecían “favores” y hasta amenazaban con retener proyectos importantes para sus cantones si no jugaban con la bola que les estaban pasando. ¡Tremendo!
Lo que más me sorprende, vamos a ser honestos, es la poca vergüenza. Uno esperaría que nuestros representantes actuaran con independencia y defendieran los intereses del país, pero resulta que tienen que agachar la cabeza ante el poder ejecutivo para conseguir unas pocas migajas. ¡Qué pena ajena! Realmente, esto demuestra hasta dónde llega la influencia del partido en la vida política nacional.
Y no es que el presidente Chaves sea precisamente conocido por su pulcritud, diay. Desde que asumió el cargo, ha estado metido en polémica tras polémica. Entre sus declaraciones descabelladas, sus cambios de gabinete constantes y sus ataques a la prensa, ya nadie se extraña de que intente controlar también la labor del Congreso. Pero esto, amigos, es harina de otro costal. Esto va directo contra los principios democráticos.
El Partido Progreso Social Democrático (PPSD), que apoya al presidente, niega rotundamente estas acusaciones, calificándolas de “campaña difamatoria”. Afirman que los diputados tienen libertad para tomar decisiones y que nadie los ha presionado de ninguna manera. Claro, porque siempre hay alguien que sale a defender lo indefendible. Pero bueno, eso ya lo sabemos. A ver si esta vez sí aparece alguna prueba contundente que demuestre la verdad.
Esta situación ha generado una ola de indignación en redes sociales, donde la gente exige una investigación exhaustiva de estos hechos. Muchos piden la renuncia del presidente Chaves y la destitución de los diputados involucrados. Otros, más escépticos, aseguran que esto es pura politiquería y que nada cambiará realmente. La verdad, mae, es que la confianza en nuestras instituciones está por los suelos. Este tipo de escándalos solo alimenta la desesperanza y el cinismo.
En fin, la cosa está que arde. Esta trama de presiones presidenciales pone en entredicho la soberanía del Congreso y amenaza con debilitar aún más la democracia costarricense. Pero la pregunta que dejo en el aire para ustedes, mis queridos lectores del Foro, es la siguiente: ¿Hasta dónde estamos dispuestos a tolerar este tipo de atropellos a la institucionalidad? ¿Creen que la ciudadanía debería salir a las calles a exigir respuestas o simplemente esperar a que las cosas cambien solas? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios!
Para refrescarle la memoria a los que no estuvieron pegados a la tele estos días, la votación de la inmunidad presidencial ha sido un brete desde que salió a luz el caso de las tarjetas solidarias. Ahí, Chaves quedó señalado por supuesto, y el Congreso tenía que decidir si lo dejaba trabajar tranquilamente o lo ponía a responder ante la justicia. Pero parece que alguien, allá arriba en la montaña, quería manejar el asunto a su manera, ¿me entienden?
Según varios diputados, que prefirieron hablar bajo cuerda –porque claro, quién quiere irse al traste–, recibieron llamadas y mensajes directos de funcionarios del gobierno, instándolos a votar a favor de la inmunidad. Estos mismos diputados aseguran que le ofrecían “favores” y hasta amenazaban con retener proyectos importantes para sus cantones si no jugaban con la bola que les estaban pasando. ¡Tremendo!
Lo que más me sorprende, vamos a ser honestos, es la poca vergüenza. Uno esperaría que nuestros representantes actuaran con independencia y defendieran los intereses del país, pero resulta que tienen que agachar la cabeza ante el poder ejecutivo para conseguir unas pocas migajas. ¡Qué pena ajena! Realmente, esto demuestra hasta dónde llega la influencia del partido en la vida política nacional.
Y no es que el presidente Chaves sea precisamente conocido por su pulcritud, diay. Desde que asumió el cargo, ha estado metido en polémica tras polémica. Entre sus declaraciones descabelladas, sus cambios de gabinete constantes y sus ataques a la prensa, ya nadie se extraña de que intente controlar también la labor del Congreso. Pero esto, amigos, es harina de otro costal. Esto va directo contra los principios democráticos.
El Partido Progreso Social Democrático (PPSD), que apoya al presidente, niega rotundamente estas acusaciones, calificándolas de “campaña difamatoria”. Afirman que los diputados tienen libertad para tomar decisiones y que nadie los ha presionado de ninguna manera. Claro, porque siempre hay alguien que sale a defender lo indefendible. Pero bueno, eso ya lo sabemos. A ver si esta vez sí aparece alguna prueba contundente que demuestre la verdad.
Esta situación ha generado una ola de indignación en redes sociales, donde la gente exige una investigación exhaustiva de estos hechos. Muchos piden la renuncia del presidente Chaves y la destitución de los diputados involucrados. Otros, más escépticos, aseguran que esto es pura politiquería y que nada cambiará realmente. La verdad, mae, es que la confianza en nuestras instituciones está por los suelos. Este tipo de escándalos solo alimenta la desesperanza y el cinismo.
En fin, la cosa está que arde. Esta trama de presiones presidenciales pone en entredicho la soberanía del Congreso y amenaza con debilitar aún más la democracia costarricense. Pero la pregunta que dejo en el aire para ustedes, mis queridos lectores del Foro, es la siguiente: ¿Hasta dónde estamos dispuestos a tolerar este tipo de atropellos a la institucionalidad? ¿Creen que la ciudadanía debería salir a las calles a exigir respuestas o simplemente esperar a que las cosas cambien solas? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios!